Cristóbal Martell, el 'negociador' de las penas de Ulibarri con Anticorrupción
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El abogado penalista custodia en su despacho de Barcelona los secretos de acusados de corrupción y fraude fiscal tan famosos como Messi o los PujolEl abogado que ha fichado el constructor leonés José Luis Ulibarri para que le defienda en la trama Gürtel- Boadilla del Monte es el ... repositorio de los secretos de la corrupción de altos vuelos en la España de los últimos 30 años y tira de sus casos prácticos para entrenar a sus alumnos de Derecho. Cristóbal Martell Pérez-Alcalde (Caracas, 1961) cree que los medios de comunicación «aturden la percepción humana» que «se hilvana y nutre de frágiles mimbres».
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Este letrado de antepasados canarios, especializado en derecho penal de la empresa y de la Administración pública, que nació en Venezuela porque su padre (también abogado y sindicalista) trabajaba entonces en la embajada de España, lleva prácticamente toda su vida adulta afincado en Barcelona, desde donde pilota decenas de casos por delitos de cuello blanco y es considerado por sus iguales uno de los mejores penalistas de España. «Mediáticos son los asuntos y nuestros clientes, no los abogados», le respondió a Carlos de Miranda, el autor de una entrevista para IURIS UIC, la revista de la Facultad de Derecho de la Universidad Internacional de Cataluña.
Es una de las pocas concedidas por este letrado cuando empezó a ponerse de moda, allá por 2014, y ya entonces anatematizaba a la prensa. Muy a su pesar, es tan mediático como sus propios patrocinados y los casos que les han llevado ante la Justicia, casi siempre por delitos relacionados con la corrupción: el expresidente de la Generalitat Jordi Pujol y su familia, el extesorero del PP Álvaro Lapuerta o el expresidente del Barça José Luis Núñez, entre otros procesados célebres, como Messi.
Perfeccionista, audaz y rápido
También dio tres claves en aquella entrevista universitaria sobre las cualidades que tiene que tener un buen penalista y él, aunque solo sea porque así lo acredita su fabulosa cartera de clientes VIP y sus secretos, atesorada desde los años noventa del pasado siglo, lo es: Se requiere, dijo entonces, «una cierta vocación de perfeccionismo obstinado, cierta audacia y rapidez en la asimilación de ideas». Perfeccionista, audaz y rápido, tres adjetivos que se hacen carne en los alegatos en los estrados de quien en sus tiempos fue militante del Partit Socialista Unificat de Catalunya (PSUC).
Estudió en el Colegio Alemán de Las Palmas de Gran Canaria. Habla, además de castellano, inglés y catalán y cursó la carrera de Derecho en las universidades Autònoma y Central de Barcelona y en ejercicio desde 1986. Fue diputado de la Junta de Gobierno del Colegio de Abogados de Barcelona y presidente de su comisión de Deontología. No es casualidad que los prebostes económicos y políticos investigados le contraten por su vasto conocimiento de los entresijos del funcionamiento de los mil y un métodos de ocultación de capitales y de las grietas en los sistemas de contratos de las administraciones públicas, entre otras capacidades, como la de desmenuzar los informes de la policía especializada en delitos económicos y aventar sus fallos ante el juez. Martell tiene tres hijos de dos matrimonios y su actual esposa es Débora Quintero, la hija de su mentor Gonzalo Quintero Olivares. Ella también es abogada penalista y su soporte técnico en los casos que lleva su despacho.
El negocio jurídico
Reconoce que en su decisión de estudiar Derecho pesó la influencia de su padre, «pero no tanto por su condición de abogado, que lo era, como por su inflexible rectitud». De su paso por las aulas de la Universitat Autònoma de Barcelona recuerda «el pensamiento liberal y progresita a la vez» del doctor Cerdà, catedrático de Historia del Derecho.
La teoría del negocio jurídico le fascina y considera que «manejar sus herramientas es la mejor gimnasia para amueblar una cabeza jurídica. Se decidió por el derecho penal y se formó con el profesor Quintero Olivares en su despacho, de quien aprendió «la comprensión hacia las debilidades del cliente, el respeto sin humillación para con el tribunal y la cordialidad para con los compañeros abogados». Llama «maestro» al profesor Pérez-Vitoria, a través de cuyos relatos de anécdotas forenses aprehendía su visión del mundo y de las cosas.
Insiste en que el abogado es «cosa fungible» y que «debe huir de todo protagonismo y exhibición». Y cuenta una anécdota que considera que ejemplifica «lo más delirante de esa exposición mediática», cuando un aparcacoches le reconoció en una aeropuerto y le gritó desde la distancia, deseándole suerte «para un conocido deportista y maldiciendo a un conocido político, ambos defendidos en mi despacho como asuntos de una complejidad jurídica extraordinaria. Comprendí, con lástima, de qué frágiles mimbres se hilvana y nutre la percepción humana aturdida por los medios».
Independencia judicial
Confía «no sin notable esfuerzo», en la independencia y «equidistancia judicial, que debe ser inmune al juicio y linchamiento mediáticos», a la par que se muestra crítico con el tribunal del jurado respecto de delitos en que, sostiene, la discusión jurídica prima sobre la fáctica (malversación, cohecho, infracciones tributarias…), en román paladino, los conocidos como delitos de corrupción. Y considera que los operadores jurídicos deben «agudizar las posibilidades procesales» para la reparación del daño en términos de las responsabilidades civiles por el daño causado. «Es mucha la responsabilidad que descansa en los profesionales del derecho, llamados a ser instrumentos de solución de conflictos y depositarios del tesoro de la justicia en nuestra sociedad», señalaba en esa entrevista universitaria, cuando empezaba a ser reconocido ya como el abogado de moda de las celebrities.
Lo de «instrumento en la resolución de conflictos» se lo toma en serio. Está especializado en negociar con la Fiscalía Anticorrupción el pago a cuenta de deudas millonarias con el fisco y pactar las confesiones de sus representados previas al enjuiciamiento, como ha hecho con Ulibarri a cambio de aminorar las penas en las sentencias de conformidad y con el objetivo, no siempre conseguido pero casi siempre, de evitar el ingreso en prisión de sus acaudalados clientes.
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