Antonio Pampliega: «Hay que contar la guerra, pero no a cualquier precio»

«Esas revoluciones árabes cambiaron el periodismo para siempre». Lo dice con pesar, ya que irrumpió entonces el llamado 'periodismo ciudadano'. «Gran cantidad de jóvenes sobre el terreno que lo grababan todo, lo subían a YouTube o Skype y entraban en las cadenas sin que nadie contrastara nada». Antonio decidió acudir a aquellos lugares para contarle al mundo sus convulsiones pero con algún contraste, poniendo un tamiz a tanta atasco informativo.

Así llegó a Siria en 2015, donde las precarias condiciones de un 'freelance' le arrojaron en manos de la milicia integrista islámica. «Nos secuestraron porque no podíamos pagarnos una escolta armada», insiste. Soportó aquella precariedad en la que «un escolta me costaba 1.500 euros y por el reportaje me pagaban 200».

Todo buen reportero añora los tiempos de 'la tribu': cuerpo de élite del periodismo bélico amparado por la logística de las grandes cadenas y diarios. Ni Pampliega ni Aldekoa conocieron los tiempos a los que pusieron liderazgo en España firmas como Manu Leguineche o Miguel de la Quadra-Salcedo.

Y, volviendo al coste, el de seguir alimentado a la verdad, desde su casa de Málaga Pampliega ademite que se lo pensaría varias veces antes de volver a meterse en un 'avispero' bélico sin coberturas adecuadas. «Todas las guerras deben ser contadas, pero no a cualquier precio». Y ese precio empieza por el valor de su propia vida.