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He aquí la memoria viva de una de las esencias rurales que ha marcado a muchísimas generaciones de segovianos por medio de la indumentaria tradicional. Conchi Bayón (Cuéllar, 1962). En tiempos en los que la modernidad y la globalización marcan el devenir del ser humano, ... lleva décadas de pueblo en pueblo y de casa en casa recogiendo datos y muestras sobre aspectos intrínsecos de la cultura tradicional que, además de la indumentaria, aluden a danzas, cantares y dichos populares que han contribuido a conformar la idiosincrasia individual y colectiva segoviana. Quiere que todo lo trabajado redunde en que esa memoria común no solo no se pierda, sino que se mantenga fuerte y activa.
–¿Solo se dedica a la indumentaria tradicional segoviana?
–Solo.
–¿Tan rica y variada es? ¿Da para dedicarse solo a ese tipo?
–Claro que sí. Hombre, yo veo un traje tradicional y reconozco si es de Burgos, Palencia o Valladolid, aunque este es un compendio un poco raro de todo porque Valladolid no tiene traje autóctono.
–¡Ah! ¿Las demás provincias sí?
–Claramente. En esto del traje autóctono Valladolid es un popurrí de cosas que se han ido inventando.
–¿Qué hace una gestora administrativa de formación dedicándose al diseño y la investigación del traje autóctono segoviano?
–Siempre quise dedicarme a esto. De pequeña, mis juegos favoritos eran hacer vestidos a mis muñecas.
–Apuntaba maneras ya.
–Cuando estaba estudiando para gestora administrativa, con Lola, la mujer de un profesor de Economía, Gerardo, estuvimos preparando la fiesta de San Juan Bosco y sacamos de un baúl trajes tradicionales para bailar jotas. Yo les decía que yo no podía bailar porque no tenía traje. Se lo pidió mi madre a una vecina, la señora Angelita, me lo puse y fue como si me hubiera cubierto como con un halo mágico...
–¡Qué sensación!
–Cuando me tocó devolverlo, me marqué el objetivo de tener uno igual. Mi madre me daba largas y mi padre, que me veía tan ilusionada, también le decía a mi madre que había que mirar para comprarme un traje. «¿Y de dónde?», le insistía mi madre. Yo tendría 16 años, más o menos.
–¿Ser hija de un danzante del Niño de la Bola imprime carácter?
–Yo vivía en casa el folklore tradicional porque mi padre me llevaba a la Procesión del Niño de la Bola, donde él bailaba. Empecé muy pequeña a bailar a su vera, pero no tengo conciencia de haber visto aquellos años a las señoras bailando con la indumentaria tradicional. En Cuéllar hay un traje específico del siglo XVI para ese día pero no recuerdo haber visto el traje antiguo.
–Seguro que usted tiene uno.
–Lo tengo guardado. Lo recuperé a fuerza de indagar con los danzantes mayores y lo que ví en una foto que me llegó por casualidad. De todas maneras, lo de la jota y lo de cantar en mi familia va en los genes.
–Los genes, pero la vocación tiene una parte técnica y para los trajes tradicionales hay que saber coser. ¿Quién le enseñó?
–Yo hacía vestiditos a mis muñecas sin tener ni idea, ¡pero ni idea! Y de repente me casé, tuve una hija y pasé de hacer vestidos a mis muñecas a hacerlos a mi niña. Recuerdo que fue mi madre la que me dijo que por qué no iba a aprender con mi prima Angelines, que era modista. En seis meses saqué el curso porque tenía mucha habilidad. A partir de ahí, me dije que me iba a hacer un traje ya que años antes no me lo pudieron hacer... Me hice uno y detrás vinieron otros. El primer traje que me hice lo tengo guardado, nunca lo quise vender.
–Y con tanto traje ya hecho, ¿qué?
–Pues un día me llamaron del Ayuntamiento de Cuéllar y me comentaron que iban a organizar la feria comarcal y que por qué con mis trajes no decoraba el stand del Ayuntamiento. Y me empezó a ver la gente.
–¿Hasta entonces solo se dedicaba a eso en plan aficionada?
–Sí. Es más, las primeras investigaciones que hice fue mucho después de haber diseñado todo lo que copiaba de los demás. Se fue adueñando de mí la curiosidad y fui hablando con mucha gente. En la feria comarcal, al ver mis elaboraciones hubo gente que me fue hablando de que si tenían esto y lo otro en baúles, me lo fueron enseñando y ese compendio de casualidades me han traído aquí. Empecé a ir por los pueblos, hablaba con las abuelas, me enseñaban cosas y eso dio paso a que yo empezase a buscar más por distintas localidades. Hoy es el momento en el que cada día aprendo una cosa nueva. Me fueron trayendo material bibliográfico, publicaciones, cuadros, grabados... Hasta que un día, la diputada Juana Borrego me planteó hacer un libro sobre esto y me amadrinó en este campo.
–Y de ahí, ¿el salto a la confección y el diseño?
–Fue parejo.
–¿De esto se vive?
–Yo vivo de ello.
–¿Y feliz?
–Has de tener mucha pasión y mucho amor al arte, porque hay días que le echo 18 horas. Toda mi vida está dedicada a esto.
–Pero, ¿hay gente hoy que se compra trajes tradicionales?
–¡Claro!
–¿Para qué se los compran?
–Hace muy poco he acabado un traje a una niña que está a punto de nacer y lo va a estrenar en la Subida de la Virgen del Castillo, que se celebra en Bernardos cada 20 años.
–¡No ha nacido y ya tiene traje tradicional esa niña!
–Cuando lo estrene tendrá mes y medio. Como todos los trajes de indumentaria tradicional, está vinculado muy directamente con las fiestas religiosas.
–¿La indumentaria tradicional no ha caído en desuso entonces?
–Poco a poco ha habido un resurgimiento y se tienen más en cuenta nuestras tradiciones, nuestra cultura antigua.
–¿Sobre todo en los pueblos?
–Claro. Aunque es verdad que esa España vaciada existe, la gente valora las cosas del pueblo. La pena es que solo lo valoremos en un momento dado y no en otros.
–¿Y la gente joven actual?
–Pues, la verdad, esa no, aunque hay un grupo minoritario que esto lo valora y se lo pone.
–¿Hay riesgo para la continuidad?
–Sí, me temo que esto cada vez vaya a menos.
–¿Su hija le va a seguir en esta actividad?
–¡No le gusta nada!
–¡Qué me dice!
–Nada de nada...
–En casa del herrero...
–¡Cuchillo de palo! Yo no voy a tener continuidad en casa en esto. A mi hija esto le gusta porque es de su madre, porque lo ha hecho su madre; pero nada más.
–¿Y cómo lo lleva usted?
–No lo llevo mal. ¿Qué le voy a hacer? Todo tiene su principio y su final. No le voy a obligar y menos a su edad. Ojo, que en esto de la cultura tradicional ella no va desencaminada, porque es licenciada en Historia del Arte y me ha ayudado a encontrar muchas cosas que, sin ella, no habría tenido opción de hallarlas.
CONCHI BAYÓN
Diseñadora del traje tradicional segoviano
–Usted se ha hecho a sí misma.
–Completamente.
–¿Dónde buscó fuentes en las que inspirarse?
–Todo me ha llevado en la vida a aquí; y no sé tampoco por qué. Las casualidades existen y a mí todo me ha traído aquí. No me ha resultado difícil llegar hasta aquí porque me gusta mucho, pero ha sido una dedicación plena. Y he podido llegar hasta aquí gracias a que tenía otros trabajos entre medias que me permitían hacer esto otro como vocación y afición. Me he dedicado a esto echándole muchas horas porque, si no, es imposible.
–Imposible, ¿por qué?
–Porque hay que darse cuenta de que hay determinados trajes tradicionales que tardas un año en hacerlo; ¡o dos! Alguno incluso hasta tres años.
–¿Y cuánto pueden costar?
–No se cobra lo que valen. Te puedes gastar desde 3.500 euros en adelante hasta... ¡puff! ¿Cuánto habría que cobrar por un traje que tardas tres años en hacerlo? Con todas las piezas hechas a mano... Hombre, no suelen hacerme encargos de trajes de tres años; normalmente me encargan trajes tradicionales que se tardan hasta seis meses en confeccionar. ¡Y todo lo que llevan, hecho a mano!
–Mujer, hecha a sí misma, en el medio rural... ¿Es usted rara avis?
–Sin ser activista del feminismo, soy una defensora férrea de la mujer y, sobre todo, de la mujer rural. Mi madre fue una mujer trabajadora, la mayor de 8 hermanos, fue a las tierras, después iba al lavadero, después hacía las cosas de casa y era la última en acostarse por las noches junto con su madre que, embarazada del octavo hijo todavía iba a las tierras a trabajar. Las mujeres de antes trabajaban el triple que las de ahora, porque encima no tenían ni lavadoras. La vida en un pueblo es dura porque has de conocer el mundo rural y cómo se vive en los pueblos.
–¿Más complicado todo?
–Las mujeres de los pueblos quizá somos de una pasta especial, somos muy luchadoras, que no digo que las de las ciudades no lo sean, pero a las de los pueblos nos toca luchar además contra otras cosas que en las ciudades tienen: más oportunidades. En los pueblos tienes que aprender a moverte en un medio duro, en las distancias. Es posible que podamos remontar la vida en los pueblos pero para eso nos tenemos que venir a vivir a los pueblos.
–Con la pandemia hubo un boom de regresar al pueblo, pero medio superada la pandemia aquello parece leyenda urbana.
–Es que quizás han visto que no era lo que querían y por eso se han vuelto a la ciudad. Pero la vida del pueblo te aporta tranquilidad, calidad, pero no te aporta muchas cosas que ahora necesitamos para nuestros hijos y que la vida nos está imponiendo. Porque la vida está cambiando tantísimo que a lo mejor nos quedamos cortos en los pueblos: no tienes un colegio determinado, no tienes la cantidad de niños para que haya ese colegio y te hacen desplazarte a otro pueblo... Ojala me confunda, pero el mundo rural tiene las patas muy cortas ya. Y es una pena.
CONCHI BAYÓN
Diseñadora del traje tradicional segoviano
–¿Queda mucho para que la igualdad entre hombres y mujeres en el medio rural sea plena, para que la mujer no vaya un paso por detrás del hombre en los pueblos?
–¿Y si le digo a usted que en el mundo rural hay más equiparación que en el mundo urbano?
–Arguméntelo.
–En el mundo rural el hombre siempre ha sabido que tenía un apoyo enorme, enorme, en la mujer. Iba a ayudar al campo, le dejaba resueltas las cosas de casa y de sus hijos y le tenía hecha la comida... En el mundo rural ha sido más valorada la mujer que en el ámbito urbano. Yo he visto señoras ayudando a los maridos con los arados, que se movían igual que un hombre. La mujer ha sabido desenvolverse en el ámbito rural perfectamente, igual que el hombre. Es que el hombre la ha necesitado. Es que antes, los hombres no hacían nada en el ámbito de la casa. Ahora sí. El hombre, en el mundo rural, aunque no lo ha dicho, ha reconocido siempre el papel de la mujer.
–Usted ha puesto una pica en Flandes: recibió los máximos elogios por el traje de segoviano que confeccionó al 'Manneken pis' de Bruselas en 2019.
–Fue realmente increíble: el 'Manneken pis' con un traje diseñado por mí, que recibió la calificación de excelente. Es el traje 981 de la colección del 'Manneken pis'. Me sentí muy bien valorada porque fue una noticia a nivel mundial. ¡No me lo podía creer!
–¿Sabe ya qué quiere ser de mayor?
–¡Sí! Quiero ser feliz y viajar.
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