La mochila de este curso que este miércoles ha comenzado viene más cargada que nunca. A los libros, las pinturas, los estuches y cuadernos ya habituales habrá que sumar esta vez no solo las mascarillas (obligatorias desde segundo de Primaria y el gel desinfectante, sino ... también una buena dosis de incertidumbre. Pueden ser gramos o kilos. Pero el peso está ahí, sobre la espalda de alumnos, familias y docentes, que se enfrentan al curso más incierto de sus vidas.
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Los colegios han recibido a primera hora a 42.700 niños vallisoletanos, a 175.474 estudiantes de Infantil y Primaria en toda la comunidad (282 menos que el curso anterior), en una apuesta por las clases presenciales y con la adopción de medidas para minimizar el riesgo de contagio. Por ejemplo, habrá separación de metro y medio entre pupitres, lo que ha obligado, metro en mano, a distribuir cientos de aulas (y sacar a los pasillos muebles y estanterías que ocupaban espacio de más).
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La consejera de Educación, Rocío Lucas, aseguró que, una vez inspeccionados uno a uno los colegios, esta distancia de seguridad se garantiza en todas las aulas de Primaria. Los sindicatos han animado a los centros en los que esto no se cumpla a notificarlo. Este mismo lunes, apenas unas horas antes del inicio del curso, había todavía colegios en los que los inspectores educativos medían superficies para cumplir con esta medida y, en algunos casos, (como en la localidad vallisoletana de Arroyo), se anunciaba 'in extremis' la llegada de maestros de refuerzo para desdoblar esas clases con problemas de espacio.
Para cumplir con esta medida y para no sobrepasar la ratio máxima fijada (de 25 alumnos en Primaria, Secundaria y Bachillerato, de 22 en Infantil), la Junta ha anunciado la contratación de 687 profesores para los centros públicos y de 220 más que desembarcarán en los colegios concertados.
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«Vivimos una situación con inevitables dosis de incertidumbre, pero hay que mandar un mensaje de tranquilidad y confianza» porque, aseguró el lunes la consejera, Educación «ha trabajado para que el curso comience con las mayores garantías sanitarias», de forma presencial, aunque con la «preparación» suficiente para «abordar los diferentes escenarios posibles». Y entre esos escenarios sobrevuela la posibilidad de que haya casos positivos en los colegios y haya que volver a cuarentenas de una clase (solo se cerrarán centros educativos si se declaran brotes incontrolados, en los que es imposible trazar su origen).
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La situación es hoy mucho más delicada que hace unas semanas. España se halla inmersa en una segunda ola adelantada (los anunciados rebrotes de otoño han llegado en verano) y hay ciudades, como Valladolid y Salamanca, sobre las que pesan estrictas restricciones sociales, como la limitación de reuniones familiares, de los encuentros en el interior de bares o con controles de aforo en espacios cerrados.
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Los datos epidemiológicos han teñido de rojo la capital vallisoletana y Salud Pública ha recomendado a sus vecinos que eviten al máximo la movilidad e intenten no salir de su barrio. En ese contexto –en el que ya se pide salir lo menos posible de casa– se abren este miércoles los colegios, con centros de Infantil y Primaria que, en la capital, concentran a más de 600 escolares. Pero la consejera de Sanidad, Verónica Casado, dijo ayer que «es mas seguro ir al colegio que a alguna boda o comunión».
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Para aspirar a esa seguridad, el protocolo consensuado por el Gobierno y las comunidades propone horarios escalonados de entrada y salida, turnos de recreo en patios parcelados (donde no se podrá jugar al fútbol o juegos de contacto), desinfección constante de los centros educativos (habrá personal de limpieza permanente), ventilación de las aulas entre clase y clase. También la obligación de que los niños se laven las manos, al menos, cinco veces durante la jornada. Y, especialmente, el compromiso de las familias de que no enviarán al colegio a un menor con síntomas (como fiebre o tos).
La consejería de Educación asegura que no tiene constancia de que ningún docente haya solicitado la baja por coronavirus (más de 13.000, el 50% de los trabajadores de centros públicos,se han sometido este verano al test de seroprevalencia). Pero la duda sobre el papel de los niños a la hora de contagiarla enfermedad y la seguridad de que la mayor parte de los menores enfermos son asintomáticos puede desatar situaciones desagradables. Educación dice que está preparada para afrontar cualquier situación.
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«La repentina irrupción de la pandemia el curso pasado nos obligó a tomar medidas drásticas. Y eso nos llevó a pisar el acelerador en la virtualidad y la teleeducación», explica Lucas. Sin embargo, en marzo había centros 'desconectados', con deficientes conexiones de Internet y sin enganchar a las plataformas educativas. Ahora, el curso comienza con todos los centros públicos dotados con «conexión ultrarrápida» y aulas virtuales.
Los profesores se han formado durante este tiempo en competencias digitales (38.565 horas de formación, con 34.241 plazas) y la Junta ha adquirido 17.000 portátiles adaptados para suministrarlos a las familias más desfavorecidas y que, en el caso de que haya que recurrir a la educación 'on line', puedan disponer de recursos para solventar la brecha educativa. Se han adquirido 500 ordenadores de sobremesa y 200 paneles digitales de cara a este nuevo curso sobre el que se cierne la amenaza de un regrerso (aunque sea en grupos concretos) a la educación 'on-line'.
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El curso comienza también con dificultades para la conciliación de las familias. Los centros educativos ya no permanecerán abiertos, obligatoriamente, hasta las seis de la tarde. La Junta ha suspendido durante este primer trimestre las actividades extraescolares y abre la posibilidad que lo mismo ocurra desde enero si la situación de la pandemia no mejora. «Si apostamos por una presencialidad segura, todo lo que exceda del ámbito educativo donde sea difícil garantizar los grupos burbuja, queda suspendido», aseguró Rocío Lucas.
La consejera de Sanidad, Verónica Casado, recomendó además a las familias «limitar lo máximo posible» las extraescolares en academias privadas. Sí que se mantienen los programas de Madrugadores (10.400 usuarios en 335 centros de la comunidad) y Tardes en el cole (160 beneficiarios en once centros educativos).
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Los controles se extienden a otros servicios complementarios, como los comedores y el transporte escolar. Para este curso están previstas 2.002 rutas, de las cuales 854, en el medio rural, son combinadas (con uso, por ejemplo, de adultos que acuden a los centros de salud). La Junta ha reforzado el número de acompañantes (de 875 a 1.873) para garantizar que se cumple en los buses las normas de seguridad (mascarilla, asientos fijos, desinfección de vehículos). La inversión de este programa, con 35.574 usuarios en la región, es de 47,5 millones.
Además, en los 515 comedores habrá 49.837 comensales (la asistencia media es de 36.687). De ellos, 20.715 tienen comprometida la gratuidad total y hay más de 27.000 ayudas, por lo que las familias desembolsan en torno a nueve millones y la Junta asume 21 en la gestión del servicio. El curso tendrá además 89.547 beneficiarios del programa Releo Plus de gratuidad de libros de texto. Serán 53.646 alumnos de Primaria (en torno al 60%) y 35.901 de Secundaria (40%). Los 84.847 estudiantes de ESO y 32.428 de Bachillerato en Castilla y León vuelven el lunes a clase.
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