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La adopción internacional va camino de convertirse en algo testimonial. Lejos quedan los primeros años del nuevo milenio, cuando la carencia de niños y el tiempo de espera en lograr adoptar a uno español llevó a miles de familias a acudir a países en desarrollo ... incapaces de atender a sus natalicios.
Castilla y León no ha sido ajena a esta evolución. Los 500 menores que llegaban en 2005 se han quedado en apenas ocho en 2020, último año conocido. Países otrora abiertos como China, Rusia o Ucrania cerraron sus brazos a la entrega de sus infantes.
Javier Álvarez preside desde hace años la Asociación Regional de Familias Adoptantes (Arfacyl) y tiene claro que «un niño siempre estará mejor en su país de origen». En todo caso y en estos años se han incorporado a nuestra sociedad varios miles de estos menores. Y las preocupaciones de sus padres adoptivos se han adaptado a sus necesidades.
Una de ellas es la lucha contra los casos de acoso y discriminación, sobre todo en el entorno de los colegios. Muchas de estas familias relatan casos de 'bullying' escolar y se quejan de que, a pesar de los protocolos existentes, muchos colegios prefieren «mirar para otro lado». Hace unos días han compartido experiencias sobre la materia en el último congreso de Arfacyl.
–¿Por qué estos niños tienen más riesgo de sufrir agresiones?
–Es un problema de integración y aceptación. Hay rechazo, 'bullying' (acoso) por cuestiones étnicas. Eso pasa todos los días. Hay profesores o tutores que no atienden las causas específicas de un chico adoptado, sus traumas, su lucha por generar vínculos. Y luego se sobrediagnostican TDH y otros males que no son.
Y, claro, está el tema étnico. Y más ahora que se están normalizando discursos de rechazo. Mis dos hijos racializados han sufrido brotes racistas desde pequeños. Hubo que ir muchas veces a sus centros. Esto se repite mucho más de lo que debiera. Si el centro no actúa puede derivar en un 'bullying' en el que el chico es objeto de descarga del rechazo del grupo.
–¿Falta formación y guías de uso en los centros?
–Recursos existen desde hace tiempo. Desde 2009 participamos en cursos de formación con los profesores a través de la Consejería de Educación. Elaboramos guías que están disponibles desde 2008 para todos los centros que las quieran consultar. Todo depende de la sensibilidad de cada centro.
–¿Muchos lo minimizan?
-Para algunos centros es más importante que no trascienda que la resolución del caso. Durante toda la enseñanza, mis hijos y varios compañeros adoptados han soportado estas situaciones. Y vivimos en Parquesol, que no es un barrio con problemas. No hace falta irse a las zonas de fuerte inmigración en los que se han creado centros considerados guetos.
-¿Estas realidades hacen más fácil el fracaso escolar?
-Siempre se encuentran con más dificultades y van un peldaño por detrás. Ocurre cuando la escuela no es todo lo integradora que debería ser ni un espacio seguro para mostrar su potencial. Este sentimiento de reconocimiento y valoración en lo que son, con sus dificultades, es lo que les hace sentir la falta de amabilidad.
-Un niño acogido es un proyecto vital más frágil que el resto.
-Tienen necesidades más acuciantes en función de la etapa evolutiva. La necesidad de forjar el apego y el arraigo les distraen del aprendizaje escolar. En el menor de los casos vienen del abandono. Y en el peor de traumas tempranos que hay que trabajar toda la vida. Es un error hablar de éxito o fracaso a sus 14 años. Habría que hacerlo a los 40 para ver si ha sido una vida de éxito.
Expertos como la psicóloga Lila Parrondo (Asociación Adoptantis) que lleva años investigando esta problemática, admite que «los coles no saben muy bien qué hacer con un problema que hace mucho daño». El incumplimiento de los protocolos acaba casi siempre igual: «la que tiene que hacer el esfuerzo es la familia del acosado y todo termina en cambio de colegio y que la víctima pague la situación».
Es lo que han vivido Carlos y Teresa, padres de un niño de origen chino en Valladolid. «Le pegaban, robaban...le llenaban el plato de agua en el comedor. Si denunciabas, le echaban la culpa a tu hijo», relatan. El menor (hoy 14 años), cambió hasta cuatro veces de colegio (todos privados). «Todos tapaban la realidad y solo actuaban con la amenaza de denunciar».
Situaciones así llevan a Parrondo a lamentar la falta de una asignatura en los planes de estudio. «Una transversal que hable de los valores cívicos. Eso no entra en Literatura o Historia. Hay mucho por hacer».
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