Secciones
Servicios
Destacamos
A Sergio Andrés Cabello (Logroño, 1973) le encanta la música. Es doctor en Ciencias Políticas y Sociología por la Universidad del País Vasco, profesor de Sociología en La Rioja y autor de 'La España en la que nunca pasa nada', un ensayo que acaba de ... llegar a las librerías para analizar en qué lugar quedan las ciudades medias y pequeñas (como Palencia, como Zamora, Burgos, incluso Valladolid) en el eterno debate sobre la despoblación. Y como a Cabello le gusta la música, ha hallado un símil para explicar la situación. Las grandes ciudades serían el 'streaming', la velocidad de reproducción, la oferta inmensa a golpe de clic. Los pueblos, continúa, se habrían quedado con el vinilo, en ese concepto 'vintage' que dicen que ahora se ha puesto de moda. «¿Pero, en realidad, cuántos vinilos se venden? No tantos, muy pocos». Y luego está el cedé, que parecía moderno en su día y hoy ha quedado anquilosado. El melómano dejó el vinilo y se pasó al cedé. Después, se olvidó de este nuevo método y se echó en brazos del 'streaming'. «No es tanto una segunda despoblación, pero hay fenómenos comunes en estas ciudades: envejecimiento, emigración de los más jóvenes, pérdida del capital social y humano, reducción de actividades económicas, sustitución por otras del sector terciario, cierre de comercios...
–Zara ha cerrado en Palencia después de 40 años.
–¡Madre mía! Es que esos indicadores son clarísimos. Y lo estamos viendo con las oficinas bancarias, con el sector público. Si Zara se va de Palencia por el envejecimiento de la población, ¿qué más quieres?
–Hablar de despoblación se ha puesto de moda.
–Sí, sí, pero parece que el relato se va comiendo al problema. Nos estamos fijando en los pueblos pequeños, de menos de cien habitantes, con toda la legitimidad y todo el valor que tienen...
–Pero...
–Pero al dirigir la mirada solo ahí, hay fenómenos que quedan soterrados. Por ejemplo, no se habla de lo que está ocurriendo con los municipios siguientes en el escalón del medio rural: localidades de mil y pico habitantes, de cinco mil, incluso cabeceras de comarca, que ves que van perdiendo población. Sus indicadores tal vez se pueden sujetar en el corto plazo, pero a medio plazo son muy complicados. Después de esos pueblos de cien habitantes hay otro problema: ¿Qué pasa con las ciudades medianas, intermedias, algunas capitales de provincia?
–¿Qué pasa?
–Que no se tienen en cuenta. Es esa España donde parece que nunca pasa nada. Por el modo en el que se ha configurado territorialmente el país, están en un segundo o tercer plano, tanto a nivel estructural como simbólico.
–¿Simbólico?
–Afortunadamente, se ha conseguido que el pueblerino ya no exista. Pero provinciano te van a seguir llamando. Lo hemos visto con las elecciones madrileñas: esas declaraciones de Díaz Ayuso, que si tú en Madrid no te encuentras con tu ex. Ese es un ejemplo claro de ese imaginario colectivo, ese sustrato. O cuando Carmen Maura dijo en una entrevista que, en una gira por España, le había gustado mucho Logroño, una ciudad muy limpia. Y piensas, ¿pero dónde has estado tú? Es que esa es la concepción que desde las grandes ciudades, desde los centros de poder, se tiene de Logroño, de Palencia, Burgos, Valladolid... Piensan que todo lo positivo, lo guay, lo 'cool' pasa en las grandes urbes.
–Ya.
–Lo que sí que me parece importante es ver cómo nuestras ciudades y territorios llevan el mismo proceso que las clases medias. Nos sirven como metáfora.
–¿Y eso?
–Somos ciudades que nos ponemos muy guapas, que adquirimos signos de estatus... Ocurrió sobre todo en los años 90 y principios del siglo XXI. Estas ciudades cambiaron de fisonomía y crecieron con las burbujas inmobiliarias: nuevos barrios, centros comerciales, circunvalaciones, palacios de congresos, festivales de rock.
–¿Hemos vivido por encima de nuestras posibilidades?
–No, no. No tiene que ver. Tiene que ver con que nos pensábamos que si éramos 'smart city', éramos 'slow' y éramos 'green' ya éramos la leche. Y si encima nos turistificábamos, mucho mejor. Yo no tengo nada contra el turismo, es un sector que adoro, pero mientras nos turistificábamos, se estaban dando otros procesos. Como el adiós de las industrias, el cierre del sector secundario, el sector primario de aquellas maneras. Al final, podemos salir muy guapos en la foto, pero tienes que ver qué hay detrás. Todas nuestras ciudades medias, en diferentes niveles, estamos sufriendo procesos de desindustrialización, de deslocalización. No digo que la industrialización sea la solución de todo ni que haya que poner fábricas con humos, pero sí que es verdad que se está acabando con ese sector productivo...
–Que es clave para el empleo.
–Todas estas ciudades han transformado sus estructuras productivas. Por una parte, tienen esos centros bonitos, cuidados para que venga el turismo. Pero claro, detrás de todo eso, ¿qué queda? La pandemia de la covid-19 nos ha venido a demostrar la endeblez de nuestro sistema. Los territorios intermedios tenemos que ser muy conscientes de que nos la estamos jugando en la globalización. Y hoy, la globalización es de las ciudades grandes, de las metrópolis.
–¿Por qué?
–Porque concentran todos los recursos. Lo vemos en las tendencias económicas. Y las demográficas. Estas ciudades pequeñas y medianas nos hemos ido quedando en un segundo plano. El envejecimiento de la población es evidente. Envejecer está bien, quiere decir que vivimos más, pero si tienes una natalidad muy baja, te van cerrando comercios, los jóvenes (habitualmente los mejor formados) se van para no volver. Y está la trampa de Internet.
–¿Cuál es?
–Con las nuevas tecnologías, nos vendieron la moto de que ya no hacía falta estar en los sitios donde estaba la acción. Decían que cualquiera, desde cualquier lugar, iba a tener oportunidades. Eso no es verdad.
–¿Por qué?
–Las nuevas tecnologías son muy positivas en muchas cosas, pero no se nos pueden presentar como la salvación. Porque no va a ocurrir. ¿Que hay una empresa que funciona en Zamora o en el medio de la nada? Sí, no te lo discuto. ¿Es la norma? No. Es la anécdota. A mí me sabía muy mal cuando en la pandemia se decía que era una oportunidad para la llegada de gente que iba a trabajar desde el medio rural. ¿Qué mensaje estamos vendiendo con eso?
–A ver.
–Yo, que soy un profesional que puedo teletrabajar, puedo irme a un pueblo de Soria o de Valladolid y conectarme desde allí con Internet. Genial. Pero no voy a trabajar al sector primario. No voy a producir nada concreto en ese territorio. Y si necesito comprar algo, seguramente lo haga por Amazon. Y el repartidor de Amazon, que se ha levantado a las cinco de la mañana en un barrio obrero de Burgos o de Valladolid, me traerá en un furgón lo que he pedido. Pero luego se va. ¿Qué tipo de discurso vendemos con estas cosas? La despoblación del medio rural es un ejemplo fantástico para aprender lo que hemos hecho mal.
–¿El qué?
–Llevamos veinte años actuando en el cortoplacismo. Y como no salen las cosas como queremos, la gente se frustra. A lo mejor no hemos evaluado bien el medio y largo plazo. Hay que ser honesto. Entiendo al político y su ciclo. Pero estos fenómenos necesitan de paciencia. Nuestros territorios se han ido quedando, como diría Rosalía, muy malamente. Pueden decir que las ciudades medianas o pequeñas son más habitables y más cómodas, pero no se ve a la gente abandonando en masa Madrid o Barcelona.
–¿Pero qué hacer?
–Todas nuestras ciudades han vivido cierres de sus empresas más importantes. O sus trabajadores ven cómo van a peor las condiciones laborales y sus salarios. Este es un fenómeno global. Nuestros territorios tienen que ser muy conscientes del tablero en el que se está jugando la partida. Vemos negocios, comercios que se cierran...
–¿Para qué sirve la ciudad mediana?
–Esa es la pregunta del millón. Y tiene que ver con la estructura de país que queremos. Nos hemos dotado de un modelo territorial que nos ha traído hasta aquí. Con 50 años no puedes echarle la culpa a los padres de lo que te pasa. Ya has tenido tiempo. Pero venimos de un modelo muy centralista y con dos focos de desarrollo que fueron Cataluña y el País Vasco. Las regiones del interior peninsular se fueron dejando en tierra de nadie, frente al dinamismo turístico de Levante. Y entonces nace esa pregunta: ¿para qué queremos los pueblos, estas ciudades?
–¿Para qué?
–Esa pregunta tienen que hacérsela la sociedad en su conjunto. Si yo quiero vivir en Palencia o en un pueblo de los campos de Castilla, tengo que tener la oportunidad de hacerlo. Con empleo y calidad de vida. ¿Qué función van a cumplir estas zonas a nivel económico? Porque si quiero convertir mis territorios solo en lugar de descanso y de turismo de fin de semana estamos en un lío muy gordo. Electrolux no va a volver a Logroño, pero si voy cerrando fábricas, empresas, dejándolo todo en un sector terciario precarizado... al final eso tiene unos pies de barro muy fuertes. Necesitamos generar actividades vinculadas al sector secundario, tenemos que olvidarnos de competitividades y mimetismos absurdos que no llevan a ningún lado.
–¿Mimetismos de qué tipo?
–Yo no quiero que Valladolid tenga el musical de 'El rey León' todo el año. Ese tipo de aspiraciones han hecho mucho daño. Los palacios de congresos, los edificios emblemáticos...
–Los aeropuertos para todos...
–Bueno, bueno, lo de los aeropuertos a cascoporro. O el Ave para todos. ¿Tiene sentido el Ave en La Rioja, donde no hay una demanda muy grande? ¿O es mejor tener buenas lanzaderas que conecten con Zaragoza o la Y vasca?
–En la lucha contra la despoblación se mira siempre al medio rural, no a estas ciudades.
–Esa es la clave. El discurso de la despoblación ha calado mucho en el pueblo pequeño. Pero es que esto es el conjunto. Y si el conjunto no funciona, el pueblo pequeño no va a funcionar. Para salvar los pueblos de Castilla y León, hay que salvar Castilla y León. Para salvar los pueblos de Valladolid... No vas a salvar Montenegro de Cameros, en Soria, si no salvas al conjunto de Soria. El relato de la despoblación se ha comido el problema. Se ha planteado en términos dicotómicos: ciudad mala, pueblo bueno. A mí no me gusta el concepto de la España vaciada. Es paternalista. En el medio rural se ha invertido, pero a lo mejor no se ha hecho bien. Por ejemplo, esos grandes polideportivos en pueblos pequeños. ¿Cuánta despoblación se ha evitado con inversiones así? ¿O con el mantenimiento de escuelas o médicos? No niego la necesidad de estas actuaciones, pero habría que mirar también la dinámica de la decisión personal.
–Entonces, ¿qué hacemos?
–Las cartas son las que son. Si no vamos todos juntos... Hace falta proyecto de región y de país. Tenemos un agujero, un desequilibrio que afecta a la cohesión territorial, lo que influye en la calidad de vida de las personas, sus proyectos de vida. La solución es compleja, pero pasa por que los poderes autonómicos y central sean conscientes de esto. Las élites de nuestras zonas, de estas ciudades y regiones, son muy acomodaticias y también se ven con las manos atadas. Piensan: tampoco nos vamos a meter con Madrid. Y la nueva política no ha funcionado a nivel territorial. Lo hemos visto con Podemos y Ciudadanos, que no han sabido entender este concepto de la diversidad de España y de la cohesión territorial. Tienen un discurso de grandes marcos, Al señor de Medina del Campo le preocupa su nivel de vida, no esos discursos generales que no bajan a la realidad de las cosas. Y luego, en este contexto, Castilla ha sido un territorio muy maltratado, el paganini de todos los males. Cuando se hace un discurso de la identidad española usando solo a Castilla se le hace una putada a Castilla.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.