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Comenzó con un minuto de silencio. Por las víctimas del incendio de Valencia pero, también, por el vallisoletano asesinado en Burgos en lo que parece ser un homicidio con tintes de delito de odio. Odio por origen en la ciudad vecina. En la ... ciudad que agravia a un imaginario determinado, sea real o no el perjuicio. Carlos Pollán, presidente de las Cortes de Castilla y León, presidió un 41º aniversario del estatuto que se retrasó unos días respecto a la fecha oficial y que comenzó de luto.
Despoblada y envejecida, con el medio rural movilizado tractor en ruta, en Castilla y León han arraigado los discursos de agravios. Los del alcalde de León, José Antonio Diez (PSOE) contra Valladolid y 'su ministro' Óscar Puente. Los de la oposición al Gobierno central, PP y Vox, contra Cataluña y sus prebendas futuras. En el hemiciclo autonómico se demuestra que Castilla y León, como tal, es una amalgama pero está lejos de ser un todo. Por Ávila, Soria ¡Ya! y Unión del Pueblo Leonés, partidos territoriales que reclaman un trato desequilibrado para poder reequilibrarse, suman 7 escaños de los 81. A eso hay que unir los concejales logrados por Zamora Sí en 2023 en 60 municipios (7.700 votos), o los de Vía Burgalesa (6.000 votos). Y en ese contexto fragmentario Castilla y León celebra el aniversario de un estatuto en el que el partido que preside las Cortes, Vox, no cree. «Por respeto institucional» lo celebran con el boato debido, como han explicado en las últimas fechas.
Carlos Pollán, presidente del parlamento, construyó un discurso con tres ejes superpuestos. El primero, sobre los totalitarismos y su castigo al discrepante, en el que subyacía la crítica al Gobierno central. Y ahí también entraron los agravios. «Permitan que les señale otra obviedad. La obviedad de que dura ya demasiado el chantaje de una minoría ruidosa y llena de furia frente al resto de la nación, siempre con su ristra inacabable de agravios comparativos. Castilla y León jamás se sumará a esa carrera victimista cuya única meta posible es la frustración sin remedio», dijo.
«Protestaremos las veces que sea. Sin movernos un ápice de donde hemos permanecido siempre: la lealtad a ese proyecto sugestivo de vida en común que llamamos España», señaló Pollán, que consideró que la lealtad es «penalizada». «En su empeño por elevar a rango de ley la desigualdad y el privilegio los hay que esgrimen a su favor presuntos derechos históricos. Frente a esto, alzamos la voz y parafraseamos a Don Quijote: «¿Derechos históricos a nosotros? ¿A nosotros derechos históricos?». Como si la historia fuese una extraña viajera en el tiempo que jamás hizo parada en estas tierras».
Lo que le dio pie, esta vez sí, a enarbolar la bandera de Castilla y León, en cierto modo. Más como territorio histórico y su peso en la construcción de España que como autonomía que deba asumir competencias, dado que Vox es partidario de recentralizar la educación o la sanidad. Hizo un recorrido somero por la historia más gloriosa de los reinos de León y de Castilla, por su papel como cuna del saber con universidades centenarias o su aporte al parlamentarismo moderno con la celebración de las Cortes de León en 1188.
En ese contexto, Pollán arrimó el ascua de los comuneros a la actualidad. «De estas tierras nació el clamor que, en 1520, se alzó en defensa de los fueros y libertades del reino frente a unos centros de poder alejados por completo de las preocupaciones del pueblo común; reivindicación que, por medios menos cruentos, continúan hoy quienes, con motivo, se sienten desfavorecidos, traicionados y abandonados por las élites». Los agravios, de nuevo.
El mensaje para los nacionalistas que condicionan al Gobierno de España fue mucho más nítido tras este repaso histórico. «Toda la rica herencia histórica de la que los castellanos y leoneses somos depositarios no nos hace superiores al reto de los españoles. Nos hace, sencillamente, iguales».
Crítica que vino acompañada de otra: la del autoritarismo de aquellos territorios en los que no se admite «el disenso». La dictadura 'woke', en términos próximos a la derecha que representan Vox, Meloni, Orban, Le Pen o Trump. «Hay países en los que no es el consenso lo que no está permitido. Lo que no está permitido es el disenso. (…) Son países en los que el gobernante ordena y manda y el pueblo asiente y obedece. Y quien se atreva a plantear una objeción, por mínima que sea, pagará las consecuencias. Por si la falta de libertad no fuera suficiente, estos regímenes añaden otra perversión: la de revestir sus decisiones con el disfraz de la legitimación popular».
El tercer eje del discurso tuvo que ver con los premiados. Deportistas olímpicos y paralímpicos que han sido medallistas. Y ahí sí que hubo consenso, contó Pollán, a la hora de proponer y conceder las medallas. «Lo más hermoso fue lograr que nos echáramos a las calles, con nuestras banderas y nuestros cánticos, aparcando por un instante nuestras diferencias, reconociéndonos en el de al lado, sintiéndonos lo que somos: un solo pueblo».
Los 13 medallistas olímpicos y 15 paralímpicos reconocidos tuvieron dos voces. Las de Fermín Cacho y Marta Fernández. La nadadora paralímpica recordó que para ella nadar es sentir «el verdadero significado de la libertad». Cacho, que admitió que «vivimos tiempos muy convulsos», consideró necesario «buscar referentes de concordia, juego limpio, tolerancia y educación». Los que sirve el deporte. «Con enorme respeto por el rival, por las normas comunes que a todos nos rigen y todos debemos respetar», dijo. Y lo hizo desde el mismo centro del parlamento autonómico de Castilla y León.
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