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A veces los muertos-cifra se convierten en muertos reales, con nombre y dos apellidos, por 'Whatsapp'. La madre fallecida. La hija, en casa, pero ... tras pasarlas canutas. El padre, en la UCI. Ha pasado esta misma semana, cuando se han contabilizado 214 muertos solo en hospitales. Y la tragedia cobra un realismo que mata la distancia que ponen las hojas de Excel. Esas hojas que dicen que en enero, con las 35 muertes en hospitales que se anotaron en el último parte del mes, han fallecido 541 personas. Y no están todos. Hay que añadir los que han muerto por covid en las residencias, que aún se registran decesos pese a haberse iniciado la vacunación, que para todas las víctimas ha llegado tarde. Allí han caído otros 47 ciudadanos. Y faltan más. Los que no han recibido o han visto retrasado su tratamiento para otras patologías. Los que no se atreven a ir al hospital y pagan las consecuencias de ese síntoma que no parecía tan grave como para arriesgarse a un contagio en Urgencias.
En total, la Junta de Castilla y León contabiliza 9.077 «tarjetas sanitarias» dadas de baja por covid. Eso, sin el eufemismo, se traduce por muertos.
Los 541 fallecidos en hospitales en enero se agigantan si se tiene en cuenta que entre el 21 de junio y el 27 de septiembre, cuando la pandemia amainó antes de comenzar su segundo despegue, se contabilizaron 310. Ese 2021 que se celebró a golpe de meme en las redes sociales, con la euforia de las vacunas que estaban al llegar y el final de un 2020 que ha sido de pesadilla en todos los ámbitos, desde el sanitario al económico, se ha mostrado, de momento, igual de crudo que su negro predecesor.
Panorama de la covid en gráficos
Primero aumentaron los casos positivos. Ese baremo, ahora que la Junta ha multiplicado los cribados en municipios, quizá sea el menos relevante para el análisis, aunque permite medir la incidencia. Tras ese avance, se sabía, llegaron los ingresos en hospitales. Había 392 pacientes en planta el 1 de enero. Hoy, 1 de febrero, la cuenta comenzará en 2.032. Para ponerlo en su contexto: en Castilla y León hay 6.350 camas en planta. Y además de las que se ocupan por culpa del covid, hay otros 2.616 ingresados por otras circunstancias.
La tercera consecuencia ha sido el incremento en las unidades de críticos. De los 138 que había el 1 de enero se ha pasado a 313. Y subiendo.
Y todas estas estadísticas devienen, como resultado lógico, en un aumento de los fallecimientos. Y con unas víctimas predilectas para el virus, los mayores de 80 años. En esa franja de edad ha causado, según los datos de la Consejería de Sanidad, 6.989 muertes.
Eso no quiere decir, sin embargo, que no toque a otras edades. Incluso en la franja entre 10 y 19 años ha dejado dos fallecimientos. En la de 20 a 29, 8. Y a partir de ahí, cada década aumenta exponencialmente los números. 13 muertos tenían entre 30 y 39 años. En los cuarenta se han contabilizado 60 víctimas. Número que se triplica entre los 50 y los 60, hasta sumar 189 fallecimientos, y que se dispara cuando se alcanza la setentena: 1.296 fallecidos tenían entre 70 y 79 años.
La cuestión es: ¿cómo viene el futuro inmediato? Y la respuesta es que febrero pinta mal, para empezar. Porque las cifras de UCI y de ingresados en planta no van a bajar de golpe, sino muy poco a poco, y las matemáticas del Sars-Cov-2 anuncian más luto.
Poner el foco en un apartado concreto permite vislumbrar mejor las tendencias. En este caso, los fallecidos en hospitales representan una muestra fiable. La primera semana de enero se contabilizaban, cada día, una media de 8 fallecidos en ese ámbito. La segunda semana ya eran 11. La tercera, 18. La cuarta se promediaron 25 muertos diarios. En los tres días que van de la quinta semana, más de 33 personas mueren cada día en los hospitales de Castilla y León.
Lo previsible, por tanto, es que estas cifras se mantengan o incluso aumenten en los próximos días.
Pero además, si se toma como referencia la segunda ola, se puede observar que la disminución de los fallecimientos, una vez alcanza unas cifras relevantes, se produce poco a poco. En la segunda ola, en la segunda semana de noviembre, con una incidencia a siete días en torno a 430, se contabilizaban 30 muertos al día en los hospitales de la región. La incidencia bajó las semanas siguientes hasta situarse, en la primera semana de diciembre, en unos 120 casos por cien mil habitantes a 7 días. Sin embargo, la estadística de los fallecidos en hospitales se situaba en 21 al día.
Febrero, además del colapso, se estrena con 613 de incidencia acumulada a 7 días. Así que sus 28 días se van a hacer muy largos.
La esperanza está en las vacunas y en los tratamientos que han dado buenos resultados a nivel experimental, como el fármaco Aplidin. Lo que ocurre es que para ambas cosas hace falta tiempo y eso es precisamente lo que ya no hay en Castilla y León, con los hospitales colapsados y la amenaza segura de la variante británica, más contagiosa.
Otra buena noticia, sin embargo, es que la incidencia acumulada a 7 días empieza a decrecer con cierta consistencia. Es una buena noticia, eso sí, con matices. Francisco Igea, vicepresidente de la Junta, tradujo ayer el desastre a números más asequibles: «Uno de cada 1.000 castellanos y leoneses está hospitalizado por coronavirus». Una barbaridad.
Reducir los contagios es la primera vía para desaturar los hospitales. Y vacunar a los mayores, sin saltarse los protocolos, la mejor forma de evitar los casos más graves y las muertes.
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