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El Gobierno tiene un plan y éste incluye una meta: llegar a 2050 con un país lo más parecido a los ocho mejores de la ... Unión Europea. De conseguirlo, Castilla y León iría algo así como cinco pasos por detrás, si nos atenemos a la experiencia de los últimos años. Pedro Sánchez cree que será necesario «consolidar las conquistas alcanzadas hasta la fecha y resolver viejas asignaturas pendientes». Sobre los ejes definidos en la Estrategia 2050, el panorama de la comunidad autónoma apunta a que habrá que correr 'más que la media' en algunos, pero también aparece mejor posicionada en otros.
Faltan 30 años para el punto de destino del documento y un buen punto de partida para el análisis podría ser ver qué ha sucedido en los pasado 30 años. En este largo plazo, las conquistas son espectaculares.Castilla y León entró en la Unión Europea con un nivel de renta equivalente al 61% de la entonces UE-15. En 1990 había escalado al 69% y diez años después, hasta el 88%.
Antes de seguir con la cronología, un destripe del final: ahora, la comunidad se encuentra algo peor que entonces.
En los años 2006 y 2007, Castilla y León (España también) tocó techo en cuanto a convergencia con la ya UE-27. En ese bienio, la renta per cápita de los castellanos y leoneses alcanzó el 96% de la del conjunto de europeos (España, el 105%). Entonces el pinchazo de la burbuja lo cambió todo y comenzó la marcha atrás hasta llegar a 2018 –el último dato disponible– en el 86% (España, en el 91%). Desde este punto de vista, Castilla y León ha ido recorriendo el camino entre diez y –últimamente– cinco pasos por detrás que la suma de todo el país.
En opinión del presidente del CES autonómico, Enrique Cabero, el plan 2050 es «una estrategia más que oportuna, fundamental. «No debería parecernos algo excepcional, sino que debería incluso ser habitual. La propia Constitución, en su artículo 131, contempla las planificaciones estratégicas, por cierto en el mismo apartado en el que recoge la existencia de los Consejos Económicos y Sociales. Hacer planificaciones a medio o largo plazo es algo necesario y en situaciones complicadas como la actual, también. Yo mismo he propuesto en la Cortes regionales hacer este tipo de análisis en Castilla y León y, en este sentido, hemos presentado el Compromiso 2030 para la comunidad. Tenemos que abordar la reconstrucción económica y social».
Los expertos consultados creen que el texto debería pasar a un ámbito participativo en el que se abra el debate a otros ámbitos: sindicatos, empresarios, organizaciones agrarias, asociaciones de consumidores… a la sociedad civil en definitiva. «Cuanta más gente haga aportaciones, mejor», señala Cabero, en un sentido similar al que alude Ramiro García Fernández, catedrático de Economía Aplicada de la UVA: «El documento está bien construido y entra dentro de la lógica de planificación estratégica; ojalá se hiciera también en Castilla y León donde, por cierto, sí se hacían cuando éramos Objetivo 1 de los fondos de la UE (hasta 2007) porque así nos lo exigían», señala. «Después hay fuerzas externas que actúan para ayudar o no; porque no estamos solos, vivimos en un mundo global y ahí está la covid para demostrarlo».
Juan Carlos de Margarida, decano de los economistas de Valladolid, Palencia y Zamora, opina que «como propuesta es rigurosa y hasta brillante, pero no debemos olvidar que los gobiernos serán cambiantes de aquí a 2050 y para que semejante batería de objetivos pueda cumplirse hará falta un consenso que hasta ahora no ha habido y la colaboración de la sociedad civil y los agentes sociales, que no han participado. Es una estrategia necesaria e ilusionante en la que subyace cierta falta de credibilidad, sobre todo porque conocemos nuestro pasado».
Nueve son los «desafíos de futuro» definidos por los autores del informe 2050: Ser más productivos para crecer mejor; conquistar la vanguardia educativa; mejorar la formación y la recualificación de la población; vivir en una sociedad neutra en carbono, sostenible y resiliente al cambio climático; preparar el estado de bienestar para una sociedad más longeva;promover un desarrollo territorial equilibrado, justo y sostenible; resolver las deficiencias del mercado de trabajo y adaptarlo a las nuevas realidades sociales, económicas y tecnológicas; reducir la pobreza y la desigualdad y reactivar el ascensor social; y ampliar las bases del bienestar futuro.
De ellos, quizá los dos en los que Castilla y León encara sus mayores retos son los que tienen que ver con el desarrollo territorial y el envejecimiento de la población. Su configuración como comunidad (de interior) más extensa de Europa y el perfil de sus habitantes mandan.
De hecho, solo en dos ocasiones aparece citada Castilla y León en las 676 páginas en las que el Gobierno ha esbozado su estrategia para converger con los países más avanzados de la UE. La primera se refiere a la proyección de la población con 65 y más años sobre el total en el año 2035. En España será el 26% del total, mientras que en la comunidad autónoma representará el 34%, la segunda peor tasa tras Asturias (35%).
La segunda es la que trata el crecimiento proyectado del número de hogares en el periodo 2020-2035. En España aumentarán el 6%, mientras que en la región decrecerán el 3%, el peor dato de las 17 autonomías.
En lo que respecta a la población rural de España, el documento señala que «todo apunta a que continuará cayendo, pasando de nueve millones en la actualidad a cinco millones en 2050». El proceso no será igual en todo el territorio y, como norma general, se espera que los municipios rurales más grandes, de entre 5.000 y 10.000 habitantes, sigan creciendo, mientras que los núcleos más pequeños (especialmente aquellos que no llegan a los 500 habitantes) «podrían tener una pérdida de población severa».
Los municipios más envejecidos, ante la ausencia de nuevos nacimientos y de capacidad para atraer población, «podrían extinguirse de forma natural».
Castilla y León alberga 2.248 municipios y solo 16 tienen más de 20.000 habitantes. Apenas 60 tienen más de 5.000 personas empadronadas, lo que deja casi 2.200 con menos de esa población.
Para agravar esta tremenda dispersión está además la despoblación. En 1996,Castilla y León tenía 2,50 millones de habitantes;hoy han bajado a 2,39 millones. Hace 25 años vivían en municipios de menos de 5.000 habitantes un total de 993.267 personas (el 39,6%);hoy hay 792.408 (el 33%).
«La vuelta al mundo rural tal como era en los años 60, que es a lo que suenan algunos mensajes, es algo imposible», explica De Margarida cuando se le pregunta por la despoblación. «Los pueblos no van a ganar población, pero el sector agroalimentario puede salvar lo salvable. Con explotaciones más fuertes e industria transformadora vendrían los servicios, los puestos de trabajo, la supervivencia». Pero requiere años y visión de conjunto, advierte. «Un pueblo impresionante no sirve de nada y, mientras, también las ciudades se vacían. La tranquilidad y el potencial de lo rural está a 20 kilómetros de la capital. Con unos servicios mínimos en los pueblos y visión de conjunto salvaríamos los dos mundos».
El destino de los pueblos dependerá de muchos factores. Según el documento, «de su tamaño actual, su pirámide demográfica, su proximidad con las ciudades cercanas, su capacidad para ganar dinamismo económico y garantizar el acceso a servicios de calidad, o el propio compromiso y arraigo de su ciudadanía».
Los municipios rurales «bien conectados que sepan aprovechar las oportunidades que brindan la transición ecológica y la digitalización para potenciar su atractivo residencial y convertirse en comunidades vivas con proyectos económicos, educativos o culturales, podrán retener o incluso atraer población». Por el contrario, los «periféricos mal conectados y con economías poco diversificadas seguirán perdiendo habitantes», vaticina.
¿Por qué la región va esos cinco pasos por detrás de la media española? Para Ramiro García Fernández, «los datos dan un poco de miedo». «En el periodo 2013-2019 hemos sido la comunidad con mayor pérdida de población; la segunda en la que menos ha crecido el Producto Interior Bruto –un punto menos anual– y la tercera donde menos ha aumentado el empleo, con el 1,44% frente al 2,18% de media. La explicación de lo que nos pasa es larga y habría que remontarse a los años 80, cuando teníamos una economía eminentemente agraria y no se creó industria, mientras que los servicios, como es lógico, florecen en función de la población, que aquí va a menos».
Para Enrique Cabero, desde el punto de vista del reto demográfico, España no puede «seguir concentrando el eje económico e industrial en Madrid, Cataluña y el País Vasco como se ha hecho durante tanto tiempo, sino que debe incorporarse todo el territorio».
«Me hacen gracia quienes se alarman ahora por la despoblación rural –señala Ramiro García Fernández–;¿es que nadie ha leído a Miguel Delibes?», se pregunta/lamenta. «Cuando en El disputado voto del Señor Cayo (1979) le preguntan al protagonista dónde pueden encontrar al resto de vecinos del pueblo, él responde: vayan a Bilbao». Y, sin embargo, el abandonado medio rural le esperan paradojas. «Hay fondos de inversión extranjeros comprando tierras de cultivo. La población mundial va a crecer en 2.000 millones de personas y ante este ámbito de oportunidad, ¿es nuestra agricultura poderosa y está en nuestras manos? Es en esa dirección hacia donde deberíamos movernos», señala.
En cuanto al eje laboral aboga no solo por un nuevo Estatuto de los Trabajadores que atienda los retos que tienen que ver con la organización empresarial, con la globalización y con la integración europea –algo que «debe hacerse desde el diálogo social»– y que se base «en los equilibrios de poderes e intereses y no en reformas unilaterales». «En este sentido tenemos dos graves problemas estructurales cuya solución no debe demorarse más. Uno es el empleo juvenil, una grandísima demanda por resolver que nos convierte en una isla en nuestro entorno. El otro es el empleo de los mayores de 55 años, un colectivo al que no se puede dejar olvidado».
Respecto al diseño de un nuevo modelo económico, Ramiro García advierte de lo que considera un error recurrente en España. «Las empresas tienen ventajas en lugares donde hay aglomeración, es decir, Madrid. Como medio para desarrollar actividades, el medio rural apenas tiene ventajas. Tenemos pueblos donde todo son casas rurales; ¿podemos hacer ahí microchips? Lo dudo. Lo que nos queda es llevar cosas con sentido».
Así, antes que intentar equipararnos a la UE-8, «Castilla y León debería pensar en equipararse a la España-5». Hay que ser realista, saber dónde estamos en relación a quién y saber a quién queremos parecernos. Incluso esto resulta complicado porque no podemos asemejarnos a la Madrid de (Isabel Díaz) Ayuso, que además está a una hora de Valladolid y tiene empleos para todas las carreras que eligen los jóvenes de Castilla y León».
Aboga por atraer actividades, pero lamenta que «la obsesión con poner el foco en el medio rural lo complica todo». «Estamos entretenidos con la despoblación de los pueblos y también Valladolid está perdiendo población sistemáticamente desde 1992».
«Creo que habría que potenciar los sectores en los que estamos bien, como el automóvil o el agroalimentario, para que funcionen aún mejor –añade–. Y estar muy pendientes de las nuevas macrotendencia globales como la transición energética». Para el catedrático universitario «no puede ser que el gobierno de (Juan Vicente) Herrera se pasase años lloriqueando por el cierre de Garoña o de las minas». «Perdimos un tiempo precioso en cuanto a las oportunidades que tiene una región tan extensa como ésta en energías limpias, o en economía circular y bioeconomía. Aquí, donde el 52% del territorio son bosques».
Las oportunidades de Castilla y León de cara a un futuro a largo plazo, con 2050 como meta, no son desdeñables. «Tenemos importantes potencialidades, tanto sociales como económicas», opina Cabero. «Es un hecho que nuestra comunidad es una gran potencia agroalimentaria, algo a lo que en otras épocas no se ha dado valor pero que la pandemia ha cambiado, esperemos que definitivamente. También tenemos grandes posibilidades desde el punto de vista forestal; ahí podemos crecer mucho. Y energéticas, donde somos una potencia en renovables. Pero hay que ir más allá: debemos producir energía no solo para venderla sino para utilizarla más nosotros. Desde el punto de vista industrial también hay un gran margen de crecimiento sobre la base de lo que ya existe. Tenemos un gran sector de automoción y a veces parece que lo damos por supuesto, que no lo valoramos en su justa medida. Somos una potencia en esto. Y contamos con un sistema universitario de gran calidad, también en investigación, pero al que no le sacamos todo el rendimiento que puede aportar. Hace falta conectar mejor el intercambio de conocimiento y la colaboración de nuestras universidades con el sistema productivo».
Si nos referinos a las debilidades de Castilla y León, Enrique Cabero se refiere en primer lugar al reto demográfico y la pérdida de población. «Es un problema nuestro pero también sistémico que requiere tomar decisiones desde la base de creer más en nosotros mismos. Que precisa de unos servicios públicos de calidad y universales y de una mayor capacidad para captar talento y retenerlo». En opinión del presidente del CES, «no acabamos de ser capaces de ver el potencial que tenemos. Hace falta un salto cualitativo en reconocimiento de nuestras posibilidades, tanto socialmente como desde el punto de vista empresarial». Considera «fundamental dotar de mayor dimensión al tejido empresarial. Necesitamos más grandes empresas, pero también ayudar a las medianas para que sean grandes y cuidar a las microempresas y autónomos, que son los que más han sufrido en la situación actual». Sobre todo desearía «que el largo plazo tuviera el mayor consenso social y político posible». «Vivimos en un mundo en el que todo va muy rápido y me da la impresión de que corremos mucho pero sin saber a dónde vamos. Esto ha pasado no de un tiempo a esta parte, sino en los últimos decenios».
Para Juan Carlos de Margarida, en un contexto macroeconómico global tan cambiante como el que vivimos, «antes de pensar en 2050 habría que asegurar 2022». «Lo idóneo sería hacer, además de planes a largo plazo, otros cada dos o tres años para corregir errores y adecuar objetivos. Adolecemos de estrategias a corto, sin las que las de largo plazo no funcionan».
«No digo que tengamos que olvidarnos del coche eléctrico –sostiene–, pero el potencial de nuestro sector agroalimentario es inmenso». Esencial cuando vienen mal dadas y esencial a nivel mundial. «En esto, en Castilla y León somos premium. Pues agrandémoslo para que. en vez de suponer el 5% de la economía. llegue al 25%. Son nuestras raíces y no se puede deslocalizar. ¿Por qué no aprendemos a vendernos como lo hacen los italianos?».
Desde su punto de vista, Castilla necesita dar el salto «desde las iniciativas familiares a los grandes proyectos que aglutinen a productores, transformadores y comercializadores». «Nos falta ímpetu y nos falta estrategia y colaboración entre las administraciones y las organizaciones empresariales. Ahora, el 96% son microempreas que con el menor vaivén se van al traste», lamenta.
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