![Carlos Soria, en el salón de su casa de la localidad madrileña de Moralzarzal, ante una reproducción del Pico Cervino (Alpes) que una de sus hijas le confeccionó a punto de cruz.](https://s3.ppllstatics.com/elnortedecastilla/www/multimedia/202209/24/media/cortadas/carlos1-kEAG-U180151658499DEH-624x385@El%20Norte.jpg)
![Carlos Soria, en el salón de su casa de la localidad madrileña de Moralzarzal, ante una reproducción del Pico Cervino (Alpes) que una de sus hijas le confeccionó a punto de cruz.](https://s3.ppllstatics.com/elnortedecastilla/www/multimedia/202209/24/media/cortadas/carlos1-kEAG-U180151658499DEH-624x385@El%20Norte.jpg)
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He aquí un fenómeno de la naturaleza. Carlos Soria (Ávila, 1939), alpinista desde los 14 años y hoy, casi siete décadas después, referencia mundial para los aficionados a la montaña. Es el alpinista de más edad que ha llegado a la cumbre del K2, la ... segunda más alta del mundo, y atesora en su haber 12 de los 14 ochomiles. Nada le frena en su empeño de culminar los dos que le faltan. Se prepara concienzudamente para ello. Mientras, recibe reconocimientos. Pasado mañana, la Comunidad de Madrid le entrega la medalla de las Siete Estrellas. Después recibirá otro premio en Arenas de San Pedro, donde tiene una vía al Torreón, el pico más emblemático de los Galayos, que por la cara norte subió por primera vez hace 62 años. En primavera le espera el Dhaulajiri, uno de los dos ochomil que le falta por conquistar.
–De profesión, ¿alpinista?
–Tapicero. Montañero, padre de familia numerosa, cuatro hijas, y un pequeño taller de tapicería.
–Sus familias paterna y materna, ¿con la montaña, nada?
–A mis padres, cuando yo era niño, lo único que les importaba es que pudiéramos comer cada día.
–¿La montaña no da para vivir?
–Hay gente que sí, pero yo he vivido toda mi vida de mi trabajo. Tengo 4 hijas, 4 nietos... Y sí, siempre hay tiempo. Uno de los deportes que más me ha gustado es el de aprovechar el tiempo: siempre lo hay para entrenarse, para trabajar, para todo...
–Por aclararnos, ¿es usted un tapicero que escala o un montañero que vivía de la tapicería?
–Un alpinista que trabajó de tapicero toda la vida. De pequeño, cuando iba a Ávila, me gustaba ir al Arroyo del Obispo o a la Balsa Verdeja más que estar en la ciudad. Incluso cuando trabajaba de encuadernador en Madrid me gustaba ir a la hora de comer a la orilla del Manzanares. Casi todos los días. Me llamaba la atención la naturaleza, los ríos, los arroyos... Hasta que con 14 años me fui a La Pedriza con mi amigo Antonio Riaño, con una lona que nos prestaron de una camioneta y unos palos y así pasamos nuestros primeros 15 días en la montaña.
–Y, ¡zas!, ¿flechazo con la montaña?
–Ahí me dije: esto es lo mío. La Pedriza y después, Guadarrama.
–Mantener esa afición, que más parece vocación, haber subido 12 de los 14 ochomiles... ¿Qué tiene la montaña?
–¡La naturaleza es lo más grande que tenemos! Y nos la estamos cargando. Me da rabia cuando solo se habla del cambio climático, pero la cantidad de basura que desarrollamos, cada vez más... Es terrible lo que estamos haciendo contra la naturaleza, terrible.
–Una cosa es subir a la Pedriza o a Guadarrama y otra escalar el primer 8.000. ¿Cómo se hace esa transición?
–De La Pedriza pasé a conocer Gredos; de Gredos, a conocer los Pirineos. La primera vez que fui a los Alpes viajé en moto y quién le iba a decir luego a aquel niño de la postguerra que iba a conocer el mundo por su afición a la montaña. He estado en Indonesia escalando, en la Antártida, en América del Sur y del Norte... En muchas montañas.
–Pero eso cuesta un pastón.
–Hombre, cuando empecé con los ochomiles fue con patrocinadores. Las primeras expediciones las pagaba el Consejo Superior de Deportes y la Federación, más o menos. Mi primera escalada con dificultad fue en 1962 en El Dru, en los Alpes, a los 23 años. Antes había escalado difícil en Prineos y Gredos. En 1968 fui al Cáucaso con una expedición oficial que salió de Madrid para subir al El Brús. Aquello no me costó dinero, pero tuve que dejar el trabajo mientras estaba allí. En 1971 participé en la primera expedición española al McKinley (la montaña más alta de América del Norte). En 1973, fuimos por primera vez desde España a intentar un ochomil, el Manaslu (Nepal), que no lo logramos; en 1975, sí. A partir de ahí, pagándome mi parte y con patrocinios, he hecho otras expediciones.
–Buscar patrocinios, ¡casi nada!
–He tenido muy buenos patrocinadores. Recuerdo la época del BBVA como patrocinador, que fue fantástica.
–Si le faltan dos ochomiles, seguirá buscando patrocinios, ¿no?
–No me he podido ir hace poco porque era imposible. Parte de las últimas expediciones me las he tenido que pagar yo porque no encuentro patrocinador, pero quiero acabar mi proyecto: sobre todo, subir al Dhaulahiri (séptima montaña más alta del mundo, en la cordillera del Himalaya) y voy a ver si lo consigo.
–¡Pero tiene 83 años!
–Estoy preparado para ello, estoy entrenándome continuamente... ¡Es mi vida!
–Estuvo, en su día, muy cerca de coronar el Dhaulahiri.
–Nos colamos de ruta por culpa de la niebla y tuvimos que bajar. Estábamos muy cerca. Y el Shisha Pangma, en el Tibet, tiene dos cumbres por encima de ocho mil metros, pero a la más alta aún no he subido. Si puedo, lo haré también.
–Lleva ya doce de 14.
–El K2 (la segunda montaña más alta de la Tierra y la más difícil de escalar, 8.611 metros) lo subí con 65 años, para celebrar mi jubilación laboral. ¡Y todavía soy la persona más mayor del mundo que ha subido al K2!
–¿Subió solo?
–Con un sherpa.
–Lo pregunto porque en julio en un día ha subido al K2 la mitad de gente que en toda su historia. ¿Qué pensó al verlo?
–Eso es lo que pasa en el mundo. Ahora hay helicópteros por todas partes y, pase lo que pase, hay muchísimo más dinero; si no, no habría cientos de personas en el Himalaya. Antes los sherpas eran gente muy fuerte, que funcionaban bien cargados, y ahora incluso los sherpas son muy técnicos, muy buenos alpinistas, preparan la montaña y hay mucha gente que quiere ir al Everest y al K2.
CARLOS SORIA
Alpinista
–¿Afición o moda?
–Hay directivos americanos que en su tarjeta comercial ponen que han subido al Everest.
–¡Gente pa' tó!, diría el castizo.
–Hay mucho interés por la naturaleza, de todas formas, y en Nepal hay mucha gente. Muchos dicen que qué barbaridad, pero no es una barbaridad: es lo que hay.
–Pero colas así, a esa altura y con ese frío, son un riesgo.
–Con esas colas que se forman, si hay un cambio de tiempo inesperado, la catástrofe y el desastre que se pueden preparar allí van a ser una masacre, totalmente. Por encima de ocho mil metros, una masacre.
–Han cambiado mucho las cosas en el alpinismo. Es de imaginar que, la que más, la tecnología.
–Todo. El equipo, la tecnología, nuestra cabeza. Los españoles éramos un país que no teníamos que ver nada con los alpinos y hoy día España tiene unos alpinistas fantásticos. Es otro mundo distinto al que había. Aquí había mucho aficionado a la montaña en el País Vasco, pero no éramos país de alpinistas.
CARLOS SORIA
Alpinista
–¿A qué atribuye usted ese cambio de cultura o de mentalidad en España?
–A que todo ha evolucionado. Y el alpinismo llama mucho la atención. Y luego está esto de las redes sociales, que ya es el no va más. Se cuentan muchas tonterías, se miente mucho, pero funciona.
–Cuando uno llega arriba, solo...
–Solo, solo, como que no.
–Entienda, puede estar con un sherpa o algunos pocos miembros de la expedición, pero no es algo masificado.
–Hombre, yo he estado solo en el Everest, totalmente. Iba con un sherpa y había, precisamente, una expedición de Castilla y León. Llegue arriba sin el sherpa y hubo un momento en el que estuve solo muy poco tiempo.
–Uno llega a la cumbre, ¿y qué sensaciones experimenta?
–Cuando llego a la cumbre de una montaña de ocho mil metros estoy pensando en la bajada, que es lo más peligroso. Poquito rollo en la cumbre, que está muy bien, pero poco tiempo allí. He disfrutado muchísimo, por ejemplo, viendo amanecer subiendo, que es un momento mágico. Pero en la cumbre, foto y para abajo rápido, que es lo más complicado. Tengo muchos récords por la edad, muchísimos, pero ¿sabe cuál es el que más me gusta?
–Usted dirá.
–Que tengo todos los dedos de las manos y todos los dedos de los pies y nunca me han tenido que sacar de ninguna montaña: he bajado todas por mi propio pie.
–¿Por qué la épica se le da a la subida y no al descenso, si lo importante es regresar?
–¡Yo se la doy, desde luego! Cada uno que le dé la importancia que quiera. He visto en montañas que ha muerto gente en la cumbre de agotamiento. Te puede ocurrir un cambio de tiempo, un fallo cardíaco, pero de agotamiento... Te tienes que dar cuenta antes.
–¿Hay gente que no lo hace?
–Ni de que los pies se les están quedando demasiado fríos. Cuanto te ocurre eso, lo mejor es decir 'vamos para abajo'.
–¿Usted se ha dado la vuelta?
–¡En muchas montañas! Y estoy muy contento de haberme dado la vuelta: no he sentido que sea un fracaso. Al contrario, he pensado que estoy haciendo lo que debo hacer disfrutando de la montaña, pero la vida es muy importante. Y tener las manos y los pies enteros, también. Es un juego, duro, difícil y divertido, pero peligroso si no lo tratas bien.
–A los 83 años, el cuerpo lo que hace es pasarle facturas al ser humano: que si artrosis, que si la espalda, que si la vista...
–¡No lo sabe usted bien!
–Parece que usted tampoco: ni que tuviera el secreto de la longevidad activa.
–Muy activa, sí.
–Y encima con prótesis en una rodilla.
–Me levanto a las 6 de la mañana y me pongo a hacer ejercicio, bicicleta, pesas... Llevo un régimen de vida especial: me acuesto muy temprano y me levanto muy temprano.
–¿Es que le gusta madrugar?
–Me gusta madrugar y en la montaña se debe madrugar.
–¿Por qué?
–Hace mejor tiempo y si tienes cualquier tropiezo, dispones de tiempo para que se solucione.
CARLOS SORIA
Alpinista
–¿Sigue comiendo ajo al levantarse?
–Ahora como ajo a cualquier hora.
–¿Ajo por qué?
–Porque va muy bien para todo. Pero no solo como ajo, ¿eh?, hago algunos desayunos que si los ve, se puede morir. Como todo y de todo. Procuro cuidar mi alimentación y, sobre todo, quemarla.
–¿Cuándo se jubila uno de alpinista?
–¡No hay jubilación! Cuando veas que aquello no te interesa, o que sufres demasiado... No lo sé, no lo sé. Yo creo que no lo voy a dejar.
–Con el tiempo que ha pasado en la montaña solo tantísimos años, ¿se ha parado a pensar qué quiere ser de mayor?
–Sí. Siempre decía: de mayor quiero ser alpinista. Ya incluso cuando era mayor.
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