Secciones
Servicios
Destacamos
He aquí un hombre de campo y del campo. Carlos AlbanoMartín, director de la Escuela de Capacitación Agraria, el nombre de toda la vida del que es el primer centro y el más antiguo de España para formar a los futuros agricultores, el de la ... Santa Espina de Valladolid, hoy centro integrado de FormaciónProfesional. Ingeniero técnico agrícola, hijo de agricultor, asegura que no sabe estar sin subirse a un tractor, sin trastear con los aperos, en definitiva, sin estar pegado a la tierra. Esa tierra de la que tan orgulloso se siente. Como de su actividad en las dos últimas décadas, formador de agricultores. A tres de sus estudiantes los ha dejado recientemente muy bien clasificados en un campeonato de arada en Estonia.
–¡La primera y la más antigua Escuela de Capacitación Agraria de España!
–Esta Escuela lleva abierta 133 años. Inicialmente era para hijos de familias humildes del mundo rural, para educaciones agrarias. Y en 1956 se abrió como la primera Escuela de Capacitación Agraria.
–Hay tareas, como las agrícolas, que parecen más proclives a ser autodidactas: los abuelos desarrollan y enseñan a sus hijos, estos a sus hijos y así sucesivamente. Y, sin embargo, esta escuela demuestra que nada se hace sin estudios...
–Soy hijo de agricultor y desde que estoy metido en este mundo, claro que he aprendido un montón. De tu padre, de tu abuelo puedes aprender cómo lo hacían ellos, pero es que podían estar haciéndolo mal o tener fallos. Aquí, en la Escuela, es la manera de que primero tus profesores te enseñen técnicas y después compartir cómo se hace en otros lugares y aprender.
–Estar en un monasterio, aislados de la civilización urbana y urbanita, ¿ayuda en la tarea de enseñar y aprender?
–De una manera sí y de otra, no.
–Empecemos por la que sí.
–Los chavales aquí interaccionan completamente. Forman grupos a la vez muy cerrados y muy abiertos. Te das cuenta de que los chavales que salen de aquí son lo más puntero de la agricultura de Castilla yLeón, de las explotaciones, de las empresas de servicios... ¿Que pueden luego acabar haciendo una ingeniería? Sí, pero salen de aquí y lo han mamado aquí.
–Sin embargo, aquí se forma a especialistas que van a un sector del que la sociedad come a diario, pero al que cada vez parece que le da más la espalda...
–Está pasando, es verdad y es lo que es. Hemos dado la espalda al campo desde hace mucho y hasta se ha llegado a ver en algún momento como signo de desprestigio: que si el arado, que si el tractor... Pero, esos que actúan así, ¿de qué están comiendo? De lo que se hace en el campo. Y en una sociedad en la que se insiste en que hay que ser tecnológicos. Pues bien, la mayor tecnología está cada vez más en el campo.
–Una aseveración arriesgada...
–Te puedes montar en un tractor ahora mismo y encontrarte diez pantallas, gps, no sé cuantas cosas. Yo algunas no las sé manejar. Hay alumnos que salen de aquí superpreparados que saben montarse en un tractor y manejar todo eso porque en esta escuela hay profesores especialistas que les enseñan. Es pura tecnología, claro. Y se aprende a hacer las cosas bien.
–¿Cuesta motivar a los jóvenes para que se formen en lo agrario o a esta escuela ya se viene motivado?
–Ha habido épocas en las que costaba. Hace unos años, cuando el boom de la construcción, a los chavales les iban a buscar al instituto y, según acababan la ESO, hale, a subirse a un andamio y a ganar un dineral. Aquí no venían.
–Malos tiempos... ¿ya superados?
–Hombre, lo hemos pasado mal, pero ahora mismo nos faltan plazas para cubrir la demanda de estos estudios.
–¿La crisis actuó de revulsivo para volver a mirar a los estudios agrarios?
–Digamos que la crisis nos vino bien para reactivar la matrícula. Y se está haciendo una labor de revalorización del mundo rural que se está notando en este aspecto.
–¿Quién la está haciendo?
–Las administraciones, las personas,... Todos. Me gusta viajar por Europa y en Europa el mundo rural es otro mundo.
–En eso tiene razón.
–Es una cosa que está valorada, porque se ve como un privilegio tener una casa en el pueblo y poder vivir en el pueblo, mientras que aquí quien vivía en el pueblo se pensaba que era porque no podía hacerlo en la ciudad. Es que si yo pudiera vivir en el pueblo, ¡encantado de la vida! Por circunstancias, me toca vivir en la ciudad, pero en cuanto puedo me voy al pueblo.
–Decía Miguel Delibes que «el apego a la tierra proviene, seguramente, del hecho de que el campesino castellano ha dejado literalmente la vida en los surcos». ¿La mecanización del campo hay que colegir entonces que es la culpable del desarraigo que padece el ser humano frente al medio rural?
–En cierto modo, sí; lo que antes en los pueblos lo hacían 50 agricultores, ahora lo llevan entre dos. No es viable una explotación pequeña. Nadie puede vivir hoy como vivían antes con 20 hectáreas. Conozco a un agricultor que labra 300 hectáreas y es de los humildes. Y claro, a su alrededor hay gente mucho más fuerte y potente.
–De la mecanización se pasó a la automatización de tareas; de esta a la digitalización. ¡Esto del campo ya no es lo que era!
–Que no es lo que era, ¡seguro! Lo que mamé yo y lo que mamaron mi padre y mi abuelo es completamente diferente. Ahora, en el campo, mucho es tecnología, pura y dura tecnología. ¡Y tecnología punta en muchos casos!
–Entonces, a ver si le estoy entendiendo: un sector que siempre ha sido llamado primario...
–...¡Está empujando! En el sector agrario, en concreto, la tecnología punta está al orden del día. Más que conducir el volante e interpretar el motor, en un tractor ahora estás tocando botones para sacar datos e interpretarlos informáticamente después.
–Mucha automatización, mucha digitalización, pero como no llueva...
–Hombre, si habla de secano, sí. Pero, ¿y el regadío?
–Me ha pillado.
–Trabajar con regadío es afinar, afinar y afinar y sacar mucho rendimiento.
–¿Y ahí está la madre del cordero?
–Para el que tiene regadío, sí. En muchas zonas de Castilla yLeón, y en otras que son potencialmente a desarrollar, el regadío es muy, pero que muy importante.
–¿Qué es lo que más le cuesta inculcar a sus alumnos a un profesor de Capacitación Agraria? No hablo de técnica, sino casi de psicología...
–A todo docente le cuesta hacer maduros a los chavales que vienen con sus 16 o 17 años. Lo de menos es el conocimiento del que les vas a dotar, que está ahí. Lo más es crearles inquietud, enseñarles a hacerlo y que encuentren encanto a lo que tienen por delante. Y llega un momento en el que ellos mismos sacan su inquietud y se pican a encontrarlo. Y les haces madurar.
–¿Madurar incluso en el sentido de planificar su propia explotación de futuro, con su maquinaria...?
–Aquello de 'me voy a comprar un tractor más grande que el de mi vecino...' Aquí aprenden a que tendrán que comprarse el tractor que deban comprarse. Eso es lo que más cuesta inculcarles.
–Al paso que galopa la despoblación, ¿trabajar en el campo ya no tendrá nada que ver con vivir en el campo?
–Ese es el problema, que no se ha ligado el trabajo en el campo con la vivienda en el campo. Por eso la despoblación. Un agricultor grande a 50 kilómetros de una capital vive en la capital, no se queda en el terreno. Ese es el problema de las ayudas de la PAC: no se ligaron a estar en el terreno.
–¡Ah, la PAC, la PAC! Con lo engorroso que es el papeleo que conlleva. ¿También se aprende aquí a gestionarla?
–Obviamente. En eso también se les educa.
–Usted vio trabajar a su padre sin ayudas de la PAC. No existían en aquella época.
–Mi padre trabajó sin ayudas de la PAC. Y decía: «Estamos creando tontos con las ayudas». Pero ahora se está perfeccionando todo. Ahora la gente se da cuenta de que tiene la ayuda, pero que debe ser mucho más productiva. Pero en un primer momento había mucha gente que arrendaba tierras, pillaba las ayudas, las sembraba de aquella manera y tiraba para adelante.
–¿Es a lo que se refería su padre cuando hablaba de eso de 'estar criando tontos' a costa de las ayudas?
–Sí, los 'atrapaayudas'. No se estaba fomentando al agricultor, sino al chupón.
–La marquesa de Valderas, que creó esta Escuela, y el ministro Cabestany, que tanto la impulsó, ¿qué cree que pensarían si la vieran en pleno 2019?
–Se sentirían orgullosos de que, por lo menos, se siguiera manteniendo esto. No es fácil. Mantener este edificio histórico, mantener esta estructura, estar en medio de todo y de todos es complicado. Nos toca luchar y lidiar con los conflictos.
–Aquí, al calor de la Escuela de Capacitación, se creó unMuseo de Aperos. ¿No merecería el agro castellano y leonés un gran museo regional, al nivel de los de arte?
–Tendría que ser aquí, creo yo, porque las instalaciones están. Yo en su momento hablé con el presidente de la Asociación del Museo de Aperos y este año, por ejemplo, hemos sacado adelante cursos de restauración de aperos, tractores antiguos y maquinaria. Queremos implicar a la gente joven, porque lo que sucede es que quienes impulsaron la Asociación del Museo de Aperos son ya gente mayor y hay que intentar rejuvenecer esa asociación. Captar aperos de todas las provincias, traerlos, ir restaurándolos... El sitio es aquí, pero, claro, hay que impulsarlo.
–Se acusa al agricultor castellano de ser excesivamente individualista. ¿Luchan ustedes en esta escuela contra esa lacra con algún tipo de programa educativo?
–No, en cuanto a programa educativo, no. Cada profesor es un mundo y cada profesor inculca que solos no se puede, que hay que buscar el cooperativismo, el colaborar entre los agricultores. Y cada uno lo explica a su manera, sin necesidad de una asignatura transversal de cooperativismo. Al fin y al cabo, estás trabajando con programas de educación.
–Usted camina a cumplir ya dos décadas en esta escuela. Tal y como ve a la juventud y al sector agrario, ¿ha llegado a arrepentirse de haber recalado en esta profesión docente?
–¡En ningún momento! Yo tengo mucho contacto con los antiguos alumnos. ¡Hasta con la primera promoción a la que di clase! Sigo viéndolos, compruebo que muchos progresan y que la ligazón de los alumnos que salen formados de aquí sigue estando con la agricultura.
–¿Quiénes han vuelto más: aquellos a los que inculcaron unos valores y unas enseñanzas o los que les reprochan que no les advirtieran de lo mal que estaban el campo y el medio rural?
–Reproches no he tenido ninguno. Es verdad que tampoco ha venido ninguno a agradecer lo bien que le pudimos preparar. Pero tengo relación hasta de amistad con muchos antiguos alumnos. Y si me tratan como amigo, tampoco es que les preparásemos muy mal, digo yo.
–De no haber sido usted profesor...
–Nunca quise ser profesor...
–¡Pero bueno!
–Soy ingeniero técnico y me tocó ser profesor. Luego, me ha gustado tanto la docencia, que he seguido con ello.
–¿Y pensó en ser agricultor?
–¡Siempre he sido agricultor! Soy hijo de agricultor, mi mujer tiene una explotación y trabajo la tierra con un cuñado. Si no tuviera ligazón con la tierra, no estaría aquí. Si yo no pudiera de vez en cuando montarme en un tractor, enganchar un apero...
–¿De ahí que preparara a un alumno y que este ganase el concurso de arada celebrado en Estonia hace unas semanas?
–Si fuimos a Estonia es por el prestigio de la Escuela y porque me encantan los tractores y los aperos.
–¿Por qué se propuso lo de Estonia?
–Nos llegó la invitación. Podíamos presentar un alumno de Palencia, otro de Burgos y otro de Valladolid. Al final, optamos por llevar a tres de La Santa Espina. Contacté con el campeón de España de Arada y resulta que su padre había estudiado aquí.
–¡Y llegaron al concurso allá en Estonia y ganaron!
–Uno ganó, otro quedó el quinto y el otro el número 12. De 47 participantes. ¡Gloria bendita!
–¿Repetirán?
–El campeón de España de Arada de Competición, David Rodríguez, va a organizar el campeonato de España en su pueblo, en Mansilla de las Mulas, los días 10 y 11 de noviembre. Los tres alumnos de La Santa Espina que fueron a Estonia irán a Mansilla.
–Con todo su bagaje en el campo, en la educación... ¿tiene claro ya qué quiere ser de mayor?
–¡Seguir como estoy! No tendría problemas para trabajar en una oficina en Valladolid capital, pero si no me levanto cada mañana y vengo a la Escuela de Capacitación a tener contacto con los alumnos, algo que me rejuvenece cada jornada, y a tener contacto con el campo... Me meto en una oficina y duro quince días. Es así.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.