El cardenal Carlos Amigo, en la residencia madrileña en la que vive y se desarrolló la entrevista con El Norte. VIRGINIA CARRASCO

Cardenal Amigo: «Seremos unos ineptos para vivir si no recogemos muchas lecciones de esta pandemia»

El arzobispo emérito de Sevilla, franciscano de Medina de Rioseco, defiende que «lo ideal sea que tengamos medios y recursos para que la gente coma en su casa y no tenga que ponerse en la cola de los comedores de Cáritas»

J. I. Foces

Valladolid

Sábado, 19 de diciembre 2020

He aquí un arquitecto de la espiritualidad que conecta esta con la razón y el corazón desde la fe. Carlos Amigo Vallejo, franciscano cardenal y cardenal franciscano, nacido en Medina de Rioseco (Valladolid) y arzobispo emérito de Sevilla. Si hubiera que definirlo desde el plano ... religioso, no hay duda de que se está ante un hombre de Dios que un día abrazó las enseñanzas del santo de Asís y las ha situado permanentemente en el frontispicio de su acción vital. Si hubiera que hablar de él desde el plano civil, claramente se está ante un caballero terracampino. Si hubiera que expresar con una imagen-metáfora qué representa, es el cardenal que mejor encarna la figura de puente entre religiones y culturas, especialmente entre el Cristianismo y el Islam.

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–Paz y bien (Saludo franciscano)

–Muchas gracias. Igualmente.

–¿Cómo, con 20 años, se planta uno ante su padre médico y le plantea que quiere colgar los libros de Medicina y vestir el hábito franciscano?

–Tuve de cómplices a mis hermanas y hermanos mayores, sobre todo la mayor. No me atrevía a decírselo a mi padre, porque él tenía muchísima ilusión con que yo fuera médico. Pero lo sabía todo por mi madre y mis hermanas y lo recibió como algo que si era el bien para su hijo, era el bien para él.

–Posteriormente, se licenció en Filosofía, se licenció en Psicología, se licenció en Teología. ¿Perdió un buen galeno la Medicina o ganó la Iglesia un pensador?

–Mi idea, tras largos años de estudio en Santiago de Compostela, era las misiones o, simplemente, estar en el convento al que me destinaran y ayudar allí a los demás a predicar el Evangelio. Pero me dijeron: usted a Roma a estudiar Filosofía. ¡Dios mío, Filosofía!

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El cardenal Carlos Amigo Vallejo. VIRGINIA CARRASCO

–¿Por qué '¡Dios mío, Filosofía!'?

–Mi recuerdo, como el de la mayor parte de los que iniciaban estas carreras, es que como que aquello no servía para nada.

–¡Qué dice!

–Claro, era una especie de 'para ser fraile, predicar y celebrar la Eucaristía como que la Filosofía no servía para nada'. Y como no había opción de elegir, pues a estudiar Filosofía en la Universidad Antoniana de Roma. Los primeros meses no entendía nada. ¡Y las clases eran en latín!

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–Me hago cargo.

–Y los profesores, uno irlandés, otro alemán, otro americano... Pero mucho a mucho, le fui tomando el gustillo.

–Va a ser que Dios aprieta...

–Es que aquello te abría unos horizontes de pensamiento. Un profesor me dijo: 'Mira, si tu no sabes dialogar con Heidegger, tampoco vas a saber dialogar con la señora que vende la fruta en tu calle'. La Filosofía te abre la mente, te mete en el pensamiento del otro, aprendes a ver las cosas como las ve el otro. Más que rebatir, primero entender. Me fui metiendo en la Filosofía y después... ¡cuánto me ha ayudado para hablar con los que convivían conmigo!

Carlos Amigo posa para la entrevista con El Norte. VIRGINIA CARRASCO

–De Roma y la Filosofía, a Madrid a estudiar Psicología.

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–Y al mismo tiempo daba clases en un instituto de Ortofonía.

–Pero esa es una especialidad para corregir deficiencias de articulación, voz y la manera de respirar.

–En ese instituto había tratamiento para personas con defectos en el lenguaje, pero hacían los estudios ordinarios de Bachillerato: sordomudos, dislexia, tartamudez... Me tocó la sección de sordomudos como profesor de Filosofía. Aquello, naturalmente, era incomprensible. Y a los cuatro días fui a ver al director y le dije que le agradecía la confianza, pero era una pérdida de tiempo: ni me entendían a mí los alumnos ni yo a ellos. No obstante le dije que a lo mejor con paciencia...

–La paciencia todo lo puede.

–Me dijo que me dejase de paciencia y que me diese cuenta de que eran sordos y que me tenían que entender sin pensar en los oídos. Me decía que tratase de meterme en ellos, viese sus limitaciones y las salvase. ¡Fue una pedagogía espléndida! Aprendí muchísimo. Una vez me preguntó Carlos Herrera, el periodista...

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–...Con el que mantiene estrecha amistad...

–Sí, desde hace años; me preguntó por el profesor que más y mejor huella había dejado en mi vida y le dije que sin duda los alumnos del Instituto de Ortofonía. Me enseñaron tantas cosas...

–Ya que estamos con el Carlos Amigo joven profesor de jóvenes, ¿tiene alguna clave que expliquen por qué parece que la Iglesia y los jóvenes están distanciados?

–Vamos a las parroquias y encontramos muchos jóvenes; a lo mejor no en el templo, pero sí en grupos de oración, de acción caritativa y social, como voluntarios de Cáritas, en grupos de misiones, de universitarios que se comprometen a pasar las vacaciones asistiendo en países subdesarrollados. Hay jóvenes de otra manera. Pero es que a los jóvenes muchas veces no se les encuentra ya ni en el cine. Tienen otra forma de estar, de vivir. Un detalle...

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–Cuente, cuente.

–En 1992 estábamos esperando a entrar a una audiencia con el Rey los miembros de la Comisión estatal del V Centenario; había personas de muchos sectores sociales y hablando con dos sindicalistas, me reconoció que menudo problema tenían para que la gente joven se comprometiera con la labor sindical. ¡Era 1992!

–¿Un problema más común de lo que parece, entonces?

–Pues será que no comprendemos a los jóvenes, o que estos nos piden aquello que nosotros no sabemos dar o no podemos dar. Y vuelvo a lo de la educación: métete en su piel y desde ahí ayúdale a buscar a lo que le puede ayudar en la vida, comprometiéndole con algo en lo que se sienta activo y sirva a los demás. Eso les entusiasma. Por ejemplo, asuntos de voluntariado.

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«Las grandes obras de la Iglesia en la caridad y la enseñanza han tenido siempre a mujeres como protagonistas»

CARLOS AMIGO

–Claro, porque con la pandemia y las terribles consecuencias de la crisis emerge de nuevo la figura de la Iglesia como asidero de miles de familias necesitadas.

–El dinero que se distribuye a esas familias, las ayudas, los voluntarios que lo hacen posible, los centros que se abren... Lo ideal es que tengamos los medios y recursos necesarios para que la gente coma en su casa y no tenga que ponerse en la cola del comedor de Cáritas. Para comer, mejor en casa.

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–Entiendo que quiere decir que...

–Que muy bien, que una cosa es la emergencia y que no podemos dejar que la gente pase hambre, pero que nos acostumbremos a que las colas en un centro social no puede ser la solución. Y por cierto, personas que participan en proyectos sociales fuera de España también han aumentado mucho. Cuando Benedicto XVI viajó a Reino Unido, un periodista le habló de que la Iglesia Católica en aquel país no aparecía. Y el Papa respondió que la Iglesia no está preocupada por los números y los aplausos.

–¿Y por qué está preocupada?

–Por hacer presente a Cristo en la sociedad. Esa es la misión de la Iglesia. Y no se puede separar el culto de la caridad, la solidaridad y el apoyo a los demás.

–Pero es imposible muchas veces no mirarla con los ojos de los escándalos sobre pederastia, las finanzas vaticanas...

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–Tengo que aceptar que somos creyentes y pecadores. Y que precisamente el pecado es hacer aquello que no le gusta a Dios. A Dios no le gusta que le des con la puerta en las narices al que viene a pedir, y cuando le das con la puerta en las narices, sientes remordimiento: ese es el pecado. Estos pecados, esas malicias tienen que ser un revulsivo para las actitudes que pide el Papa Francisco: vamos a asumir estos problemas y vamos a hacer lo posible porque esto no suceda más. Y esto va desde la educación de las personas hasta los correctivos que tiene que haber. Pero, desde luego, de ninguna de las maneras tirar la toalla, sino lavarla todo lo mejor que sea posible.

–En estos tiempos pandémicos la fraternidad (tema de la última encíclica del Papa) se ha visto que es esencial. ¿Hay riesgo de que en cuanto esto mejore, sí te ví necesitado no me acuerdo?

–Eso es cierto: Ahora, las obras eternas solamente las hace Dios y los hombres tropezamos muchas veces, pero caminamos. Y entonces lo que hay que hacer es evitar obstáculos, enseñarnos a cómo superarlos, que la guerra no es la solución, por ejemplo. Yo he convivido muchos años con musulmanes, hablaba con ellos, con sus familias, en las fiestas del Ramadán nos felicitábamos. Pasará la pandemia, pero tendremos que recoger muchas lecciones.

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–¿De verdad cree que seremos capaces de sacar lecciones?

–Si no, seremos unos ineptos para vivir. ¿O es que creemos que no va a haber otras pandemias? Naturalmente tendremos que invertir más en investigación para que cuando nos sorprenda una enfermedad tengamos ya el conocimiento necesario para vencerla.

–Como obispo de Tánger, practicó usted el dialogo entre religiones, entre civilizaciones. ¿Hasta dónde cree que puede dispararse el islamismo en España por la llegada de inmigrantes?

–El Islam son muchos millones de personas, de distintos niveles sociales. Hay un diálogo fundamental, que es el diálogo de la vida.

–¿Y cómo se practica?

–¡Viviendo con los demás y escuchándoles! Ver aquello que nos une, que es mucho más que lo que nos separa. Al diálogo de la vida no lo sustituye nada. Y después vienen los diálogos a los más altos niveles.

«No escribiré unas memorias. Lo que puedo decir ya está dicho y lo que no puedo decir, no lo debo decir»

CARLOS AMIGO

–Usted ha participado en alguno.

–Uno de los primeros fue precisamente en Libia, promovido por Gadafi. Tendría que escribir unas memorias...

–¿Lo hará?

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–No, porque tengo poca memoria. Y porque las cosas que puedo decir ya se han dicho y las que no puedo decir, no las debo decir.

–Se distinguió cuando fue arzobispo de Sevilla por su rechazo a la discriminación de la mujer en las cofradías de Semana Santa. Fue un avance espectacular, pero falta mucho para que esa igualdad sea real en otros ámbitos de la Iglesia. Fíjese qué paradoja: muchas parroquias se mantienen vivas gracias al trabajo de las mujeres.

–Muchos hombres han tenido como catequistas en su infancia y juventud a mujeres. Las grandes órdenes misioneras han sido de mujeres. Quienes más han atendido a los ancianos en las residencias han sido y son mujeres. Y las grandes obras de la Iglesia en la caridad y la enseñanza han tenido siempre como protagonistas a mujeres.

El cardenal, junto a un árbol navideño en la residencia sacerdotal en la que vive en Madrid. VIRGINIA CARRASCO

–Usted vio que en las cofradías sevillanas... como que las mujeres estaban en segundo plano.

–Que las mujeres participaran en las estaciones de penitencia me parecía lo normal, pero a mí lo que me interesaba era que pudiesen ser hermanas mayores, es decir, quienes dirigieran la cofradía. Y estudié todo aquello.

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–Ardua labor tuvo que afrontar.

–Lo estudié desde el punto de vista canónico, de la cultura popular, de la organización... Consulte a muchas personas.

–¿Pero qué le llevó definitivamente a decidir que no se aprobaría ningún estatuto que pusieran limitaciones a la participación de las mujeres?

–Visitaba una cofradía el Jueves Santo por la mañana, cumpliendo la tradición sevillana, y una persona de la junta de gobierno se despidió antes de finalizar porque su hijo salía por primera vez en la estación de penitencia como nazareno. Otro que estaba allí exclamó: '¡Qué envidia me das!, porque yo solo tengo hijas'. Ahí decidí que como dependiera de mí, ningún padre volvería a pasar envidia por eso. Y cambié la norma.

–¡Le costaría críticas a tutiplén!

–Sí, pero hoy hay mujeres en todas las juntas de gobierno y cabildos. ¿Y qué ha permitido eso? Que haya mejorado todo. Y no ha pasado nada.

–¿Y si hubiera pasado?

–Aunque hubiera pasado, habría tomado la decisión que tomé.

–60 años desde su ordenación sacerdotal, 46 desde la ordenación episcopal, 17 desde la creación como cardenal... Mira atrás en el tiempo, ¿y qué ve de aquel joven riosecano que con 20 años decidió seguir al santo de Asís?

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–El hábito franciscano que me puse por primera vez. La primera vocación es la que permanece. Si cuando llamé a la puerta del convento franciscano de Santiago de Compostela, siendo yo muy joven, me hubiesen dicho que llegaría ser provincial de la Orden, después arzobispo y después cardenal, ¿qué hubiera hecho yo? Me habría marchado: ¡Si yo solo quería ser fraile! Los oficios a los que me han requerido los he hecho con muchísimo gusto y he servido a los demás, pero siempre desde mi primera vocación que cristalizó en profesar la vida franciscana, que no solo no ha impedido nada, sino que siempre me ha ayudado, porque son unos principios tan universales, la sencillez, la fraternidad, el servicio a los pobres, que con ellos conecta siempre rápidamente uno. Por eso San Francisco de Asís es un santo al que nadie le critica. Radicalmente, mis orígenes no han cambiado.

–¿Ha mantenido entonces sus raíces terracampinas, pese a haber salido joven de Rioseco?

–Yo me llevé de mi tierra aquello que mamé y viví: la forma de ser y vivir. Eso es una riqueza de la propia cultura. Ojo, eso es muy importante: uno no debe renunciar a la propia cultura. Una cosa es que convivamos culturas diferentes y otra que sea una especie de amalgama. ¡No señor! Pueden convivir culturas completamente diferentes.

–Con todo su bagaje, habiendo estado en dos cónclaves para eligir Papa (Benedicto XVI y Francisco I), ¿sabe ya qué quiere ser de mayor?

–Franciscano.

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