Si hay una localidad marcada por los efectos de la progresiva extinción del cangrejo local es Herrera de Pisuerga. Con un festival nacional dedicado a este crustáceo y la Casa del Cangrejo como epicentro divulgativo de lo que ha significado su presencia en la zona, ... la localidad palentina ha visto cómo esta tipología ha desaparecido de sus cuencas dejando de ser un elemento esencial de la economía y el comercio. «Hasta los años noventa se pescaba el cangrejo de patas blancas, había cupos y tallas para su captura, y eso generaba una actividad económica y social porque era ambientalmente sostenible, pero todo eso se acabó al introducirse las variedades americanas que arrasaron la local, por lo que dejó de comercializarse y privó a la zona de parte de su aporte económico y social, pues esos ingresos se compaginaban en muchas familias con los del campo; y socialmente se pasó a no fijar población», resume David Tutor, educador ambiental de la Casa del Cangrejo, dependiente de la Fundación Patrimonio Natural de la Junta de Castilla y León.
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Lo que también se ha alterado es el ecosistema fluvial. Una perturbación que se inició en los años ochenta con la introducción de las especies invasoras y con ella el declive de la nativa. «Hay vestigios de nuestro cangrejo de patas blancas desde antes de los romanos; entonces estaba adaptado a un ecosistema en el que su labor fundamental era ser carroñero, el barrendero de los ríos, un papel decisivo para evitar la transmisión de enfermedades, pues cuando moría una trucha o un barbo se comían sus restos; sin esa labor se genera un problema de contaminación en las aguas y todo cambia cuando a finales de los ochenta empieza a entrar en declive la especie autóctona por la introducción de las americanas, que también son carroñeras, pero en su hábitat, pues nada tienen que ver los ríos de México o EE UU con los nuestros en caudal o presencia de depredadores».
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De hecho, arguye David Tutor que mientras un crustáceo de patas blancas pone entre 80 y 120 huevos, el rojo que se introdujo en criaderos y piscifactorías «pone 400 cuando en el cauce solo hay comida para 80. Y las variedades americanas ya no se dedican a ser carroñeras, sino que han pasado a ser depredadores y cazan peces, ranas, anfibios, tritones... salen incluso fuera del río y llegan incluso a salir a las huertas a por maíz».
Las alteraciones de los hábitats naturales han traído consigo también en los ríos la aparición de siluros y lucios, convirtiendo los cauces, según señalan no pocos pescadores, «en ejemplo de maltrato a un ecosistema con la introducción de grupos invasores que hacen que colapse».
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