He aquí una mujer mezcla de tenacidad y optimismo a partes iguales. Belén Fuertes Busquets (Valladolid, 44 años). Criada en Medina de Rioseco –donde residen sus padres– hasta los 19 años, reside en la localidad gaditana de El Puerto de Santa María, donde acaba de ... volver a impartir clase en un colegio de Educación Especial, tras treinta meses de baja por un cáncer de mama, que ha superado. Cuenta su experiencia en 'Ahora te veo, cáncer'. Pero no se queda en el relato de lo que ha tenido que pasar; al contrario, muestra el libro como una caja de herramientas para que cada persona, enferma o no de cáncer, pueda utilizarlas a su conveniencia. El 23 de octubre estará a las 17:00 horas en Tordesillas presentando el libro. Dice que ha pasado de la oscuridad a la luz más brillante que se pueda concebir . En esta entrevista se abre en canal, se sincera, detalla, narra y propone, con una concepción vitalista, pese a la dura realidad que ha tenido que atravesar, que sirve de ejemplo. Ella insiste que no se ve ejemplo de nada ni para nadie, pero si aceptáramos que esta mujer no es un ejemplo para los demás, eso implicaría que este mundo se ha quedado sin ejemplos.
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–Largo periodo de baja.
–Dos años y medio, hasta que el pasado 2 de septiembre he podido volver. Así que, a por todas.
–¿Desesperante periodo de baja?
–Mi trabajo es en un colegio especial, con chavales especiales. Entonces, tienes que estar recuperada al 100% y, en ocasiones, al 200%. A veces asemejo el trabajo de un profesor de Educación Especial en un colegio al de un médico de urgencias: cada día es inesperado, no sabes lo que va a pasar. Yo trabajo con chavales de 16 a 21 años, entonces ya son hombres y mujeres y no están, además, organizados por etiologías, sino que lo están por edad. Me encuentro con muchas patologías y es un trabajo individual totalmente, con mucho control.
–El regreso a la actividad docente requería preparación especial, pues.
–No estaba preparada ni emocional ni psicológicamente, el primer año por el tratamiento y el segundo, por ansiedad: me incorporé y enseguida me dieron de baja otra vez. ¡No podía, no podía...! Los estímulos eran tantos que me generaban ataques de pánico, pesadillas...
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–¿Todo derivado de haber pasado un cáncer?
–Es como la pescadilla que se muerde la cola, como el huevo y la gallina: ¿qué se produjo antes, el estado de alerta con el que llevo viviendo 22 años como maestra de Educación Especial o el parón del cáncer después que hizo de freno de mano y posteriormente la vuelta a trabajar? Después de un tiempo me veo con ganas y fuerzas de volver. Y de poner límites.
–¿Límites de qué tipo?
–Decir hasta aquí puedo llegar y hasta ahí, no. Gracias al año y medio que he estado trabajándome he podido dar mis pasitos. Al principio no podía siquiera ir de visita al colegio de Educación especial. Era bajarme el coche y ponerme a llorar como una chiquilla. No podía sostener ese estado de alerta. Ha habido un trabajo muy profundo y muy grande ahí detrás.
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–Dice en el libro que tuvo que aparecer el cáncer para que pudiera aprender a cuidarse. ¿Tanto se descuidaba a sí misma?
–Enlazo un poco con el trabajo: para mí el cáncer fue cuestionarme la vida. Antes siempre ponía a los demás en primer lugar y dejaba siempre mis necesidades para el último lugar. Por delante los niños, el trabajo, proyectos en el Sahara... Fíjese cómo será de fuerte el vínculo que tengo con mis alumnos que adopté a una alumna, que falleció el pasado mes de octubre, a los 36 años. Llevaba con esta alumna 20 años, he sido su familia esos veinte años. Pertenecía a una Fundación y la adopté: adapté mi casa para ella. Fue una hija para mí.
–¿Siempre ha vivido usted sola?
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–Excepto esos años con esta alumna que adopté, sí, sola.
–Llama cáncer al cáncer, no acude a eufemismos o sustitutivos...
–Es que es lo que es. Titulé el libro 'Ahora te veo, cáncer' porque muchas veces no queremos ver. '¿Qué tal vas con lo tuyo?', te dicen. Yo, al contrario, quiero expresarlo. Una manera de sanar la enfermedad y todos los miedos que tenemos y vivimos es nombrándolo y poniéndolo voz. El libro es una manera creativa de sanar mi proceso de cáncer. Todos mis miedos, todo lo que he vivido está ahí.
–Cuenta en el libro que a raíz del cáncer se volvió muy exigente con la nutrición.
–Claro. Cuando sales de una operación tu sistema inmune está por los suelos. Al tener cáncer, el azúcar es propenso a que se reproduzcan las células cancerígenas. Haces como cuidarte más. Todo lo que son productos antioxidantes te mejora; una dieta alcalina, es preventiva. Yo busqué todas las fórmulas de alimentación preventivas para que no se volviera a reproducir.
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Belén Fuertes
Autora de 'Ahora te veo, cáncer'
–Si se enseñaran en las escuela hábitos saludables de nutrición, por ejemplo, se evitaría que avanzase rápido determinado tipo de cáncer?
–Prevenir es la palabra, prevenir. Al final la genética es la genética y el cáncer, el cáncer y si te va a tocar, te va a tocar. El cáncer nos va a llegar de una manera a todos, más o menos; es como la diabetes. Vamos a tener que aprender a vivir con cáncer, con nuestro tratamiento y cronificar lo que es el cáncer. Todo lo que sean hábitos saludables, y no solo la alimentación, sino no fumar y el alcohol dejarlo a un lado, saber marcar los límites, descansar, escucharte...
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–Detalla en el libro que atribuye que se le formara el tumor al hecho de no haber gestionado con la paz suficiente ciertos hechos. ¿Por qué llegó a esa conclusión?
–Lo de la alumna que adopté, el desgaste por mi trabajo, un grado de implicación en todo sin poner límites... A eso me refiero.
–¿No haber sabido frenar?
–Exactamente.
–Lo que pasa es que cuando alguien está en eso...
–¡Cuando estás dentro no lo ves! Por eso digo lo de que el cáncer me ayudó a ver, me hizo parar en seco y darme cuenta de cómo no ponía límites.
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Belén Fuertes
Autora de 'Ahora te veo, cáncer'
–¿Por eso cree (así lo escribe) que el cáncer no vino para castigarle?
–Es que no creo que el cáncer viniera a castigarme a mí. Ni creo que venga a castigar a nadie. El cáncer es, simplemente, un mensajero.
–¿Un mensajero?
–Sí, un mensajero.
–Pero el cáncer es...
–¿Trata usted de hablarme de la muerte?
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–Claro, sí.
–Pero es que la vida acaba en la muerte.
–Pero de que acelere el final una enfermedad...
–El cáncer no solamente es muerte. De hecho, mi libro es un punto de vista distinto a esa conclusión, verlo desde otro lugar.
–Desde ese lugar, al menos se preguntaría que por qué le tocó a usted.
–¿Usted se ha preguntado alguna vez por qué tiene los ojos marrones?
–¡Mujer, no compare!
–Pues, fíjese, a nivel genético, viene por lo mismo. Al que le da un infarto, ¿por qué le da un infarto? Pues es lo mismo. Al final, la enfermedad es una parte de la vida, una etapa, y hay que vivirla como una más, no tiene por qué ser el final. Por eso en todo momento veo el cáncer como un proceso, en el que puede terminar tu vida, pero que también puede llevarte a otro tipo de vida.
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Belén Fuertes
Autora de 'Ahora te veo, cáncer'
–¿Mejor que la que se tenía?
–Distinta, con otras prioridades.
–Escribe: «Me senté frente al cáncer y pude verlo y escucharlo». ¿Y qué le dijo?
–Me decía que tenía que aprender a poner límites, que tenía que escucharme, que tenía que bajar el ritmo. Yo siempre estaba en cinco o seis proyectos a la vez. Soy una persona muy solidaria, muy involucrada en proyectos humanitarios. Vivía para los demás. Era mi vida. Y ahora, no.
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–¿Ahora cómo es?
–Ahora parto de mí: yo primero, yo me cuido, yo estoy bien y entonces, a partir de eso, lo demás.
–¿No teme parecer egoísta?
–Nada, nada, para nada. Primero me filtro: ¿Qué necesito yo? ¿Puedo abarcar este proyecto? Pero siempre bajo la situación en la que estoy, física, emocional, relacional... Hago esto porque puedo y quiero hacerlo; lo analizo y si es que sí, luego lo hago.
–Cuenta que pidió ayuda a sus ancestros la víspera de que le confirmaran el diagnóstico.
–Justo el día antes terminaba una formación de constelaciones familiares. Además de maestra soy terapeuta...
–Se ha formado en Psicomotricidad, Terapia Gestalt en la escuela SAL, Constelaciones familiares con ECOS, Hipnoterapia integrativa, Sexualidad sagrada, Registros akásicos en Escuela Rashmi y Constelaciones familiares con muñecos.
–El cáncer me vino a enseñar que necesitaba contactar con esa parte más espiritual. Los registros akásicos es contactar con esa parte divina que somos cada uno, ese amor universal que nos une a todos. Desde ahí ha sido también conectar con ese amor tan grande, ver qué me une a otras personas y sanar. La víspera del diagnóstico terminaba la formación de constelaciones familiares, en la que trabajas todo el sistema familiar. Dentro del sistema, tú tomas la energía vital, la que has heredado de tus padres, éstos de tus abuelos, éstos de tus bisabuelos... Entonces fue como un llamamiento a todos esos seres de luz que nos acompañan, que nos dan esa fuerza vital para caminar hacia adelante y así poder vivir con paz el diagnóstico, fuera el que fuese. Y le juro que a mí me han llevado en volandas durante toda la enfermedad. Al día siguiente viví el diagnóstico con una paz increíble.
–Y escribió el libro, ¿para qué?
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–Este libro fue la expresión para poder sanar todo lo que había vivido en el cáncer y es un abanico de herramientas que cada persona puede buscar y elegir para poder vivir cualquier proceso, no solo el cáncer. Y vivir la vida desde un lugar amoroso. Se puede vivir el cáncer de otra manera, no solamente relacionándolo con la muerte: hay otro punto de vista en el que del cáncer podemos aprender mucho y bueno también.
–¿Y los sentimientos dónde quedan?
–Los sentimientos están y se trata de buscar la forma creativa que quieras utilizar. El libro habla de muchas herramientas, un abanico de posibilidades en el que cada uno puede elegir lo que más vaya consigo mismo.
–¿Sintió miedo en algún momento a no poder recuperarse?
–A no recuperarme, no: tenía claro que iba a batallar y que iba a salir. Al principio sí tuve miedo del contacto con la muerte; luego, te remangas y te dices que vale, que eso es una batalla, un proceso, y que quiero vivir. Y también es una decisión, porque si nos abandonamos y nos quedamos con el miedo, al final nos consumimos. Yo soy una persona muy vitalista, que siempre he estado hacia adelante, disfrutona, muy disfrutona, y por eso me dije que el cáncer no me iba a parar. Si me ha parado ha sido para aprender, pero no para morir.
–Dice que su vida ha dado un giro de 180 grados, que ha pasado de la oscuridad a una vida diferente llamada luz.
–Yo ahora mismo vivo más tranquila, más abierta a los sentidos, me doy mi tiempo. La sociedad nos lleva siempre a la carrera y ahora hay cosas que me planteo que hay que hacer, pero antes dedico un rato al día a mí misma, sea paseando, sea haciendo deporte, o simplemente de una manera contemplativa, o meditando, sin pensar, sin hacer.
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–Pero esa vida acelerada sigue ahí afuera...
–Claro, pero de ese hacer continuo en el que estaba con el cáncer he pasado a un plan B y ahora no me siento ni en competición ni en nada. Hago hasta donde llego, va en función de vivirlo todo con paz interior y mucha tranquilidad. Para mí eso es ahora lo fundamental en la vida.
–Termina el libro con una carta que comienza así: «Para tí, querido cáncer de mama...». ¿Querido?
–Claro, porque he aprendido mucho del cáncer y me siento agradecida. Me he cuestionado tantas cosas, he sido capaz de ver y darme cuenta de tanto, que me siento agradecida.
–Y en todo este proceso, ¿se ha parado a pensar qué quiere ser de mayor?
–Yo vivo hoy, no vivo mañana.
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