He aquí un periodista que lleva toda su vida pegado a la actualidad. Manuel Campo Vidal que, además de informador y comunicador, es doctor en Sociología, ingeniero técnico industrial , presidente emérito de la Academia de Televisión y fundador del Instituto de Comunicación Empresarial y de ... Next Comunicación. Precisamente, desde su vocación periodística, que le ha convertido en referencia informativa de varias generaciones de españoles, lleva años haciendo de la despoblación análisis, descripciones y propuestas que ha recogido en un amplio ensayo, 'La España despoblada. Crónicas de emigración, abandono y esperanza', término este, esperanza, que impregna su actividad en esta materia.
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–¿Qué lleva a un periodista a ponerse a escribir un ensayo sobre despoblación en España?
–La despoblación es la historia de mi vida y la de millones de ciudadanos en este país.
–Pero vamos a su caso.
–En 1960 mis padres, mis hermanos y yo emigramos desde un pueblo del Pirineo aragonés. Teníamos tres destinos en el horizonte: Barcelona, Zaragoza y Australia. Fuimos a Barcelona, por suerte.
–¿Por qué por suerte?
–Barcelona era un lugar de modernidad, muy europeo. Luego se provincianizó con el nacionalismo y no tiene ahora la pujanza de aquellos años. Entonces, comparada con Madrid, con Valencia o con Zaragoza, Barcelona era Europea y España, no.
–Cuando se habla de despoblación se dice: España vacía, vaciada, dispersa, despoblada, abandonada, deshabitada o de interior. Usted ha elegido 'despoblada'. ¿Con qué argumento?
–Hace veinte años, con Labordeta y Marcelino Iglesias (presidente de Aragón entre 1999 y 2011), lo llamábamos 'España interior'. Pero es incorrecto: está Madrid como isla aspiradora de gente y talento. En 2015 vino el libro de Sergio del Molino, que lo llamó la 'España vacía', y parecía un hallazgo. Luego, los de Teruel dijeron que si algo está vacío puede parecer que lo hubiera estado siempre y esto estaba lleno, pero se vació; llamémoslo, dijeron, 'España vaciada'. El término es feo, pero hizo fortuna. No la tuvo lo de 'España abandonada.' Y luego nos vamos inclinando por 'España despoblada' porque hace referencia a personas que hubo un día allí. Pero no hay lucha semántica: llamémoslo como queramos: nos entendemos ya que todos hablamos de lo mismo.
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–Si la despoblación se arrastra desde mediados del XIX, ¿nadie se ha dado cuenta en los sucesivos gobiernos y regímenes?
–España se despoblaba por varias razones. La primera, porque según mi admirado Pierre Bilard, del que fui alumno en París, tenía en aquella época más densidad de población que otros países europeos. La segunda razón es que a España la revolución industrial llegó 50 años después de haberse iniciado en Inglaterra. Claro, la situación era muy difícil y la gente se tuvo que marchar. Antes de acabar el XIX un millón de gallegos se fue a América y entre principios del XX y 1925 se marchó otro millón de gallegos. En aquel momento, Galicia tenía más población que Cataluña; hoy, Cataluña triplica a Galicia.
–Insisto, ¿los gobiernos de entonces no lo veían?
–Hicieron lo que yo llamo el abandono. Mi libro tiene por subtítulo 'Crónicas de emigración', que es lo que hubo; 'de abandono', ahí se quedan los pueblos; y, luego, 'de esperanza'.
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MANUEL CAMPO VIDAL
–¿Qué cree que falla en el sistema educativo, en los hogares,... no sé donde, para que si en el 85% del territorio está solo el 20% de la población este esté dando de comer al 80% que vive en el 15% del territorio español?
–Fundamentalmente, falla la oferta de trabajo. La zona rural no lo tiene. Hoy la gente viviría en un pueblo si tuviera oportunidades. Durante muchos años, sobre todo en el Franquismo, la subcultura popular en películas y series de televisión dibujaba, con Paco Martínez Soria, que los del pueblo eran los catetos y los listos se iban a las ciudades. Ahí está el 'Vente a Alemania, Pepe', con Alfredo Landa... Ha llegado la pandemia y la gente dice «A ver si los tontos somos nosotros, que estamos debajo de una boina de contaminación y en los pueblos hay muchísima más salud». España es un país profundamente desequilibrado.
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–¿Qué problema tienen los políticos que a la despoblación lo llaman reto demográfico? ¿No encararían mejor el problema si no usasen ese eufemismo?
–Eso es un resumen de dos cosas: hay despoblación y hay un declive demográfico. España es el país más envejecido del mundo después de Japón y tenemos una profunda descompensación entre el sistema de ciudades y el de espacios que se siguen despoblando. Y cuidado: hay 27 capitales de provincia que pierden población. La gente va de Sarria a Lugo y de allí después otros se van a Madrid o a Barcelona. Tengo diez sobrinos en edad de trabajar y cinco viven en el extranjero; los cinco son de ciudades y se han ido de España a buscar trabajo. Y lo han encontrado
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–Sin embargo, usted defiende que esa España despoblada está llena de oportunidades. ¿Dónde?
–Hay un año, 2019, que es el de la eclosión: de pronto cien plataformas convocan una manifestación en Madrid. Hubo unas elecciones y apenas se habló del tema. Luego se convocó al grito de 'Yo paro por mi pueblo' y sonaron las campanas de muchos pueblos. Y después ha habido la elección de un diputado nacional y dos senadores de Teruel Existe. Nadie daba un duro por ellos. ¿Qué tienen detrás?
–Seguro que nos lo dice...
–Veintidós años de trabajo, ¿eh?, veintidós. Por ese y otros hitos en 2019 hubo una eclosión. En 2020 hay una pandemia y, de pronto, la ciudad se da cuenta de que comemos porque hay unos agricultores, unos ganaderos y unos transportistas trabajando, unos tipos a los que les debemos que no se haya cortado la cadena de suministro alimentario, algo muy importante y muy de agradecer.
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–Y este 2021, ¿qué?
–Pues se deben concretar muchas cosas a hacer. A ver, ventajas que tenemos este 2021...
–¡Qué bien! ¡Por fin alguien que ve ventajas en este año!, que tal y como ha empezado...
–Va a entrar un dinero de los Fondos Europeos de Recuperación de los que el Gobierno asignará 2.500 millones de euros para ir trabajando en próximos años en la España despoblada. Segunda cuestión, se ha acelerado la instalación de la red de fibra óptica, aunque ahora se puede tener en cualquier casa, hasta en una montaña perdida, vía satélite...
–Pero eso es caro.
–No. Hay una subvención de red.es, pero nadie lo sabe. ¿Cuanto cuesta instalarlo? ¿500 euros? Pues te los dan ellos y la gente no va a pedirlo porque no se ha publicitado suficientemente bien.
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–Vamos, como el que asó la manteca, entonces.
–Es así. Nadie lo cuenta. Vas a red.es, te metes en esa web y ellos te dicen que te cubren los costes de instalación y luego tú te pagas tu factura, que estará en función de lo que consumas. Todo se ha acelerado, desde ese punto de vista. Y luego, en tercer lugar, está la entrada de algunas empresas, que es lo que me hace tener esperanza, que se interesan por la cuestión y que se dan cuenta, por sensibilidad social, por experiencia personal o por cualquier otra razón y están haciendo cosas. Acaba de aprobarse en Castilla yLeón un gran parque fotovoltáico que lo paga Iberdrola. Correos ha creado una plataforma que se llama por la cual cualquier emprendedor en cualquier lugar de España es ayudado a poner en marcha una idea...
–¿Así de fácil?
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–Fui a ver al presidente de Correos, ese del que Rivera decía que no sabía pegar ni un sello, y me contó que al haber sido gerente de la Federación Española de Municipios y Provincias sabe lo que se necesita en muchos pueblos y cómo él desde Correos los podría ayudar. Cuidado: la Guardia Civil ayuda porque estructura territorio: cierras un cuartel y es un drama para el pueblo y los de alrededor porque seguramente conlleva el cierre de la escuela. Las redes de Red Eléctrica sobrevuelan la tercera parte de los municipios de España y está desarrollando programas y planes... Hay grandes empresas con proyectos en marcha. ¿Qué propongo yo?
MANUEL CAMPO VIDAL
–Explíquese y proponga.
–Veo elementos para una alianza empresarial extraordinaria. El ministro de Agricultura, Luis Planas, que se sabe la asignatura muy bien, dice una cosa que me gustó mucho cuando lo escuché: «Mira, Manuel, esto se arregla con el triángulo mágico...»
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–Jóvenes y mujeres en un vértice, agua en otro e internet en el tercero.
–Yo añado para hacer el edificio otra planta encima con factor humano, información y alianzas.
–Factor humano, ¿qué?
–Los hombres y mujeres han de tener una connotación emprendedora, con un carácter de querer cambiar las cosas, no solo de estar ahí trabajando el terruño.
–¿Los hay?
–Hay gente extraordinaria que quiere cambiar las cosas de verdad.
–Información, ¿cómo?
–Hay que saber qué tecnologías nuevas hay, que las hay, muy buenas y accesibles para aportar soluciones inteligentes contra la despoblación. Información de qué subvenciones y para qué planes se pueden poner en marcha. Es que con la subvención del Plan Miner cuando cerró una mina en Ariño, Teruel, han hecho un balneario que ya está siendo ampliado. Ojo no es fácil, porque hay que cambiar la cultura industrial a una de servicios, pero hay que ponerse a ello para lograrlo.
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–¿Y las alianzas?
–A la llamada de todo esto han de estar la Administración central, la autonómica, la provincial, la local, los emprendedores, los medios de comunicación, que somos vitales en esta cuestión y las grandes empresas como las que he citado. Me encontrado en León o en Teruel cosas impresionantes. En Teruel hay un pueblo, Castelserás, de 800 habitantes con diez tiendas electrónicas de distintas cosas: alfalfa empacada, juegos de mesa,...
–¿Qué es y para que vale españadespoblada.es?
–Hay una enfermera en Liébana (Cantabria) que tiene que hacer 160 kilómetros diarios para ir a trabajar a Laredo y regresar a su casa luego; en su pueblo hay una plaza libre, pero no la puede ocupar porque Cantabria le dice que si la quiere ocupar pida una excedencia, pero hasta dentro de dos años no podría trabajar en su pueblo. Lo han podido arreglar vía Asturias, con lo cual la cosa tiene delito, ¿eh? Lo conté un día en un acto en el que estaba la reina Letizia y le llamó muchísimo la atención. Quiero que la gente me cuente cosas así y por eso hemos creado una web. De ahí salió el caso famoso del decreto de alarma.
–Cuente ese caso, cuente.
–El decreto de alarma decía que no se toleraría ninguna actividad agrícola salvo si conectaba con una actividad de comercialización, para llevar el producto a las unidades alimentarias y de allí a los supermercados y las tiendas. Pero el alcalde de mi pueblo me dijo que con el decreto así la gente no podía ir a sus huertos; y en un pueblo el huerto forma parte de la economía de subsistencia. Armamos ruido con ello y a la semana lo corrigieron. Eso demuestra que un señor en una ciudad redactó una norma pensando en las ciudades: por eso en la web pedimos que nos cuenten cosas para para ayudar a corregir este tipo de situaciones.
–En el prólogo de su libro, el ahora ministro Castells dice que «no hay nada que la acción humana consciente no pueda contrarrestar». Pero va uno a un pueblo cuando salen de misa los domingos y el más joven puede tener 58 años. Hay monaguillos a las puertas de la edad de jubilación.
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–Jajaja, ¡esa es buena! Pero es literal. Hay elementos para la esperanza porque hay mucha gente en marcha y porque por fin, se habla de este asunto, ahora se ven oportunidades y hay empresas que empiezan a pensar que igual en un pueblo tienen gente en mejores condiciones y aspiran a instalarse allí. Hay muchas ideas y no todas van a funcionar pero ahora hay conciencia de que las cosas pueden contenerse. No digo que se vaya a revertir, pero...
–...parar la hemorragia, ¿no?
–Parar la hemorragia y rejuvenecer, en la medida de lo posible.
–En los pueblos pequeños de Castilla y León el Gobierno regional está cerrando los consultorios médicos, pero al contribuyente de esos pueblos le cobran los mismos impuestos que al que vive en el Paseo Zorrilla de Valladolid o en la calle Mayor de Palencia.
–Tiene que haber un tratamiento fiscal especial que puede ayudar mucho a que haya gente que considere interesante irse a un pueblo por pagar menos impuestos. Pero me han enseñado que lo del asunto fiscal no puede hacerse con ámbito provincial, sino comarcal o más pequeño. No puedes decir que a toda Guadalajara le bajas no sé cuánto de forma uniforme porque hay zonas de esa provincia que son extensión de polígonos industriales de Madrid.
MANUEL CAMPO VIDAL
–¿Usted regresa a su pueblo (Camporrélls, Huesca) con frecuencia?
–¡Claro! Al menos, el 30 de julio
–Fiesta patronal, imagino...
–Es el día de la fiesta mayor y bailamos unas danzas con bastones que representan viejas ceremonias agrarias. Recuerdo haberlas bailado en un grupo cuando tenía 5 años y mi padre hacerlo en otro. Desaparecieron esas danzas y décadas después las recuperamos. Y tengo la suerte de que la casa en la que nací la han convertido en casa rural, así que cuando voy a mi pueblo duermo en la habitación en la que nací. Cuando llevé hace tiempo a mi madre, que ya falleció, qué emoción sintió al volver en la habitación en la que me trajo al mundo. Vuelvo con frecuencia a mi pueblo.
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–¿Y con qué ánimo lo hace?
–Siempre he estado vinculado a mi pueblo y he llevado siempre allí a mis hijos.
–¿Hasta que no lleguen a los puestos de decisión pública y privada personas que hayan mamado las esencias de los pueblos pequeños, ¿esto no eclosionará del todo?
–En Inglaterra hay una 'lupa rural': cualquier ley o norma que tenga que ver con el medio rural ha de pasar por una comisión que tenga la sensibilidad de garantizar que no se produce ningún tipo de discriminación. El ejemplo, lo que le contaba de los huertos pequeños y el decreto de alarma.
–Con su bagaje periodístico, con su tarea académica y personal contra la despoblación en España, ¿qué quiere ser de mayor?
–Lo que he sido siempre, un ciudadano activo.
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