Berchtold Soergel, en plena labor en el órgano de la Iglesia de San Pedro de Medina de Rioseco. ALBERTO MINGUEZA

Berchtold Soergel: «En la música, quien piensa en el largo plazo sabe que lo digital no es más barato»

Alemán de Castilla, este maestro organero y constructor de instrumentos de tecla defiende que los grandes organeros de siglos pasados contribuyeron a crear la idea de Europa

J. I. Foces

Valladolid

Sábado, 12 de diciembre 2020

He aquí un artesano de las emociones, un hacedor de sensaciones y un creador de impresiones. Berchtold Soergel Zwoelfer, alemán de Friburgo de Brisgovia de nacimiento y riosecano de adopción, ejercicio, vocación y querencia. Lo de querencia en este maestro organero y constructor de órganos ... y otros instrumentos de tecla es tal cual: por amor dejó su tierra natal y acompañó hasta España a la que hoy es su mujer y socia en su propio Taller de Órganos, muy cerca de la dársena del Canal de Castilla en la Ciudad de los Almirantes. De eso hace casi dos décadas en las cuales, convencido europeísta como se declara, ha conseguido estar integrado mental, física y sentimentalmente en una tierra en la que aprecia una sensibilidad especial hacia la música del órgano tradicional.

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–Se define artesano. ¿Por qué?

–Un artesano hace su trabajo con las manos y aquí hacemos prototipos: significa que ningún instrumento que sale de este taller es igual que otro.

–¡Ah! Aquí la producción 'industrial' está desterrada.

–No la hay, no. ¿Qué problema tenemos en la organería? Que son muchas horas de trabajo y horas significa dinero...

–Y dinero...

–Sinónimo de costoso. El camino a recorrer es un tanto complicado: es la identidad y la idea de un taller, el toque, la técnica, el sonido... Tu vas a conocer por el instrumento también el taller donde fue construido, incluso las influencias que ha tenido, en un momento determinado de la historia, el taller del que salió.

–¿El organero trabaja para el organista?

–Los organeros hacemos el juguete para los organistas.

–Luego, el organista sin el organero no es nadie.

–Claro, pero al revés, tampoco.

–¿Y eso?

–¿De qué sirve un instrumento que no se toca?

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–¿El fracaso de un organero radicaría, entonces, en que no haya un organista que toque ese instrumento?

–Evidentemente. A lo que se añade que el fracaso será mayor si no hay público que quiera escuchar.

–¿Qué lleva a un alemán de Friburgo de Brisgovia a recalar en Medina de Rioseco?

–Muy fácil: el amor y mi mujer (Ana Caramanzana, organera y restauradora, con quien trabaja en el Taller de Pianos y Órganos que ambos tienen en la Ciudad de los Almirantes). Conocí a mi mujer el Alemania, en el mismo taller en el que yo trabajaba y en el que ella hizo el aprendizaje. Después, comenzamos una relación, pero ella se volvió para España. ¿Y qué hacía yo? Cogí el coche y me vine a España siguiendo a Ana, primero a Barcelona; después, a Rioseco.

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–¿Por amor?

–Sí, claro. Yo en el taller en el que estaba en Alemania no veía claro el futuro y lo que quería era tener mi propio taller. No tenía claro dónde, ni qué iba a pasar, pero esa idea la tenía muy interiorizada en mi cabeza. Con esa idea me vine a España.

–¿Qué pone en su documento nacional de identidad?

–Yo sigo siendo alemán.

–¿Mantiene su nacionalidad de nacimiento?

–Yo creo en Europa y no veo que sea necesario cambiar la nacionalidad estando en Europa.

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–¡Hombre!, alguien que se siente ciudadano europeo.

–Totalmente. Para una persona mayor puede parecer complicado entenderlo, pero para mí, para los de mi generación y para los de generaciones posteriores Europa es una riqueza. Pero, ojo, yo no quiero una Europa en la que todos seamos iguales: yo creo en una Europa con todas sus culturas, sus tradiciones... ¡Esa es la riqueza de Europa!

–Pero esa idea de Europa que usted tiene necesitará de varias generaciones para consolidarse.

–Seguramente, pero mi generación y las siguientes estamos tan acostumbrados a viajar sin fronteras dentro de Europa... Los chavales están acostumbrados a estudiar en otros países y para ellos es muy normal hacerlo. Algo que no está pasando en esta etapa del coronavirus, donde se han cerrado fronteras, se complican los desplazamientos, la entrada a otros países y la de los de otros aquí. Europa es tan real y existe de tal manera que la realizamos en nuestra cabeza a diario.

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–Le decía lo del DNI porque en el español hubo un tiempo en el que ponía la profesión. Anda que si le pilla a usted eso ahora...

–Pues habría puesto 'Berchtold Soergel, organero'.

–Pero en su actividad diaria es constructor de órganos, restaurador, mantenedor, afinador, estudioso y difusor del órgano.

–En definitiva, instrumentos musicales de teclado.

Berchtold Soergel, en la Iglesia de San Pedro de Rioseco. A. MINGUEZA

–¿Por qué entonces se define como organero?

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–Los organeros del XVII y el XVIII hacían lo mismo: trabajaban con todos los instrumentos de tecla.

–Diecisiete años con su taller en España. Mira hacia atrás ¿y le ha valido la pena todo el recorrido que hizo hasta recalar junto al Canal de Castilla?

–Sí. Ha merecido la pena. En el trabajo de restauración, no solo hemos logrado conservar los órganos que hemos restaurado, sino conservar una parte de la historia de las provincias, de las localidades, de las parroquias...

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–¿Arregla y construye instrumentos y, además, recupera la historia del lugar?

–Hay una parte que es la restauración propiamente dicha del instrumento, pero luego hay otra de estudio, de investigación en los archivos y de hablar con la gente para ver qué nos cuentan del instrumento. ¡Y eso es un mundo!

–¿Y encuentran sorpresas?

–Por ejemplo, en Medina de Rioseco, con la restauración del órgano en 1808, con la batalla de Moclín está escrito en la caja del órgano: «La segunda legión de Napoleón estuvo aquí». Está confrontado con la historia del pueblo, con el sufrimiento de la gente. Otro ejemplo, en Pampliega, fue muy emotivo e interesante porque este pueblo burgalés tiene un instrumento construido en 1852 por el organero Thomas Hesse y dices, hombre, esto no suena muy castellano. Investigas e investigas y das con que su padre llegó a principios del XIX de Alemania y el órgano por dentro tenía, para tapar grietas, tiene periódicos alemanes de 1848. Y ese instrumento fue construido aquí en Castilla en la tradición francesa barroca.

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«Creo en Europa y no veo que sea necesario cambiar la nacionalidad estando en Europa»

BERCHTOLD SOERGEL

–Un pueblo castellano llega a tener un órgano de estilo francés que construye un organero alemán. Curiosa mezcla.

–Sí, el sonido, las medidas de tubos, mantienen la tradición francesa. Y la caja y otras cosas, en la escuela castellana. ¡Mas Europa, imposible! Ahí radica para mí la riqueza de Europa, las influencias y cómo ahora una persona y un taller reciben diferentes influencias.

–¿Las suyas son fundamentalmente alemanas?

–En una restauración tengo clarísimo que como alemán estoy en un segundo plano. A la hora de restaurar soy un servidor del organero que ha construido el instrumento.

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–¿Llega a ponerse en el lugar del maestro organero que trate?

–Efectivamente. Investigar para nosotros significa que, por ejemplo, tomamos las medidas de todos los tubos, vemos cómo están construidos, restauramos los que se pueden restaurar de acuerdo a cómo fueron construidos y cuando no, construimos de la misma forma, medidas y aleación de metal, si no son de madera.

–¿Por qué insiste tanto en las medidas?

–Porque para mí las medidas son muy importantes para entender qué idea de sonido tenía un maestro organero en su momento. Nosotros a la hora de restaurar un órgano no tenemos grabaciones de cómo sonaba cuando fue construido, por eso necesito saber cómo me hablan las medidas, los diferentes materiales y qué influencias caracterizaron al maestro organero, su cultura, su historia... Y así mi idea en la restauración es reactivar la primera idea del instrumento. Y es importante en qué lugar se toca el instrumento. ¿Es para liturgia? ¿Es para conciertos? ¿Qué tipo de música se ha interpretado en este o aquel instrumento?

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–¿Es la de organero una profesión de futuro? ¿Cómo atraer a los jóvenes a ella?

–Espero que sí porque como no sea así... En estos momentos complicados de pandemia vemos una parte de gente que sufre mucho, la que trabaja en la cultura. Los músicos ahora no pueden ofrecer conciertos, ni nada. Cuando recuperemos esto, cuando necesitemos música, necesitaremos instrumentos y así tendremos futuro. Y otro tema ahora en el mundo de los instrumentos, que es un peligro, es que estamos en 'el más barato, más cómodo'. Para un instrumento que yo construyo en mi taller necesito un año o un año y medio; yo solo. Pero, ¿quién quiere esperar tanto tiempo? La mentalidad que tenemos ahora es la de ir a la tienda, o dar un clic en Internet, aquí tienes el dinero y yo lo cojo. Pero el instrumento no va a ser igual.

–Creo entenderle que para usted el problema no es que el mundo se digitalice, sino las prisas por digitalizarnos...

–Queremos todo para ya. En la organería, es un tema importante la competencia del instrumento electrónico o digital. A primera vista no se ve diferencia, pero hay una gran diferencia. Un instrumento mecánico no solo suena y te llega a través del oído, sino que produce una intensidad del sonido que pone en vibración todo su entorno.

–Pero, ¿cree que el común de los mortales distingue el sonido de un órgano de tubos del de uno electrónico?

–Esa es la pena que me produce. Para notar eso necesitas una sensibilidad. Y por eso es necesaria una formación musical.

–Que en la escuela no se ofrece y si vamos a la teleeducación...

–Peor todavía. Es un poco parecido. Una conversación entre personas por teléfono o por pantalla no es lo mismo que cuando tienes la conversación tu a tu, con la persona junto a tí, sin aparatos por el medio.

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–¿Las nuevas tecnologías entonces, por muy modernas que sean, no van a ser capaces de generar emociones?

–No, seguro que no. A mí ha habido gente que me ha dicho que viviendo toda la vida como llevaban viviendo en Medina de Rioseco, nunca habían visto el retablo o la propia arquitectura del templo como habían podido apreciarlos mientras sonaba el órgano en un concierto o en una ceremonia. Eso significa que la música del órgano abre la sensibilidad no solo para el oído sino para todos los sentidos, para todo tu alrededor. Y eso, con la electrónica, quitas esfuerzo a la gente, como para no complicarles la vida: más barato, más rápido... No entras en ese momento en el que sí lo haces con un órgano de tubos.

–¿Da este más felicidad?

–La música de un órgano de tubos te lleva hasta a perder la noción del tiempo. Con todos los sentidos estás aquí, pero te produce emociones y pensamientos que te hacen ir y venir.

–¿Cuesta ganarse el respeto en España en el mundo de la organería? ¿Le ha costado mucho hacerse un nombre?

–Creo que mucha gente nos respeta: La gente de este mundo nuestro sabe con qué idea y con qué intensidad trabajamos.

–Hace un tiempo terminó una regalía. ¿Ahora en qué está trabajando?

–Estoy construyendo un positivo, instrumento que es transportable. Fue una idea que surgió precisamente de pensar que no nos podíamos quejar de la digitalización y de la electrónica si no poníamos una alternativa para los clientes y decirles que pueden probar un positivo. El fallo o el peligro de ahora es que cuando viene una cosa nueva, oh, fantástico, tiramos todo y lo hacemos todo como lo que viene. Yo creo en la digitalización, pero no podemos por ello rechazar lo anterior. La digitalización tiene su sitio y su importancia, pero todo en su espacio, en el que le corresponda. Ese es ahora nuestro trabajo: decidir y saber ver en qué nos ayuda para hacer las cosas mejor y en qué no.

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Berchtold Soergel. a. mingueza

–¿Historia versus modernidad?

–Hay instrumentos de 400 años, con todos sus problemas y dificultades a través de la historia, que han sobrevivido hasta nuestros días. Con la digitalización y la electrónica no pasa de... ¿veinte años? ¿Veinticinco? Esa es su edad máxima. Un órgano clásico tiene siglos de vida; uno electrónico, dos décadas y media como mucho. Cuando piensas en el largo plazo, el digital no es más barato. En el mundo de la música, quien piensa en el largo plazo sabe que lo digital no es más barato. Y otra cosa que es muy importante: el medio ambiente.

–¿El medio ambiente también influye?

–Claro: con un instrumento electrónico, en 15 o 20 años, a la basura, a reciclar y todos sabemos que la basura electrónica es un tema complicado. Lo digital en la música ni es más barato ni es más ecológico.

–En los 19 años que ya lleva en España, ¿qué se le ha pegado de los españoles?

–Soy más abierto de carácter. Para mí cada vez es más importante el contacto con la gente. Lo que es aquí en Rioseco, en Alemania es imposible. Aquí te encuentras a alguien en la calle, empiezas a hablar y te vas a tomar un café con él. El contacto directamente con las personas es mucho mayor en España.

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«Un órgano de tubos perdura varios siglos; el electrónico solo 15 o 20 años»

BERCHTOLD SOERGEL

–¿Se siente más un alemán en España o alguien que poco a poco va modelándose como un español de Alemania?

–Es muy difícil para mí decirlo, aunque cada vez lo tengo más claro: después de casi 20 años, aquí en Rioseco soy 'el alemán' y cuando me voy a Alemania con mi mujer, en los últimos 20 años allí nos dicen 'vienen los españoles'. Cada persona tiene sus raíces, que influyen mucho en su forma de pensar y ser, y eso no puedes cambiarlo. Otras cosas sí, como lo del contacto social, el carácter más abierto. Pero hay otras cosas concretas que en el fondo nunca vas a cambiar.

–¿Por ejemplo?

–La facilidad que tiene muchas veces la gente aquí de vivir más el momento. Yo, y eso posiblemente sea una cosa más alemana, vivo siempre con la mente en el futuro, más a largo plazo.

–Y todos esos tópicos sobre España como país de toros, sol y jarana, ¿cómo los ha ubicado en su mentalidad?

–Son estereotipos, totalmente. Cuando planifiqué este cambio en mi vida en Alemania para trasladarme a España alguno me decía que qué suerte tenía, que iba a un país donde se vivía mejor, más de fiesta... Típicos estereotipos. Eso sí, algo es verdad: aquí existe también la idea de los alemanes de que trabajan mucho, de que son de ideas fijas. Unos y otros son estereotipos. La realidad no tiene nada que ver. Claro, la mayor parte de los alemanes conocen España por las vacaciones: ven aquí un pueblo desde la playa dos semanas y tal vez se hacen la idea de que eso es así todo el año. Y la verdad es que no lo es.

–Y, con todas sus vivencias, ¿ya sabe qué quiere ser de mayor?

–Una persona que ayude a que la música en general, y la de órgano muy especialmente, esté presente en la sociedad, desde mi forma de trabajar artesanal.

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