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He aquí una mujer del Renacimiento. Bárbara de Aymerich, científica, profesora y directora de la 'Escuela de Pequeñ@s Científic@s Espiciencia', en Espinosa de los Monteros (Burgos). ¿Por qué mujer del Renacimiento? Diez largos años le contemplan en la tarea de divulgar la ciencia ... entre los más pequeños para que aprendan, se formen, cultiven la mente, despierten su curiosidad y aprendan a ver la física, la química, las matemáticas, la biología... en todos y cada uno de los aspectos en los que se desenvuelven en su vida diaria.
–¡Una maestra, impulsando las ciencias entre sus alumnos de Primaria y Secundaria!
–Y de Infantil.
–¡Y de Infantil!
–Tengo algún alumno de 3 años. Hay chavales que empezaron conmigo hace diez años y que ya están de mentores con los pequeños y me ayudan.
–¿Además crea escuela?
–Exactamente, actúan de impulsores y me acompañan a todas partes.
–¿Por dónde le vino a usted el interés por la ciencia?
–Desde que tengo uso de razón me ha llamado mucho la atención la ciencia. Siempre he sido muy preguntona, muy curiosa, y mis padres me han ayudado mucho en ese sentido: jamás me dijeron 'no' a nada. Si ellos no sabían una respuesta, me ayudaban a encontrarla y he tenido la posibilidad de explorar el mundo desde pequeñita.
–Todo desde su Burgos natal.
–Soy nacida en Burgos, pero no pacida en Burgos. Mi padre ejerció su carrera militar mucho tiempo en Burgos y hemos estado también en otros sitios. Luego ya, cuando me puse a estudiar en la Universidad de Burgos, era mi padre el que se movía.
–¿Cómo se le ocurrió crear una escuela de pequeños científicos y científicas, además en un pueblo?
–Mi marido es de Espinosa de los Monteros, el pueblo donde vivimos. Lo conocí en la Universidad, donde estudiamos juntos...
–¿En la carrera de Alimentos o en la de Químicas (está licenciada en las dos y es doctora en Ciencias)?
–Le tenía echado el ojo... Él es dos años mayor que yo y ya le había visto por la Universidad. Me gustaba mucho. Para pasar de Químicas a Alimentos había que hacer antes un curso puente. Él ya estudiaba Alimentos. Yo hice dos años en uno para poder ir con él a clase. Me empeñé, estaba locamente enamorada de él.
bárbara de aymerich
–¡Eso es amor!
–¡Ciego, amor ciego! Yo me dije 'A este chico le pillo, le pillo, le pillo', y le pillé. Académicamente para poder ir con él a clase, le cogí porque adelanté un curso entero y estuvimos juntos en clase. Y el último día de carrera, se me declaró.
–Menos mal, al límite...
–Terminamos Alimentos juntos y él se puso a hacer la tesis doctoral con una beca en una empresa de jamones en Logroño. Nos planteamos formar una familia. Yo estaba haciendo mi tesis doctoral, seguía con Químicas y la acabé. No podíamos vivir los dos con una beca y como él tenía el negocio de sus padres, vinculado al ganado, se fue para Espinosa de los Monteros y con la formación que tenía, como siempre le había gustado también ese trabajo, pues muchísimo mejor. Se dedicó al trato de ganado y me fui para allí con él cuando quedé embarazada de mi hija.
–¿Y cómo hizo realidad la escuela de pequeños científicos?
–Es una iniciativa privada. Yo trabajaba en la Universidad y en un colegio en Burgos capital. Lo dejé todo y me fui a Espinosa con mi marido cuando nació la primera de las niñas, Vega, que ahora tiene 12 años. Luego tenemos otras dos, de 10, Nieves, y de 7, Zoe. En Espinosa, por la necesidad que yo tenía de continuar con la docencia y la investigación, que eran mi vida, para mí lo más, hablé con el centro escolar para ver la posibilidad de dar unos pequeños talleres de ciencia a los niños. Me dijeron que no veían que la ciencia pudiera tener sentido como actividad extraescolar, que fuera del ámbito académico pudiera tener interés, que los niños podían tener idiomas, deporte, música, pero que aquello otro no les llamaría la atención. Y como soy muy cabezona, me puse por mi parte. Me hice autónoma y hablé con el Ayuntamiento para ver si me cedía un local.
–Y abrió...
–En ese mismo local sigo diez años después. Empecé con seis niños y tengo ahora más de cien de toda la zona de las Merindades y trabajamos con niños de otras zonas de España vía online.
–¿Se puede vivir de fomentar el espíritu científico en los más pequeños?
–Digamos que se sobrevive. Soy asociada de la Universidad de Burgos, en su Facultad de Educación, cobro un pequeño sueldo de 700 euros y con lo que ingreso de la escuela en Espinosa, tras pagar material y a los profesores, me quedarán doscientos euros al mes libres, como mucho.
bárbara de aymerich
–¿Quién le facilita medios?
–¡Tengo muchos mecenas!
–Entiendo que privados.
–Claro, privados: empresas de la zona, agroalimentarias, de construcción, de garajes. Por ejemplo, este año hemos empezado con un proyecto muy ambicioso que es el 'Hiperbaric Challenge' y he tenido que pedir papitas...
–¿Papitas?
–Dinero. Necesitábamos dinero porque ese proyecto consiste en diseñar, construir y pilotar un coche de inercia. Se han volcado desde las tiendas de chuces a las empresas de construcción más grandes de las Merindades. Y el Centro de Desarrollo Rural, que nos ayuda muchísimo. Como nos ayuda la Universidad de Burgos, la Unidad de Cultura Científica, con la que tengo mucha relación; siempre que les pedimos acompañarlos, ayudan, jamás nos han dicho que no.
–¿Su proyecto es física, química y robótica versus fútbol, música y deporte?
–No, no, no, no y no.
–Perdón, perdón.
–Es que yo creo que ese es el horror que se está cometiendo.
–Querrá decir error.
–Es un horror y un error separarlo. ¿Por qué? ¡Al revés!
bárbara de aymerich
–Porque los niños tienen hoy como referentes a Messi, Ronaldo o Rosalía y claro, ponerles enfrente Einstein, Galileo, Curie como que parece durillo, ¿eh?
–Estoy intentando, a ver si se puede, educar polímatas, hombres y mujeres del Renacimiento que estén vinculados a muchas disciplinas pero que además las conozcan y las sepan ejecutar, que sean verdaderos expertos, no solo en ciencia, sino en fútbol y música. Y que sepan que todo eso está vinculado.
–¿Vinculado?
–La música está vinculada a la ciencia, el deporte está vinculado a la ciencia. Messi es un científico cuando está jugando al fútbol: hace física, matemáticas, biología...
–¡Toma! A lo mejor ni lo sabe.
–¿Cómo Messi mete esos goles? Porque sabe perfectamente qué ángulo tiene que utilizar. Eso es matemática pura y dura. Con qué fuerza ha de golpear el balón... eso es física. Hacer ver a los niños que el deporte está lleno de ciencia es también una forma de implicarles en ella. El saber que el entrenamiento físico de Messi, el que tenga unas pulsaciones menores o mayores va a depender que en ese entrenamiento su corazón actúe de una manera, sus músculos se ejerciten de una forma determinada... ¡Todo eso es ciencia pura! Entonces, unir esas disciplinas que tanto les llama la atención con la ciencia hace que les interese todo aquello que podían denostar, como la física, la química, la biología, las matemáticas... Ver que todo eso está en su día a día, en sus aficiones, en su familia, les ayuda mucho.
–¿Se inclinan más de lo que lo hacían los escolares de la zona por las asignaturas de ciencia y sacan en estas mejores notas?
–Los que empezaron conmigo hace diez años, mi hija Vega, Pablo, Samuel, Ezequiel... Los que ya están en la ESO tienen una cultura, un bagaje y un capital científicos mucho mayor que cualquiera de los de su alrededor. Las vivencias que han tenido, las ferias a las que hemos ido, las exposiciones que han tenido, qué hacer, no solo a nivel de STEM (ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas) sino de cómo expresarse, compartir, trabajar en equipo... Está muy mal que yo lo diga, pero no es comparable con los otros niños de su clase. No es que sean mejores, son distintos porque lo han vivido de otra manera y tienen otras capacidades.
–Con tanta ciencia, ¿dónde encuentran hueco entre esos niños Cervantes, Lope de Vega, Delibes, Miguel Ángel...?
–Una amiga arqueóloga quiere que pongamos en marcha un proyecto de topónimos de la zona, para que no se pierdan, recuperar vocablos y eso, unido a la parte de geografía y cartografía nos permite desarrollar un proyecto científico precioso. Como el de la ópera científica del año pasado...
–¡¿Ópera científica?!
–Global Science Opera, un proyecto que parte de la Red Scientix y el año pasado una de las escenas la hicimos nosotros. Participan colegios de todo el mundo; el nuestro estuvo hermanado con uno de Noruega. Lo hicimos entre los dos; trataba sobre la gravedad, y consistía en crear un libreto científico en formato de ópera. Nuestros niños declamaron, cantaron, eligieron y tocaron la música, la grabamos y el libreto se basó en la gravedad de los planetas, vinculando distintos tipos de instrumentos a esos planetas, los de mayor gravedad, instrumentos más graves. Nos quedó una cosa monísima.
bÁrbara de aymerich
–Hermanamiento con Noruega vía internet...
–Claro, trabajamos mucho con Internet.
–¿Si no hubieran tenido Internet?
–¡Haríamos otras cosas!
–¡Voy a pensar que no se le pone nada por delante!
–Claro que no, pero porque tengo el impulso de ellos. Yo no soy nada sin ellos. Si yo no viera que me ayudan, que están contentos y que tienen interés por continuar, me hundiría. Mi semilla es su juventud, sus ideas, las de sus familias, el ver que lo que hago, cuando se lo cuento a mis alumnos de la Facultad...
–Porque enseña a niños, pero también a universitarios...
–Sí, doy clase de Didáctica de las Ciencias Experimentales y hemos hecho tal o cual proyecto y ¡ven que se puede trabajar la ciencia con niños pequeños. Pero mi motor son mis alumnos.
–¿Una década de acción en Espiciencia demuestra que no tiene marcha atrás?
–Voy a intentar que no. De hecho estamos intentando seguir con ello más en serio todavía. Tenemos el visto bueno del Centro de Desarrollo Rural para hacer una especie de Silicon Valley en Espinosa con un Centro de Innovación y Desarrollo para niños.
–¡Qué dice! ¡Eso costará un dineral...!
–No se crea. Tenemos 18.000 euros y algo más que aportará el Ayuntamiento para arreglar el local, que es el antiguo colegio, y que los chavales continúen y puedan acudir los centros de otras zonas de Las Merindades.
–Usted fue designada en 2018 embajadora de Scientix, la comunidad para la enseñanza de las ciencias en Europa. ¿Qué le ha supuesto?
–Me ha permitido formarme, conocer a gente de todo el mundo que está haciendo cosas maravillosas por la educación científica, viajar, abrir a mis chavales el mundo porque colaboramos con centros de muchos países, abrirles los ojos hacia proyectos mucho más rompedores que lo que estábamos haciendo al principio, que vean que en todo el mundo hay chavales con afinidades muy similares a las suyas... Hemos renovado ahora otros tres años. Estamos muy felices por ello, sobre todo por la posibilidad de recursos, porque a nivel de red es muy importante verme arropada y formada.
–¿Espiciencia sirve de algo ante la España vaciada?
–Desde mi punto de vista sí que sirve. Formar a gente que tenga un bagaje en todo, que se den cuenta de que pueden adquirir esa formación en su propio medio... Demostramos que se puede hacer. Y si es posible en Espinosa, es posible en otros pueblos. Y luego, como los pequeños quieren tanto su sitio, su lugar, les vuelve locos su pueblo. El que vean que se puede montar una industria en su pueblo teniendo las opciones y la formación. ¿Por qué se van a marchar a otro sitio?
–¿Le ha dicho alguno de sus alumnos que de mayor quiere ser como usted?
–Sí, muchos. Pero no como yo, sino que quieren dedicarse a la ciencia y la tecnología. Yo no quiero ser modelo de nadie porque no creo que sea suficientemente meritoria de ese nivel. Pero me encantaría que se dedicaran a lo que les guste, primero, y si luego es a la ciencia que es lo que trato de enseñarles, mejor que mejor.
–¿Y usted ya tiene claro qué quiere ser de mayor?
–Quiero seguir siendo feliz como lo soy ahora, dedicándome a la docencia y la investigación, porque es lo que me llena, y ver que la gente que tengo alrededor es feliz con lo que hago.
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