Triana Martínez y su madre Montserrat González, autora material del magnicidio, durante el juicio en la Audiencia de León.Efe/J. Casares
Las asesinas de Isabel Carrasco, bibliotecarias de la prisión a los nueve años del crimen
Magnicidio en León ·
Montserrat y Triana cumplen condena en el centro penitenciario de Asturias, mientras que su cómplice, la ex policía local Raquel Gago, vive en Madrid en régimen de semilibertad con una pulsera electrónica
Aquella tarde soleada del 12 de mayo de 2014, exactamente a las 17:15 horas en la pasarela sobre el río Bernesga a su paso ... por la capital leonesa, María Montserrat González, la esposa del comisario jefe de Policía de Astorga, disparaba por la espalda a la presidenta de la Diputación, Isabel Carrasco, que iba de camino a la sede del Partido Popular para acudir con sus compañeros de partido a un mitin de Mariano Rajoy. La remató con tres tiros mientras yacía, indefensa, en el suelo. «La odiaba; era mi hija o ella», dijo la autora material del crimen sin asomo de arrepentimiento al jurado en el proceso, no exento de sorpresas, que se celebró en 2016. Cuando se acaban de cumplir los nueve años del asesinato de la todopoderosa política popular que causó estupor Castilla y León, el ama de casa que cambió la historia de León sigue cumpliendo su condena ocupando su tiempo en organizar y repartir los libros de la biblioteca de su módulo de la prisión de Asturias.
Su «amantísima» hija Triana, la ingeniera de telecomunicaciones y ex empleada de la Diputación de León con aspiraciones políticas a quien Carrasco «arruinó la vida» (y ese fue el móvil del crimen), ha cambiado de estado civil en prisión, pues se ha casado con un recluso. Ella, condenada como cooperadora necesaria en el asesinato, también se hace cargo de la biblioteca general del centro penitenciario que comparten, el de Villabona (Asturias), aunque están «separadas», no comparten celda. A esta prisión fueron trasladadas desde el centro penitenciario de Valladolid en octubre de 2018.
La ex policía municipal condenada como cómplice del crimen está en régimen abierto en el CIS Victoria Kent de Madrid, con una pulsera electrónica
Montserrat y Triana fueron condenadas en 2016 por la Audiencia de León a 22 y 20 años de cárcel, respectivamente. La tercera mujer de este 'thriller', la policía local Raquel Gago, a quien el Tribunal Supremo, estimando la apelación de la Fiscalía, incrementó la pena inicial de 12 a 14 años como cómplice por conocer el plan para matar a Carrasco y no impedirlo y guardar durante un día la pistola con la que se había cometido el crimen. Tras pasar un tiempo en la cárcel de Mansilla de las Mulas-Villahierro (León) y destacar por su buen comportamiento, fue trasladada al centro penitenciario de Alcalá de Henares (Madrid), donde alcanzó no hace mucho el tercer grado penitenciario.
Raquel Gago es consolada por su letrado durante el juicio con jurado.
Efe/ J. Casares
Actualmente está en el Centro de Inserción Social (CIS) Victoria Kent, enclavado en lo que fue la antigua cárcel de mujeres de Yeserías. Hace tiempo que puede salir y está bajo control telemático (con una pulsera). «No tiene obligación de acudir al centro todos los días, solo los que le indiquen y el resto del tiempo tiene un control remoto, con la obligación de estar en casa a determinadas horas», han explicado fuentes penitenciarias. Los servicios sociales penitenciarios son los que se ocupan de supervisar a los reclusos que, como Raquel Gago, están cumpliendo la última parte de su condena, informan las mismas fuentes.
Madre e hija recalaron por primera vez en la prisión provincial asturiana después de pasar por varios centros y tras mucho insistir en el traslado. Finalmente, Instituciones Penitenciarias decidió acercar a las presas al nuevo destino de su marido y padre, que había sido destinado a la Comisaría de Gijón después del crimen para intentar sacarlo del foco mediático. Montserrat y Triana no fueron precisamente presas modelo en sus primeros años de condena ni se ganaron el aprecio de las otras reclusas y funcionarios de las prisiones por donde pasaron, primero la de Villahierro (León) y después la de Villanubla (Valladolid). Según empleados de estas cárceles, al principio «se portaban muy mal» y coinciden en que la madre tenía una enorme influencia sobre la hija. Desde que están en módulos diferentes, el comportamiento de Triana, aseguran, ha mejorado.
Teléfono móvil y planchas del pelo
Ambas mujeres llevan en prisión nueve de la veintena de años a los que fueron condenadas cada una de ellas por el asesinato de Carrasco y en los primeros centros penitenciarios por los que pasaron dejaron un recuerdo de «díscolas, camorristas y soberbias». Se enfrentaron a funcionarios, los insultaron, tuvieron peleas con otras internas, rompieron mobiliario y acapararon material prohibido, como un teléfono móvil y una plancha para el pelo, dos objetos que están prohibidos. La mayoría de las sanciones que han acumulado en sus respectivos historiales carcelarios fueron por mal comportamiento en la cárcel de León, donde entraron, según relató entonces una reclusa con la que compartían módulo «con muchas ínfulas, pedían que les cambiaran el colchón y cosas así, como si estuvieran en un hotel».
Madre e hija no pararon hasta que consiguieron el traslado a Asturias en 2018. La pareja de hecho de Triana Martínez, Romeo Chaleru, un interno de origen rumano condenado por robo con fuerza a quien conoció en la prisión de Valladolid, fue también trasladado al centro de Villabona. Con los años de reclusión, al parecer, el carácter de Montserrat y Triana se ha atemperado, con lo que la autoridad penitenciaria les ha asignado una de las tareas que son codiciadas en el centro y se reservan para presos de confianza. En la actualidad, indican, «no hay nada reseñable» en el comportamiento de madre e hija, quienes han sido golpeadas recientemente con una tragedia personal: la muerte del esposo y padre, el inspector jefe Pedro Martínez. El policía, ya jubilado, fallecía en el Hospital de León como consecuencia de la covid, en noviembre de 2020. Hasta su enfermedad, el veterano policía no dejó de visitarlas todas las semanas.
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