![Su dominio de la cetrería le abrió las puertas de la popularidad.](https://s1.ppllstatics.com/elnortedecastilla/www/multimedia/202003/13/media/cortadas/FelixCetrero2-U30168374228rGF-U100528713534toH-984x608@El%20Norte-ElNorte.jpg)
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«Los entresijos de la ecología serán como una especie de decálogo, a los cuales el hombre tendrá que atenerse». Suena a discurso actual de una Cumbre sobre el Clima o a las arengas de Greta Thunberg, agitadora juvenil contra el cambio climático. Pero no. Lo dijo Félix Rodríguez de la Fuente en...1975. Y, como le gusta recordar a su biógrafo oficial, Beningo Varillas, «es como su paisano el Cid Campeador y continúa ganando batallas después de muerto».
Hoy se cumplen 40 años de la muerte del divulgador, naturalista y documentalista burgalés (Poza de la Sal, 1928; Shaktoolik, Alaska, 1980). Un accidente de avioneta mientras rodaba la carrera de trineos más famosa del mundo truncó la vida del hombre que ofició desde la televisión pública como una especie de brujo de la naturaleza en un país sin conciencia alguna sobre ella.
Cualquier español nacido antes de la década de los 70 tiene grabado en sus recuerdos los tambores que anunciaban los documentales de 'El hombre y la tierra' cada viernes (22 horas) en TVE. Otro de sus triunfos postmortem: una encuesta en las facultades de Biología en 1983 concluyó que el 70% de los estudiantes había elegido esta carrera por la influencia hipnótica de Félix. Muchos de ellos, son hoy veteranos científicos. Si viviera en 2020 «sería un gran 'influencer'», insiste su legión de seguidores.
Entre esos alumnos aventajados estaba Miguel Delibes de Castro, que cita las tertulias de su padre escritor, Miguel Delibes, y el naturalista en los salones del hotel Felipe II de Valladolid. El que después fue también biólogo y director de la Estación de Doñana, se recuerda entonces en segundo curso de carrera. «Fue un maestro y un amigo que me ayudó a introducirme en los laboratorios y me invitó a trabajar en su 'Enciclopedia Salvat de la Fauna'», rememora.
«El éxito de su imán estaba basado en una voz que nunca leyó y que nos entraba en vena a todos», explica su fascinación Varillas. ¿No leía los guiones? «Pues no, era todo en directo, improvisado. Rendía devoción a la cultura oral», confirma la hija menor de Félix, Odile Rodríguez de la Fuente, que se ha pasado «toda la obra de mi padre por la criba», unos mil guiones de radio y televisión, para presentar estos días 'Félix, un hombre en la tierra' (Ed. Geoplaneta), un libro en el que recupera las esencias del mejor transmisor del mensaje ecologista que ha tenido España.
Después de meses encerrada con el material grabado de su padre, Odile no duda en asegurar que «su palabra cobra una dimensión telúrica e hipnótica. Provocaba que entráramos en una especie de trance, suspendidos y absortos». Para Félix, Odile era «rabo de lagartija», la niña rubia que con tres años escalaba a sus brazos las pocas veces que pisaba por casa. Para este libro ha hecho un compendio de los textos «más significativos y desconocidos» de la obra de su progenitor, ausente de su vida desde que tenía 7 años. Gran parte de la vida profesional de Odile, bióloga y documentalista, se ha centrado en mantener viva la memoria, el legado y el archivo paterno.
Siguen las preguntas sobre un mito popular del que creíamos saberlo casi todo. ¿Queda algo por conocer que no se haya contado? «De Félix no hemos dicho nada –responde rotundo Benigno Varillas–. Cuanto más indago, más enigmas descubro». Quizás por eso, este periodista y editor también revisa y devuelve estos días a las librerías su biografía 'Félix Rodríguez de la Fuente: Su vida, mensaje de futuro' que publicó en 2010.
Casi tantos como parques, monumentos, plazas o colegios que llevan el nombre de Félix. Estos días se multiplican los homenajes al legado de quien apadrinó el nacimiento de la conciencia ecológica en España.
Una conciencia que nació en su infancia de «buen salvaje» que no se escolarizó hasta los 10 años, pero cuyas aulas fueron las peñas y páramos de La Bureba burgalesa. «Para el niño de pueblo –dejó escrito Félix– la naturaleza es la fuente inagotable que va nutriendo su curiosidad. (...) Mis expediciones de observación y de estudio han prolongado, con toda su emoción y entusiasmo, mis infantiles vacaciones. (...) Mis primeros profesores de zoología fueron los pastores y cazadores de Poza de la Sal».
Sus estudios de Medicina en la Universidad de Valladolid solo fueron el refuerzo de una formación intelectual y científica autodidacta pero de primer orden. Que se puso de manifiesto con su espectacular estreno público. Año 1964, programa de TVE 'Fin de semana'. Con el brazo enguantado, da órdenes a un halcón. Tres años antes, había impresionado a Charlton Heston y Sofia Loren, como experto cetrero en el rodaje español de 'El Cid'.
La aparición en TVE apenas fueron tres minutos. Pero abrieron paso a una fecunda colaboración en la radio y televisión públicas hasta convertirle en el personaje no oficial más popular de la vida española. Después llegaron sus pedagógicos programas para niños en 'Televisión escolar' (1966);'Planeta azul' y su documental estrella: el de los famosos tambores, 'El hombre y la tierra' (1974-80). Un espacio que llegó a estar en la lista de los más vistos en Estados Unidos. En el rodaje de uno de sus capítulos en Alaska (seguían la prueba de trineos Iditarod) murió junto al piloto de su avioneta y dos técnicos del programa.
También era sábado cuando los españoles se despertaron con la trágica desaparición de aquella voz instalada en las vidas de todas las familias de su época. Fueron casi 20 años de entusiasta labor divulgadora que obligaron a un país en frenético flujo hacia las ciudades, a volver la vista hacia el patrimonio rural que estaba dejando atrás.
Y, si habría que ponerle imagen animal a su defensa integral de la vida salvaje, no puede ser otra que la del lobo. El enemigo secular «dejó de ser perseguido como alimaña» a partir de 1970 gracias a su compromiso con ellos. Para que entendiéramos a esta especie, supo ponerse en su pellejo, domesticar a unas crías salvadas de ser apaleadas por unos pastores en El Bierzo. Y que nos contaran en imágenes por qué actúan como actúan. Él lo llamaba «las razones del lobo».
«Era un espectáculo grandioso ver en su refugio de la Casa de Campo cómo le saludaban. Primero el macho alfa, después los demás», recuerda Erika Born, aventurera y ecologista vallisoletano-alemana, que mantuvo una estrecha amistad con Félix. Su obsesión por «humanizar las luchas y ansias animales», nos hicieron entenderlos mejor.
Pero siempre desde una idea global de defensa de la Tierra. Dejó escrito que «tiene que llegar un momento en que los informes de la ciencia sean tenidos en cuenta al pie de la letra, porque en caso contrario nos exponemos a grandes riesgos». En días inciertos como hoy, y con la perspectiva de cuatro décadas, suena a otro triunfo existencial de este Cid Campeador de la naturaleza. «Su onda expansiva aún debe durar otros 50 años», confía Odile
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