![Coronavirus Castilla y León: Diario de un confinamiento Día 22: Añoranza de cameros y camareros](https://s2.ppllstatics.com/elnortedecastilla/www/multimedia/202004/06/media/cortadas/1423887068-kmBG-U100807623046srB-624x385@El%20Norte.jpg)
Añoranza de cameros y camareros
Diario de un confinamiento. Día 22 ·
¿Primeros síntomas de flojera? Nadie dijo que fuéramos de titanio, pero aunque vulnerables, sabemos crecernos en la adversidad, tal vez por pura cabezoneríaSecciones
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Diario de un confinamiento. Día 22 ·
¿Primeros síntomas de flojera? Nadie dijo que fuéramos de titanio, pero aunque vulnerables, sabemos crecernos en la adversidad, tal vez por pura cabezoneríaTres semanas y subiendo, ¿o es bajando? el caso es que esta que leéis es la entrega número 22 del diario y es obvio, esta sección se os hace, se nos hace, cuesta arriba –esto responde a mi pregunta, era subiendo–, como se os hace ... cuesta arriba el propio confinamiento, o las pelis y las series en 'streaming', o los memes ingeniosos, o la voz de fuelle viejo de Fernando Simón, o las memeces de Trump, o la soberbia de la Europa del Norte, o el drama que ya provoca 'el tema' en países de América Latina, en los que en lugar de la pobreza homogénea del continente africano lo que sobrecoge son las enormes desigualdades entre ricos y pobres. Hartos también de escribir en un teclado de cinco centímetros de ancho, con astigmatismo galopante y síndrome del ojo seco, como si lleváramos casi un mes mirando la vida a través de una pantalla táctil, tratando de expresarnos con elocuencia pero con las limitaciones de no poder contar con los matices de las inflexiones de voz y del lenguaje corporal, recursos comunicativos que habrán de esperar a mejor momento. Venciendo la tenacidad del corrector del móvil –ese con el que peleas a diario por su resistencia a acatar la orden de que escriba cojones y te lo cambia por cojines– que se establece por su cuenta y transforma una frase inofensiva en grosería que encima vas y se la sueltas a esa compañera con la que mantienes una relación cordial pero sin mayores confianzas y que solo te había escrito para saber cómo lo llevabas.
Sin una mala jornada de Liga en la que poder tomarle el pelo a Miki porque su Barça solo sea capaz de ganar con ayudas arbitrales, o para acabar de ver la retransmisión del Madrid-Leganés de pie y en modo glúteos en tenaza porque el sobrado de Ramos haya decidido que al partido le faltaba emoción y haya resuelto darles ventaja y tener que remontar un 0-1 desde el minuto 7 porque el camero haya tenido a bien inventarse una excentricidad con pase de tacón al contrario en su propia área que habilita al delantero rival para batir a placer y por bajo al más que vendido belga gigante de la portería.
Hasta los mismos isquiotibiales de haber tenido que cambiar una sala de gimnasio petadita de aparatos de última generación en esta disciplina heredera directa de las salas de tortura de la Santa Inquisición para dar lustre a bíceps, tríceps, cuádriceps, oblicuos, deltoides, trapecios, abdominales, dorsales, vastos, aductores... por la alfombra del salón, una esterilla y una silla, kit de homenaje a Clint Eastwood en 'Fuga de Alcatraz' para contener en lo posible la irreversible pérdida de tono muscular.
Aburridos de constatar día a día que eso del dolor por la pérdida de los pequeños placeres es una realidad palpable en momentos en que más que antojo sientes síndrome de abstinencia de unas berenjenas de Almagro, de un grasiento kebab, luego de un pincho del Jero, en cualquier momento de una tajada de bacalao de El Corcho y siempre de un trozo de tortilla del Postal –servido con la sempiterna dulzura, por los cojines, de su propietario–, placeres que ahora por inalcanzables cotizan como títulos estrella de este mercado de valores de las pulsiones humanas. Pero no es un adiós, solo un hasta pronto. Y una forma también de mandar todo el calor y todos los ánimos a tantísimos hosteleros sin los que el spanish way of life sería solo una entelequia.
Es cierto, esto es un coñazo, pero sería una estupidez haber llegado hasta aquí para caer en la tentación de venirnos abajo y olvidásemos que el único camino para recuperar el gintonic del Pasaje Gutiérrez o el vermú de Correos es olvidarnos por un tiempo de que nuestras casas tienen puertas a la calle.
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