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La vacunación es una protección individual y su suma genera la de rebaño. Es por eso una cuestión de Salud Pública y el mayor avance médico en la lucha contra las enfermedades. Para lograr un amparo general, la cobertura debe de ser de un mínimo ... del 80% y es buena a partir del 90%. Castilla y León lo cumple con creces, lo ha hecho históricamente. Sin embargo, sus buenos datos comenzaron a caer desde antes de 2018 y aquellos excelentes registros se han deteriorado ligeramente. La pandemia ha tenido en este sentido un efecto negativo pero no tan marcado como parecía anunciar la época del confinamiento cuando la Consejería de Sanidad tuvo, incluso, que mandar el mensaje público de que los padres no deberían dejar de acudir para cumplir con las pautas de inmunización de sus pequeños.
De 'antivacunas' en esta comunidad hay poco que evaluar y el bajo porcentaje de padres que no atienden a esta protección de sus hijos –no llega al 5% en el primer año de vida de un bebé– responde más a problemas culturales, de determinados colectivos y desconocimiento o miedo en el caso de algunos inmigrantes a que los controlen, que a un problema de negación. Incluso, rara vez por negligencia. En determinados momentos y con alguna novedad vacunal concreta, como ocurrió con la del papiloma humano para niñas, ciertas corrientes lo desaconsejaron relacionándolas con determinados eventos y logrando introducir el miedo al producto. También con la de la covid hay esta corriente.
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Pese a todo, el porcentaje de cobertura es alto, de los mayores de España y superior a la media tanto en el calendario infantil como en las antigripales y frente al neumococo de los mayores. Con solo excepciones más provinciales que autonómicas, el calendario oficial sistemático se cumple por encima de los objetivos y, además, ya hay poco margen para la mejora; pero en 2018 la inmensa mayoría de las coberturas superaban o rozaban el 95%, especialmente en los primeros años de vida del menor, ahora el 93% es el porcentaje más repetido. Salvo en varicela que se mantiene en torno al 94% –y eso que se considera suficiente el 80% dado que es una enfermedad benigna– mientras que la cobertura que más ha perdido es la del papiloma humano.
La máxima eficacia de esta medida preventiva, y su más largo alcance –algunas para toda la vida– requiere cumplir celosamente con las dosis indicadas, resultado de investigación y acuerdos de sociedades científicas.
Los padres cumplen en general escrupulosamente las pautas durante el primer año de vida de su hijo; pero, aún así, se pierde en torno al 3% entre la primera dosis y la de recuerdo. Después el cumplimiento sigue siendo alto pero la adolescencia rompe tal buen ritmo. Los datos facilitados por la Consejería de Sanidad revelan unos muy ajustados porcentajes, de entorno al 82% e, incluso, el 80%, en las del meningococo conjugada ACWY, que en el recuerdo de los 16 a 17 años cae al 71% de media. Castilla y León incorporó la vacunación frente a los meningococos A, C, W e Y (MenACWY) con vacuna conjugada a los 12 meses y a los 12 años de edad, en sustitución de la vacunación frente al meningococo C. Y también el refuerzo del tétanos y la difteria de adultos, a los 14 años, baja a entre el 76%y el 82%.
En cuanto a la del papiloma humano (VPH) que ahora se extenderá a los varones, la vacuna nació en 2008 dirigida a las niñas y lo hizo con fuerza y eficacia dado que se lograron coberturas de hasta el 97,5%. Fueron las nacidas en 1994 las primeras adolescentes en recibir entonces tres dosis de aquella vacuna, que ahora al 76,9% la primera pauta y al 82,26%, la segunda, según datos de 2021. El primer año de pandemia cubrió con pauta completa al 85%.
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