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Cuando concluya el puente quedarán diez días de clase hasta las vacaciones navideñas de los escolares. Ese periodo marcará una franja atípica en la que ocho provincias de Castilla y León -todas menos Burgos- pueden encontrarse con la hostelería, los centros comerciales y los gimnasioS ... de nuevo abiertos, aunque con los aforos aún reducidos en función del nivel de alerta, que hoy es el máximo, el 4, en siete de esas ocho provincias.
El pronóstico, que hizo ayer el vicepresidente Francisco Igea, se basa en el descenso de la incidencia acumulada a 14 días y la comparativa con la de 7 días, que permite ir anticipando cómo serán las cifras próximamente. Por eso León, pese a no bajar de 400 como propuso la Junta para permitir la reapertura de esos sectores, disfruta de ese pequeño alivio desde hoy. Tiene 420, pero su tendencia es decreciente. «Hacemos las previsiones en base a nuestros datos de IA a 7 días y nos permite prever lo que ocurrirá dentro de 14 si mantenemos este ritmo. Nuestras previsiones son que al menos cuatro de las cinco provincias restantes -Valladolid, Soria, Palencia y Zamora- podrán eliminar esas restricciones la semana que viene, Burgos, en estos momentos, es poco probable», apuntó Igea.
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A partir de ahí, alcanzar el nivel de alerta 3 es más complicado. Para ello hay que mejorar ostensiblemente los indicadores hospitalarios, sobre todo, y eso es más complejo con una enfermedad que, cuando es grave, requiere periodos de UCI larguísimos e imprevisibles. «Hay mejoría pero hay 1.045 pacientes covid ingresados en la comunidad. De ellos, 844 están en planta y 201 en la UCI. La disminución es muy lenta en los casos de UCI», recordó ayer la consejera de Sanidad, Verónica Casado.
«El cambio de nivel de alerta no es automático», apuntó después para matizar que lo que se busca es una tendencia sostenida, suficientemente sólida como para evitar un rebrote a las primeras de cambio. Porque las muertes se siguen contabilizando a un ritmo muy alto. Ayer se añadieron 27 y se han rebasado ya los siete mil fallecidos. Lo más dramático es, además, el ritmo al que se han producido. En 25 días ha muerto un millar de ciudadanos. Es una media de casi 40 diarios.
Y ahí está la clave de lo que ocurrirá cuando lleguen las vacaciones escolares y, con ellas, Nochebuena, Navidad, Nochevieja, Año Nuevo y Reyes Magos. Cinco festividades familiares a las que hay que añadir jornadas de compras, más gente en la calle. Y los reencuentros. La segunda ola se formó a partir de incidencias de la enfermedad bajo mínimos, dado que el verano resultó bastante plácido, sobre todo por la escasez de casos graves. Hasta pasado el ecuador de agosto no se rebasaron los 10 pacientes en unidades de críticos. Fue el día 18. Para el 31 de ese mes ya eran 34. Quince días después, 54. La escalada, como se puede comprobar con los datos fue vertiginosa a partir de una base bajo mínimos.
Si el descenso de UCI fuera idéntico al de la primera ola, en cuanto al ritmo de caída, acabaríamos las navidades (34 días para el 6 de enero desde hoy) con unos 60 pacientes en UCI. Es una extrapolación basada en los datos de abril. El 27 de abril se contabilizaban 202 pacientes en críticos y 34 días más tarde eran 58 los que aún permanecían ingresados.
Una tercera ola, por tanto, rebrincaría desde un nivel de hospitalizaciones y críticos mucho más alto que el que precedió a la segunda ola. Porque los niveles de alerta en España se han fijado a partir de marcadores elevadísimos respecto a lo que recomienda Europa. «Aunque estamos disminuyendo no son tasas de seguridad, se considera que cuando se llegue por debajo de 25 casos por cada cien mil habitantes es cuando podemos respirar un poco. Es el que el Centro Europeo de Control de Enfermedades establece como un nivel de control», señalaba Casado. Recordaba la consejra de Castilla y León que en el Interterritorial de Salud «varios consejeros decían que habían bajado rápido pero no conseguían rebajar los 200 casos por cien mil habitantes. La situación no es ni mucho menos buena, son datos complejos que podemos estropear».
Por eso, a pesar de que Castilla y León decidió apoyar el toque de queda a la 1:30 y los grupos de diez personas en las fechas señaladas de la época navideña, lo cierto es que las medidas despiertan recelo y temor. Es inviable controlar lo que ocurre en cada domicilio, por lo que todo queda en manos de la responsabilidad individual. «Los españoles saben lo que suponen las decisiones que toman y hacemos un llamamiento a la responsabilidad de todos para evitar las situaciones de riesgo», se resignó Igea.
«Los expertos sanitarios nos dicen que mejor que no haya navidades, pero sociólogos y otras disciplinas advierten de que es bueno guardar un poco el equilibrio», admitió Casado, que emplazó a aplicar las normas.
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