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Hay lamento. No pataleta, ni una voz. Hay enfado. Hay cabreo. Los agricultores se han ofuscado con las administraciones porque no encuentran sentido a que en pleno siglo XXI hayan sido incapaces de adelantarse a los efectos invasivos de una plaga de topillos (los expertos ... dicen que es superpoblación porque la plaga es constante) que han campado a sus anchas por más de 1,6 millones de hectáreas en Castilla y León, según los datos de Asaja, provocando pérdidas por valor de 30 millones de eurosy quitándole el grano a los agricultores para llevarlo a sus huras y hacer acopio de enseres con los que instalarse durante un tiempo en su propiedad.
Los topillos son roedores que se reproducen cada 21 días y que paren ocho crías cada vez, con el añadido de que el mismo día del parto, la hembra se vuelve a quedar preñada. Solo la tularemia (una enfermedad de la que son portadores y que ha afectado ya a 28 personas en Castilla y León) puede acabar con ellos. Eso, o el frío. Mucho frío. Porque son capaces de hibernar en los reservorios que ellos mismos se construyen principalmente en aceras, caminos, acequias y riberas de los ríos. «En todo lo que es dependencia de la administración», se quejaba Donaciano Dujo, presidente de Asaja, que insiste en que «las administraciones tienen sucia Castilla y León».
Desde la Consejería de Agricultura apuntan que su labor ha superado ya los 2.000 kilómetros de cunetas limpias con motoniveladoras en Palencia, Valladolid, León, Zamora y Burgos; que se ha actuado en 113 municipios y que se han colocado 1.500 cajas nido con aves rapaces para comerse a los roedores. Pero estas cifras no son suficientes sobre el terreno.
luis ángel varón
emilio mata
Los agricultores del norte de Palencia, donde el repunte de topillos ha sorprendido incluso a los más veteranos –«aquí veíamos unos cuantos, incluso en la plaga de 2007, pero este año está siendo increíble», explicaba Emilio Mata, propietario de una explotación de 9 hectáreas de patatas y 150 de cereal en La Vid de Ojeda– lamentan la inacción de las administraciones en los meses previos al repunte y ahora se desgañitan pidiendo que les dejen quemar las aceras para evitar que corra peligro la sementera.«Si dentro de un mes y medio empezamos a sembrar, echamos el grano y los roedores siguen por aquí, ¿qué va a pasar? Pues que se lo comerán y ya está», explicaba Luis Ángel Varón, titular de una explotación de 350 hectáreas de cereal en Moarves de Ojeda.
Sin embargo, su demanda de momento tiene difícil solución, apuntan desde la Consejería de Agricultura porque existe una sentencia firme que prohíbe la quema de rastrojos. «No es que no quiera la Consejería –explica el viceconsejero Jorge Llorente– es que la justicia nos lo prohíbe. No es cosa nuestra». Ante esta situación, su propuesta es la que les han venido recomendando desde el principio: el levantamiento de la tierra. «Si un agricultor ve que tiene huras en la parcela, ¿cómo va a echar más grano?», lo lógico es que meta el arado. «Si levantan la tierra, conseguirán que no sea un ambiente favorable para los topillos, pero si echan cultivo, volverán», advierte Llorente.
No hace falta bajarse de su pick-up para divisar los agujeros en la tierra, testigos del paso de los roedores que se van extendiendo hacia el norte de la comunidad. Muestra una parcela sembrada de alfalfa hace solo unos meses y en la que las calvas de terreno son evidentes. «¿Qué hacemos con esto?», se pregunta. ¿Qué se puede hacer?, se le devuelve. «Pues que cuenten con nosotros para ampliar el conocimiento de la plaga. Hay cosas que nosotros sí podemos saber», responde después Donaciano_Dujo, que implora «que se limpien las zonas hacia donde se están extendiendo. No tiene ningún sentido actuar en las zonas en las que ya no quedan topillos, o se han muerto», sugiere. «¿Por qué siempre empieza la plaga en la zona de la Nava (provincia de Palencia) y Frómista?», se cuestiona. No tiene contestación aunque deja caer que ese área coincide con una ZEPA (Zona de Especial Protección para las Aves). «No nos vale que nos digan que es un terreno apropiado para ello. Los expertos (del comité de plagas) tendrán una explicación».
No muy lejos de esa parcela de alfalfa, las patatas empiezan a sufrir los mismos efectos. Los roedores se han cebado con los surcos que lindan con el trozo de cereal y han vaciado el tubérculo hasta dejarlo totalmente inservible. Muchas otras patatas se arrancan mordidas y esto ocurre, explica Luis Ángel Varón, en el momento en el que están engordando. Les queda algo más de un mes bajo tierra para ganar peso y con la presencia de roedores, el ciclo se parte por la mitad. «Si se pudiera meter veneno en la hura, ahora mismo se podría corregir porque se morirían; pero no podemos hacerlo. Estamos atados de pies y manos», se lamentaba. «Es penoso», apuntaba después Emilio Mata, «esto va cada día a más. Prefieren que se muera un paisano en lugar de un ratón», ironizaba en referencia a los 28 casos confirmados de tularemia, una enfermedad que dicen que, aunque no es muy dolorosa, deja secuelas para toda la vida. «Es triste que ocurra esto», se lamentaba.
donaciano dujo
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