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luis antonio curiel
Valdecañas de Cerrato
Domingo, 6 de septiembre 2020, 08:16
Ángel Martínez y su familia residían en Madrid, aunque acudían con frecuencia a Valdecañas de Cerrato, pedanía de Baltanás, al que estaban unidos por línea ... paterna. En marzo decidieron ir a pasar allí el confinamiento. Primero lo hicieron su mujer y sus hijas para continuar las clases de manera telemática desde Valdecañas de Cerrato. De hecho, las tres se empadronaron en la localidad.
Por su parte, Ángel trabaja en el SAMUR en Madrid, por lo que sabía que le tocaba vivir una etapa dura. A mediados de marzo, Ángel atendió una guardia y a los pocos días comenzó con los síntomas de la covid-19. Estuvo casi un mes ingresado. Lo pasó mal y temió por su vida. «Al ser personal sanitario, conoces bien los protocolos. Recuerdo que cuando me quitaron el oxígeno no podía respirar, por lo que prepararon todo para intubarme. Menos mal que con el tratamiento fui respondiendo y no fue necesario entrar en la UCI. Ha sido una experiencia durísima, he visto morir a varios pacientes con los que he compartido habitación. Y encima en soledad. Este hecho te hace pensar y plantearte la vida de otra manera», comenta.
Por este motivo, cuando salió del hospital, acudió a Valdecañas de Cerrato para encontrarse con su mujer y sus hijas. Allí decidieron dar un cambio en sus vidas. Pensaron que debían dejar el asfalto y las prisas de Madrid por la tranquilidad de Valdecañas, un pueblo con poco más de sesenta vecinos. «Ha sido todo un descubrimiento estar estos meses en el pueblo. Parece que el tiempo se detiene, los días dan más de sí porque no pierdes tantas horas en los desplazamientos. Nos ha llamado la atención el paisaje y los colores de las estaciones, algo que no eres capaz de descubrir en Madrid», señala.
De este modo, Ángel, Sandra, Paula María y Ana del Mar inician una nueva etapa, una nueva vida. «Estamos muy contentos, con mucha ilusión, adaptándonos poco a poco al cambio radical, con muchas ganas de empezar las clases e ir cogiendo la rutina», indica esta familia. Paula María, de 9 años, comenzará el miércoles 4º de Primaria en el colegio San Pedro de Baltanás, con siete alumnos. Su hermana, Ana del Mar, de 6 años, cursará 1º con otros diez compañeros. El transporte escolar pasará a recogerlas y se quedarán a comer en el colegio. Las aulas están menos masificadas y la atención es casi personal.
Esta familia reconoce que el cambio que está viviendo es radical. Aseguran que en el pueblo hay más seguridad y los niños tienen mayor libertad. En contrapartida, echan de menos las tiendas o el cine. «Tenemos la ventaja de contar con Baltanás a quince minutos y con la proximidad de la capital, lo que nos permitirá organizar espacios de ocio. Además, aquí se impulsan muchas actividades durante el año», destaca.
Ángel compaginará su vida laboral en Madrid con la vida familiar en Valdecañas de Cerrato. Realiza turnos de 24 horas, por lo que luego descansa varias jornadas. Así, todas las semanas podrá estar con su madre en la capital y después pasar el resto de días con su mujer y sus hijas. Esta familia vivirá un curso diferente, en el que además pondrán un huerto y montarán un gallinero. Será un reto dejar la vida urbanita para adaptarse al mundo rural, pero son conscientes de que el cambio ha sido positivo para sus vidas.
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