Abril es el mes más cruel», porque «engendra / lilas de la tierra muerta, mezcla / recuerdos y anhelos, despierta / inertes raíces con lluvias primaverales». Cruel, porque no hace como el invierno, ese invierno que «nos mantuvo cálidos, cubriendo / la tierra con nieve olvidadiza, nutriendo / una pequeña ... vida con tubérculos secos». 'La tierra baldía'. T. S. Eliot. 1922.
Al escritor nacido en St. Louis, Misuri, en 1888 habría sido bueno decirle que, al menos en esta meseta, a inviernos suaves como el que acabamos de despedir no es infrecuente que le sucedan primaveras remolonas, con abriles en los que la nieve hace acto de presencia, como es el caso. En cualquier ídem, aquí llega abril, un mes con días más largos, habitualmente pródigo en aventuras vitales, como procesiones religiosas y vacaciones cortas pero masivas que este año tendremos que posponer.
Eliot tiene razón, este año más que nunca abril viene cargado de crueldad. Ojalá que esta vaya amainando a golpe de estadística diaria menos dramática y que nos permita ver al menos el principio del final, para llegar lo antes posible a ese tiempo que todos anhelamos de cierta, la que sea, normalidad en la que empezar a cumplir lo que nos vamos prometiendo que haremos cuando todo esto pase y podamos recuperar el control de nuestras vidas. Por cierto, ¿te has planteado ya qué va a ser lo primero que hagas en cuanto acabe el confinamiento y que no puedes hacer ahora por la reclusión? ¿Y la primera persona a la que quieres abrazar? ¿y al primer destino al que quieres viajar? Sin que ir respondiendo a esas preguntas suponga un incremento de los niveles en sangre de impaciencia o peor, de ansiedad, es bueno jugar a establecer un orden de prioridades en ese manual de tareas urgentes, una suerte de listado de compromisos con uno mismo que contribuyen a constatar que tenemos prohibido salir, pero no soñar. Que, cual mascotas de nosotros mismos, nos debemos algún regalo por haber cumplido con nuestra obligación de ciudadanos responsables que han aparcado esa tendencia tan nuestra –siempre lo digo– a pensar que las normas están para esquivarlas.
Pero no parece que vaya a poder ser en abril cuando empecemos a tachar objetivos de esa lista de deseos para el día después al fin del encierro. Además de Semana Santa y de escapadas a la playa, este abril nos perderemos la celebración del Día Internacional de la Diversión en el Trabajo y del Internacional de las Bromas, ambos se conmemoran hoy pero muchos, de permiso obligatorio, no podrán celebrarlo y a los que teletrabajamos nos va a apetecer poco. Más fácil será tener en cuenta mañana el Día Internacional del Libro Infantil y Juvenil y, el día 7, el de la Salud. Decididamente pospondremos el Día Internacional del Beso, el 13 (pero ojo, es fiesta recuperable), y quizá, por los que guardan solos la reclusión, el Día Mundial de la Voz, el 16; sí, claro, celebraremos el 18 el Día Europeo de los Derechos de los Pacientes. El 19, el de la Bicicleta, este año, por fuerza mayor, en su modalidad estática. Ese 19 también, ¡mosquis!, el Día de los Simpson. El 23, Villalar, la tripleta Día del Libro y de los derechos de autor, de la lengua inglesa y del idioma español. También y por paralelismo, el 26 el Día Internacional en recuerdo del desastre de Chernóbyl. Por oportunidad, el 29 el Europeo de la Solidaridad y Cooperación entre Generaciones y el de Concienciación sobre el Ruido.
Y en homenaje a T. S. Eliot y al día de la lengua inglesa, hoy la despedida, en ese idioma. Keep calm and Stay Home. Thanks.
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