«Es el tiempo de la antropología en Castilla y León»

Luis Díaz Viana, Premio Castilla y León de Ciencias Sociales y Humanidades

C. C.

Viernes, 22 de abril 2016, 12:02

Luis Díaz Viana (Zamora, 1951) lleva más de cuatro décadas trabajando desde la antropología para «analizar y descubrir cómo se construyen los discursos identitarios de modo que ello le permita saber algo más de sí mismo y que ese conocimiento pueda «ayudar a otros». Inasequible al desaliento, el Premio Castilla y León de Ciencias Sociales y Humanidades 2015 lamenta la extendida confusión de quien identifica, por ejemplo en el caso del folclore, «lo que se estudia con la disciplina que lo estudia», o a quien practica el folclore con quien estudia el folclore. «Ya va siendo hora de que llegue en Castilla y León el tiempo de la antropología», y se tenga en cuenta el saber acumulado por los investigadores para «construir futuro», subraya el investigador del Instituto de Estudios Europeos de la Universidad de Valladolid. «Lo que hay que hacer es ver qué nos vale de lo que somos, de lo que tenemos o de lo que conocemos, para el futuro. Todas las aplicaciones que tiene hoy día la antropología son inmensas y no están suficientemente aprovechadas», sentencia.

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¿Qué le llevó a la antropología? ¿Es una disciplina que le interesó siempre o cómo surgió la chispa?

Es un camino un poco largo y que viene de antiguo, que todavía no he reconstruido del todo, porque con el tiempo vas recordando cosas que ya podían ser en uno mismo pre-antropológicas. Lo que me decidió de forma absoluta fue el conseguir la beca postdoctoral que me permitió ir a la Universidad de Berkeley en los 80. Por aquel entonces yo trabajaba en el terreno de la filología, la oralidad y la cultura popular, y ya me hacía mis propias preguntas al respecto. En un congreso en Canarias presenté una ponencia sobre el paso del fuego en San Pedro Manrique que le interesó mucho a Stanley H. Brandes, profesor de antropología allí, y fue él quien me animó a pedir esa beca. Tuve la oportunidad de pasar dos años en el departamento de Antropología de Berkeley como investigador asociado, lo que es todo un lujo, y por así decirlo me antropologicé mediante las enseñanzas y trabajos en colaboración de y con los profesores que traté más: investigadores como Alan Dundes, que era un especialista en cultura popular y había sido de los primeros en abordar ese tema desde un enfoque de antropología urbana.

Suele recalcar y lamentar la confusión generalizada de la antropología no ya con el folclore, sino con el folclorismo.

No es que me lamente. Es que en demasiadas ocasiones vemos cómo se confunden unas y otros términos o conceptos, y se suele potenciar más el folclorismo o lo que yo denomino el folklore remedo que los estudios antropológicos sobre culturas populares. Creo que fui el primero en utilizar esa palabra de folclorismo en España, aunque a veces se les atribuya a otros, y lo hice en un doble sentido: como un falso folclore pero también como todo interés por el folclore que no tiene por qué ser una actividad científica. El folclorismo es una corriente de promoción de actividades y de manifestaciones que tienen que ver con la identidad propia, lo autóctono o el turismo, pero también con una cierta forma de nostalgia por un mundo perdido y arcaico al que al tiempo se idealiza y se entierra; desde ese punto de vista, su uso y abuso indiscriminado causa bastante confusión porque en España ya en sí el folclore ha tenido desde hace tiempo mala fama, lo que tampoco es precisamente casualidad. Se ha confundido en el campo del folklore, al que a menudo resulta difícil desligar de ese folclorismo, lo que se estudia el objeto estudiado- con la disciplina que lo estudia, y a quien lo practica con el estudioso. Lo que es de por sí un verdadero lío.

¿Se atisban cambios en ese sentido?

Ya va siendo hora, en Castilla y León, de que llegue por así decirlo el tiempo de la antropología. Comienza un momento en que lo deseable sería que se normalizaran las cosas, y se distinguiera quién se dedica a qué asunto, entre la cultura y el estudio académico de la cultura. Desde la política e incluso desde ciertos medios con frecuencia no se ha tenido demasiado en cuenta la antropología en Castilla y León. También incluso universitariamente, porque no ha llegado a haber un grado de antropología pese a que cuando se han ofertado estudios y titulaciones, por ejemplo desde la Uned, siempre ello ha tenido una buena respuesta. Ahora estamos viendo que el curso europeo online de Formación en Gestión del Patrimonio Cultural Inmaterial que ofrecemos desde el Instituto de Estudios Europeos de la UVa está obteniendo también muy buenos resultados. La antropología no es ese pintoresquismo que lo quiere reducir a lo folclórico, y se están desperdiciando muchas posibilidades, como analizar y conocer cómo se construyen los discursos identitarios a fin de llegar a un «relato» que sea con el tiempo también un modelo de Comunidad viable; la antropología puede tener importantes aplicaciones en el turismo, en los aspectos económicos de promoción de la cultura, en su estudio de las migraciones, del éxodo desde el campo, de la despoblación, del desarrollo rural y urbano...por poner sólo algunos ejemplos. Ahí sigue estando todo ese potencial, tan relevante para una región como la nuestra, que no sólo no se ha desarrollado sino que se ha distorsionado muchas veces.

¿Empezamos a ser conscientes de la importancia de conocer nuestras raíces?

Nuestras raíces que es expresión sobre la que tendría algunas prevenciones y, más allá, nuestras potencialidades y recursos. La antropología nos permite conocer, si no qué somos, que eso es muy difícil llegar a saberlo incluso individualmente y no digamos colectivamente, cómo más o menos- hemos sido y nos hemos comportado hasta ahora. Ahí los leoneses de El Bierzo dirán: Nosotros somos esto, y los otros dirán: Nosotros somos esto otro. Yo siempre he defendido la importancia antropológica de la comarca y el nivel de identidad que supone. El relato de identidad es algo que se está construyendo constantemente, pero hay que procurar construirlo uno, nosotros mismos, no que nos lo inventen los demás ni permitir que lo proyecten sobre nosotros, y sobre todo no llegar a creernos lo que dicen otros de nosotros. Eso ha pasado muchísimo en el caso de lo castellano: la mayoría de los tópicos de lo castellano han llegado de fuera, por gente que quería mirarse en una Castilla que fuera algo así como esa piedra monolítica sobre la que se construye la nación, o por los propios escritores desde el 98 hasta aquí, que casi siempre han tenido esa visión un poco reduccionista y hasta un poco arcaizante de lo castellano. Lo que hay que hacer es ver qué me vale de lo que soy, de lo que tengo o de lo que conozco, para el futuro. Ése es el relato positivo que hay que construir.

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Uno de los problemas a los que suele aludir cuando analiza la realidad de esta tierra es la ordenación del territorio. ¿Considera que se están dando los pasos adecuados para resolver esta cuestión?

No demasiado si para empezar parece que se elude el término comarca y a algo que podía ser la comarca se le denomina Unidad Básica de Ordenación y Servicios del Territorio (UBOST). Ese mero hecho ya da que pensar. ¿Por qué no decir comarca? ¿Por qué no pensar desde la comarca, si ésa es la verdadera realidad cultural de tantas y tantas poblaciones en el medo rural, más allá incluso de las divisiones provinciales que se hicieron en el siglo XIX? Más allá de los tejemanejes políticos para que esto pertenezca a aquí o allí está la comarca como unidad cultural y natural, lo que es algo muy importante en toda Castilla y León. Sería una pena perder esos recursos eludiendo ese tipo de realidad que ya existe para crear una nueva, paralela o ficticia. Hay que esperar al proceso para ver cómo encaja todo. Yo comprendo que hay unos técnicos en cuestiones no antropológicas que trabajan con los mimbres que tienen y desde la formación profesional con la que cuentan, pero es un asunto crucial y la antropología tiene mucho que decir sobre cómo es y cómo debería ser el modelo territorial.

¿Cómo se beneficiaría la Comunidad desarrollando el concepto de las comarcas?

Mucho: cultural, turística, económicamente... Porque siempre han sido esa unidad, ese receptáculo que reunía todos los recursos, las comunicaciones, la identificación entre unos y otros, el conocimiento del entorno y la posibilidad de sacarle partido rompiendo las posibles barreras que hubiera entre pueblos. Yo lo tengo más o menos estudiado en el caso pinariego, y Tierra de Pinares es un ejemplo magnífico: ahí están Segovia, Ávila, Valladolid y un mar de pinos que permitía a la gente moverse en ese territorio sin más fronteras que las de los mapas, sabiendo que si aquí recogían la resina, y la llevaban a las tejeras, y allí trabajaban resinando y en el otro lado envasaban la resina, todos tenían que ver con todos y a ninguno le faltaría el trabajo.

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Podrían ser entonces una buena herramienta también para frenar la despoblación

Por supuesto. Y es que así fue durante mucho tiempo. ¿Qué pasó? Que la resina, por ejemplo, vio reducida drásticamente su producción aquí a finales del franquismo, siguiendo -como explicó el antropólogo Joseph Aceves en su tesis doctoral- directrices de organizaciones internacionales. Así vamos en muchas cosas. Pero si se hiciera justamente al revés, no cayéndonos el mundo sobre las cabezas sino viendo cómo ordenar el mundo desde lo que ya tenemos más o menos claro, mucho mejor nos iría, y eso en Castilla y León es fundamental. Yo no digo tanto que los políticos se estén equivocando, como que muchas veces no se sabe por dónde se va. Y uno de los motivos por los que no se sabe por dónde se va, ni qué modelo final de región queremos tener, es por no haber reflexionado sobre esto y por no haber contado con la antropología y los estudios antropológicos, por haber confundido la antropología con otra cosa que no es.

Ha señalado que vivimos tiempos de encrucijada. ¿Es optimista respecto al futuro?

Vivimos una encrucijada global, pero la cuestión de la ordenación es un problema especialmente grave en el caso de Castilla y León porque aquí todavía somos en muchos aspectos campo; hay mucha gente que vive en el campo y está bien que así sea. Otra cosa es cómo ordenarlo, organizarlo o racionalizarlo. A mí hasta ahora prácticamente nadie me ha preguntado sobre ello, y ojalá ahora empiecen a contar conmigo o con cualquier otro colega y equipos de antro

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