ana santiago
Domingo, 20 de diciembre 2015, 16:55
Es director del Centro de Encefalopatías Transmisibles y Enfermedades Emergentes y también del Laboratorio Internacional de Referencia de la OIE (Organización Mundial de la Sanidad Animal) para la Encefalopatía Espongiforme Bovina y el Scrapie y conoce como pocos la historia, el desarrollo, la fotografía actual y la proyección futura de lo que fue llamada la crisis de las vacas locas. Una pesadilla ya olvidada para los ciudadanos, pero la alerta siempre está viva para los especialistas. Y al investigación, siempre una reivindicación.
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Juan José Badiola explica que «la situación española es muy llamativa. Solo cinco casos en seres humanos y tres concentrados en Castilla y León». Le cuesta creerlo y se explica: «La pregunta es clara, ¿se habrán diagnosticado todos los casos? Tengo serias dudas, porque la única forma de estar totalmente seguro es realizar una autopsia cuando el enfermo ha fallecido. En España esto no se ha hecho, no se declaró obligatorio, a diferencia de otros países, y así no podemos estar seguros. Una persona que ha vivido de cerca el deterioro de un familiar, una enfermedad como esta que es durísima, su evolución... no quiere después pasar por el proceso de una autopsia. Además, los médicos son muy reticentes a ello, es muy desagradable y tienen miedo al contagio, a correr algún peligro... por lo cual no se ha impulsado nada. Si no se busca, no se encuentra».
Las probabilidades no le encajan a este catedrático de Sanidad Animal de la Facultad de Veterinaria de la Universidad de Zaragoza y presidente del Consejo General de Colegios de la especialidad de España. «En Francia, con un número muy parecido y similares circunstancias de animales enfermos, ha habido 27 casos de personas con diagnóstico preciso. Es lo que cabría esperar, más o menos, en España, y no datos tan distantes como los que hay. Es muy probable añade que haya habido más casos y la clínica se haya confundido con otras enfermedades neurológicas, con el esporádico o el clásico, con alzhéimer. Tenía que haber sido obligatorio que cuando hubiera sospechas fundadas se hiciera la autopsia y habríamos salido de dudas y conocido bien la realidad en cada momento».
En cuanto a si el tiempo transcurrido ofrece garantías de que ya no aparecerán más casos en humanos, este especialista leonés tampoco arriesga una negativa.
«La verdad es que los casos se han estabilizado mucho en Europa, ha habido alguno suelto y hace un par de años en el Reino Unido;pero poca incidencia. Pero nunca me atrevería a decir que no vayan a aparecer más porque hasta ahora se han hecho visibles los casos de personas que eran genéticamente más sensibles. Hay genotipos que son más resistentes que otros y es posible que los ya registrados sean de los más sensibles que desarrollan la enfermedad antes, tras el contagio, y otros lo hagan más adelante, tarden más. Puede haber personas infectadas sin síntomas todavía. Lo que sí es improbable es que sea de forma masiva, será alguno esporádico».
«En el Reino Unido se estudió a personas que habían sido operadas de las amígdalas o apendicitis para ver si tenían carga o no. Y alguna sí que tenía el agente causante, aunque no lo había desarrollado», añade. Además, los casos conocidos han ido variando, «al principio eran muy jóvenes (la edad media estaba en 28,5 años) y, después, aparecieron casos de bastante más edad».
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A este respecto, explica el doctor Badiola, el estudio inglés sobre la variante en ovejas, el scrapie. «Fue la forma más antigua de encefalopatía espongiforme. Se habla de ella por primera vez en 1732. La investigación se ha basado en analizar muchos casos y buscar en una reproducción controlada desviarla hacia los genotipos más resistentes. Seleccionan los machos para reducir la transmisión de los genes más sensibles y se sacrifican antes de que lleguen a tener la enfermedad».
En cuanto a la seguridad alimentaria, Juan José Badiola asegura que «es de total garantía. Ha funcionado bien el plan que se puso en marcha, las medidas de 2001. Todo fue muy serio y muy controlado. Además, hizo cambiar para bien todo el sistema de control de los alimentos y mejoró extraordinariamente todo el sistema europeo de seguridad alimentaria».
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Sin embargo, todavía es necesaria más investigación de una enfermedad que tiene sus similitudes con otras neurodegenerativas.
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