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Alfredo Gómez
Domingo, 8 de marzo 2015, 14:43
Tres mujeres de distintas edades y ámbitos sociales participaron en el debate que organizó El Norte de Castilla con motivo del Día Internacional de la Mujer. En la Hemeroteca del periódico, Rosana del Amo, María Luisa Pérez y Raquel Alonso mostraron sus puntos de vista en cuanto a su día a día en el ambiente laboral, social o cultural y la influencia y diferencias que perciben en el trato. Aunque, en general, consideran que la discriminación hacia la mujer va desapareciendo poco a poco, también manifiestan que todavía queda un largo camino por recorrer hacia la igualdad.
Rosana del Amo pertenece al grupo de madres trabajadoras a quien el nacimiento de sus hijos cambió la vida. «Estaba dedicada al trabajo y quería conocer mundo, salir por ahí, porque también había colaborado con distintas organizaciones, pero al nacer mi primer hijo tomé la decisión de estar con él, de poder verle crecer como también me ha sucedido con el segundo, y empecé a valorar lo que es estar con mi familia por encima del trabajo y de todo lo demás».
Por este motivo, pidió una reducción de jornada para destinar más tiempo a los niños. Incluso su tiempo de ocio casi lo deja de lado para compartirlo con ellos, «vamos mucho al Teatro Calderón y a actividades para los pequeños».
María Luisa Pérez es consciente de que al no tener hijos «tengo más tiempo para hacer otras cosas». Sabe que su trabajo en una organización agraria a la que se entrega en cuerpo y alma está formada mayoritariamente por hombres, aunque se muestra orgullosa de ser «la única mujer que tiene responsabilidad sindical».
Llegó a Valladolid con apenas 19 años para comenzar sus estudios y desde entonces siempre ha estado y vivido fuera de la casa de sus padres. En consecuencia se declara una mujer «muy independiente» que siempre ha buscado la libertad y la igualdad en las relaciones entre hombres y mujeres y en todos los ámbitos por donde se mueve su vida, tanto en el trabajo como en el tiempo que puede dedicar al ocio o la cultura.
Raquel Alonso es consciente de que a sus 23 años está «en un periodo formativo de mi vida» y está volcada en sus dos grandes pasiones, como son sus estudios de Arquitectura «ya estoy preparando el proyecto de final de carrera» y su actividad política en Nuevas Generaciones. Lamenta que habiendo más mujeres que hombres estudiantes, «solamente el 25% lo hacen en carreras técnicas como la mía». En cuanto a su actividad política, forma parte de un grupo que ella califica como «el futuro de España» y considera erróneo que se piense que a los jóvenes no les interesa la política. Aunque su objetivo es ser independiente con el paso del tiempo, se siente «a gusto» viviendo con sus padres, «donde siempre he vivido, salvo el año de Erasmus».
Para poder conciliar trabajo y familia, sobre todo Rosana, la única casada y con hijos, agradece las ideas que la inculcaron sus padres. «Tanto mi padre como mi madre, siempre me enseñaron a ser independiente y a valorar a una mujer igual que a un hombre». Quizá por eso, solo podía compartir la vida «con un hombre, mi marido, que comparte mis ideas y que me ayuda en el ámbito doméstico».
Excedencia
No dudó en pedir una excedencia, aunque asegura que muchas de sus compañeras y mujeres que se mueven a su alrededor «no llegaron a entenderlo. Afortunadamente, tuve la libertad de elegir y pude hacerlo porque lo tenía clarísimo». Lamenta que todavía «haya pocos hombres que soliciten la excedencia o la reducción de jornada de su trabajo para cuidar a los niños o dedicarse a las tareas del hogar».
Para María Luisa está claro que «es una cuestión de asumir roles» y que todavía están muy marcados por las costumbres tradicionales «tanto en el ámbito laboral como en el familiar». Lamenta profundamente que en el medio rural todavía no exista la verdadera igualdad entre el hombre y la mujer, «porque la mujer asume directamente que es la que tiene que encargarse del cuidado de los hijos» y todavía lamenta más, y la produce enfado, «que haya empresas que, en una entrevista de trabajo, pregunten a las mujeres si tienen pareja o tienen hijos, como si fuese importante para conseguir o no un empleo».
En contraposición, Raquel Alonso lanza un cable en defensa de «una generación de hombres, que son los que yo conozco, que están mucho más comprometidos en todos estos aspectos. Ni siquiera mi hermano, que tiene 30 años, entiende esta polémica, porque no ve lógico que los hombres trabajen y las mujeres se queden en casa. Tanto él, como yo, pensamos que existe esa igualdad entre hombre y mujer».
Las tres mujeres participantes en el debate coinciden en señalar que la educación y la formación cultural son los factores principales para alcanzar esa igualdad de género y que la sociedad vaya cambiando los conceptos. «Afortunadamente, la sociedad ha cambiado y este es un buen momento para ser mujer», manifiesta Raquel, mientras que María Luisa señala que lo mejor «es saber de todo y ser autónoma e independiente» y Rosana insiste en llegar a una igualdad «donde mujeres y hombres compartan todo el trabajo en casa».
Aunque considera que en algunos aspectos «estamos mejor que otros países», María Luisa no se resiste a reivindicar mejoras en los horarios que existen en España, «donde la jornada partida impide muchas veces esa conciliación familiar, incluso el disfrute del tiempo libre. En los países del norte de Europa tienen toda la tarde libre para su vida privada y aquí, las mujeres, tienen que acogerse a la reducción de jornada», y muestra también sus dudas en la ayuda que reciben las mujeres de sus parejas, «porque no está tan generalizado que los hombres ayuden en casa».
Rosana tiene claro que «el verdadero cambio hacia la igualdad llegará cuando eduquen a los hombres para ayudar en las tareas del hogar». Considera que, a nivel general, «en las familias no exigían a los hermanos las tareas que se pedían a las niñas», aunque tiene claro que con el paso del tiempo «el rol de las mujeres ha cambiado, pero no el de los hombres».
Raquel solicita la educación escolar, que ella ya ha vivido, para alcanzar la igualdad, debido a que otras posiciones «suenan fantástico, pero creo que son un paso atrás» y culpa a determinados programas de televisión de utilizar a mujeres en determinados roles «donde parece que lo único que vale son los grupos dando voces».
Detesta que todo esto haya calado en algunos colectivos sociales, incluso entre chicas jóvenes. «No puedo aceptar que haya mujeres que les parezca normal que los chicos entren en su vida privada. ¿Cómo es posible que les dejen mirar sus teléfonos móviles para controlar quién y a quién llaman?
«Es una cuestión cultural. Hay que formar a las personas en el respeto hacia los demás. El machismo es tan sutil que cuesta mucho desmontarlo», contesta María Luis Pérez, que indica que costará mucho diferenciar a niños y niñas en el clásico modelo de educación. «Todavía, hoy mismo, podemos ver carritos de niños de color azul y de color rosa para las niñas».
Esa diferente forma de distinguir, no la tuvo Rosana del Amo, que cuando era pequeña «jugaba a hacer el burro con mis hermanos. La educación tiene que venir desde casa y eso es lo que yo estoy intentando inculcar a mis dos hijos. Ellos juegan a cocinar y simulan cuidar a un bebé. A mi me parece estupendo, creo que es bueno que cualquier niño pueda jugar con muñecas o hacer una casita. Que haya juegos de rol para niños y niñas».
En este sentido, para Raquel no hay diferencia, «porque en el colegio todos jugábamos con todos, niños y niñas. Personalmente, nunca he jugado con muñecas, porque no me gustaba, jugaba a hacer casas y a pegarme con mi hermano».
Como es lógico no aceptan la violencia hacia la mujer, en cualquiera de sus expresiones. Sobre la agresión que esta semana realizó un joven a una mujer en Barcelona, a la que dio una patada por detrás mientras un amigo lo grababa y lo colgaba en las redes sociales, Raquel consideraba que «es obra de un gracioso que se había tomado unas copas», mientras que María Luisa dudaba que se hubiera producido «si hubiese sido contra un chico» y Rosana opinaba que «seguro que pensaba que era más fácil contra una mujer porque es más frágil», algo con lo que María Luisa estaba de acuerdo, «porque la violencia siempre va dirigida hacia el más débil» y todas coinciden en afirmar que «la violencia de género es el mayor síntoma de la desigualdad en una sociedad», a la vez que todas mostraban su repulsa «por la complicidad del amigo que lo grabó y que luego lo convirtió en un elemento lúdico en las redes sociales».
Valorar la validez
En cuanto a la política, donde Raquel tiene una participación activa, considera que «muchas mujeres están en puestos importantes» y recuerda que el Partido Popular «puso a las primeras alcaldesas en esos puestos», aunque matiza que «no se debe medir ni pensar en si es un hombre o una mujer el que debe estar en un puesto determinado, sino que sea la persona que tenga mayor validez la que ocupe ese cargo». María Luisa aseguraba que «hay muchos obstáculos para que las mujeres alcancen un trabajo político, porque, en este aspecto, todo está diseñado por los hombres».
Además, lamentaba la poca participación en la política de las mujeres en el mundo rural. «Siempre se las mira de forma diferente. Es lo que yo llamo el efecto escaparate. Lo que hacen las mujeres sirve para criticarlas y, sin embargo, se convierte en un trampolín para los hombres». Rosana lamentaba que «haya una brecha tan grande entre lo que piensa la gente de la calle y las decisiones de los políticos».
María Luisa pensaba que «la valía de las mujeres no tiene por qué ser inferior a la de los hombres. A mi no me gustan las mujeres florero, como tampoco me gustan los hombres florero» y Rosana añadía que «faltan mujeres en las grandes empresas. En los puestos de responsabilidad hay pocas mujeres y muchas menos en las empresas privadas que en las públicas».
En el ámbito de la cultura, coinciden en que probablemente hay menos discriminación, «aunque queda mucho por hacer», señala María Luisa, que recalca que en los pueblos «pueden verse películas con cuentagotas y hay que salir fuera para ver cine o teatro. En el plano cultural la desigualdad se pone de manifiesto en la carencia de cine o literatura de mujeres. Y ya por pedir, que bajen el IVA».
Para Raquel es un buen momento para las escritoras «y para la cultura en general, en cuanto a cine, teatro de calle, música y considera que no hay diferencia de género», algo con lo que está de acuerdo Rosana, aunque matiza que «hay los mismos niños que niñas en un teatro, pero no creo que sea así si vamos a un partido de fútbol» y María Luisa termina el debate diciendo que «las mujeres leen más y compran más libros».
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Iker Elduayen y Amaia Oficialdegui
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