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El presidente de la Asociación de Víctimas del Terrorismo de Castilla y León, el comandante Juan José Aliste, posa junto a las autoridades y otras víctimas del terrorismo tras recibir la Medalla de Oro de las Cortes de Castilla y León.
Discurso íntegro de la presidenta de las Cortes en la entrega de la Medalla de Oro a las víctimas del terrorismo en Castilla y León

Discurso íntegro de la presidenta de las Cortes en la entrega de la Medalla de Oro a las víctimas del terrorismo en Castilla y León

PPLL

Miércoles, 25 de febrero 2015, 21:55

En Castilla y León ejercemos el autogobierno desde hace treinta y dos años asentados firmemente en los valores constitucionales de la libertad, la justicia, la igualdad y el pluralismo político. Asumimos como propia la política del pacto que aprendimos de los protagonistas de la Transición española, para conseguir entre todos un Estatuto de Autonomía, fruto del acuerdo político y que nos ofrece las claves del éxito de nuestra convivencia: porque somos una comunidad rica en territorios y gentes; somos respetuosos con la pluralidad que nos integra; somos defensores de la convivencia que nos enriquece; somos, en definitiva, un espacio de encuentro, diálogo y respeto entre diversas realidades.

Y es que, incluso más allá de nuestro soporte constitucional y estatutario, nuestra Comunidad se edifica sólidamente sobre una realidad histórica construida a lo largo de siglos en los que nuestras aportaciones a España y al mundo entero nos han dotado de una singularidad sobre la que reiteramos nuestro orgullo en esta solemne ocasión.

Nuestra lengua y nuestra cultura, el origen de la institución municipal, la primera representación popular en el Parlamento, las primeras universidades, o nuestra presencia en el Nuevo Mundo, constituyen parte de un glorioso pasado, que lo es también de España, nuestra Nación, a la que nos honramos en pertenecer porque nos hermana en una indisoluble unidad con todos y cada uno de los pueblos que la integran.

Y en la misma medida en la que nos reconocemos a lo largo de la historia, en la misma medida en la que respetamos y escribimos entre todos nuestro pasado, nos convertimos en un apasionante proyecto de futuro.

Por eso hoy, al celebrar este nuevo aniversario de nuestra vida en común, entendemos indispensable continuar la permanente labor de cimentar nuestro porvenir sobre el mérito y el esfuerzo de todas aquellas instituciones y personas de Castilla y León que a lo largo de nuestra existencia como Comunidad han prestado servicios sobresalientes, y que se han hecho acreedoras del reconocimiento del pueblo castellano y leonés.

Y la mayor de las contribuciones que una persona puede hacer es la de defender, entregando incluso su propia vida, los bienes más preciados de nuestra sociedad, que son la democracia y la convivencia en paz y libertad.

El fanatismo y la barbarie terrorista han atacado a través de diferentes organizaciones criminales y desde hace décadas a la sociedad española: a su Constitución, a su democracia y al régimen de libertades del que nos dotamos en el proceso ejemplar que constituyó la Transición.

Y en esa delirante ofensiva, las víctimas recibisteis el golpe que los asesinos dirigían a nuestra sociedad, el ataque que apuntaba hacia todos nosotros. Asesinaron a vuestros padres, a vuestros maridos, a vuestras mujeres, a vuestros hijos, os mutilaron, os secuestraron. Y sabemos que lo hicieron con la plena intención de asesinar, mutilar y secuestrar a España y a nuestro régimen de libertades.

Ese es el motivo por el que hoy, agradecidos, los castellanos y leoneses venimos a este Parlamento a ofreceros a las víctimas del terrorismo de nuestra Comunidad una página de nuestra historia, un pedazo de nuestra memoria. Un lugar de nuestro corazón en el que estéis siempre presentes, pues sin vuestro recuerdo y sin el recuerdo de los que ya no están, es imposible que planteemos con rigor y justicia nuestro destino.

Y además queremos escribir con todos y cada uno de vosotros esas páginas de nuestra historia.

Porque vosotros veis y sentís lo que nosotros no podemos ver ni sentir con la misma intensidad: lo que ya no regresa, lo que quedó violentamente en el pasado. Lo que no quiere y sobre todo lo que no puede olvidarse. Porque de ese día, de aquel fatídico día, lo intuimos, lo sabemos, lo recordáis todo. Para siempre.

Y queremos forjar con todos y cada uno de vosotros un porvenir en el que estéis siempre presentes y seáis plenamente visibles en nuestra sociedad.

Porque vuestro sufrimiento no es solo pasado. Es presente y es futuro.

Porque hoy, al estar cara a cara ante vosotros, resulta difícil afirmar que el terrorismo ha finalizado.

Porque todavía son muchos los atentados sin resolver y sin juzgar.

Porque cuando los crímenes empiezan a quedar lejos, y cuando nos atrevemos a computar el tiempo sin muertos, en lo más profundo de nuestro corazón reconocemos que para todos vosotros el tiempo discurre de manera muy diferente, pues cada día que pasa, es, al contrario que para los demás, un día más con muertos.

Y queremos explicar la única verdad de lo sucedido con todos y cada uno de vosotros.

Porque en Castilla y León llamamos a las cosas por su nombre, y no escribimos relatos confusos de nuestro pasado.

Por eso nuestra narración contará que ni existió la lucha armada ni el alto el fuego. Simplemente el asesinato y la extorsión.

Por eso nuestra historia dispondrá que no sois un bando en una contienda, sino víctimas de unos asesinos.

Por eso sabremos para siempre que vuestro sacrificio no es fruto de un conflicto, ni lo es del azar, sino del crimen indiscriminado.

Por eso la autenticidad será el eje de nuestro relato, y este seguirá abierto mientras lo completamos con el esclarecimiento de los asesinatos que quedan sin solucionar.

Por eso, en definitiva, en la historia que aquí escribiremos con vosotros rechazaremos siempre la violencia que os quebrantó, pero también los fines políticos que sirvieron para justificar vuestro dolor.

Y queremos que el sacrificio de todos y cada uno de vosotros no se desvanezca en nuestra memoria.

Porque la irrebatible narración de las víctimas del terrorismo de Castilla y León no nos ha de servir para dar carpetazo a un triste periodo de nuestro pasado, ni queremos que sirva para olvidar una pesadilla que los criminales os han hecho vivir, sino que pretendemos que sea un libro que leamos y releamos siempre, y en particular cada vez que nos toque defender la libertad, la paz y la democracia, para que vuestro ejemplo de dignidad y resistencia al fanatismo, y vuestra decisiva contribución al final del terrorismo sea reconocida socialmente y permanezca siempre viva.

Y queremos tener presentes las reivindicaciones de todos y de cada uno de vosotros.

No queremos que vuestra aportación sea únicamente la doliente, la humana y más emocional.

No mezclaremos vuestro sufrimiento con vuestras pretensiones, vuestro dolor con los legítimos deseos de justicia, porque lo primero os pertenece, y lo segundo es una obligación del Estado de Derecho.

Por ello contamos con vosotros como un activo imprescindible para que, más allá de vuestra experiencia personal, nos recordéis permanentemente que la dignidad que mostráis y que os reconocemos, el recuerdo a los que faltan y la justicia que legítimamente reclamáis son las claves de la fortaleza social para hacer frente a otras formas de terrorismo que nos están acechando.

Y queremos señalar claramente con todos y cada uno de vosotros de qué y de quién depende el fin del terrorismo.

Para lograrlo reivindicaremos que los que cargan con la única responsabilidad de mantener la paz no son otros que quienes la quebrantaron.

Porque el final del terrorismo, venga de donde venga, no es una concesión generosa de los asesinos y frente a ella las víctimas no estáis obligadas a responder con el perdón. Y mucho menos tenéis que cargar con la más mínima responsabilidad en una pretendida e infamante reconciliación de un conflicto imaginario.

Y es que el perdón, de alcanzarse, afecta a vuestra esfera interna, únicamente a cada uno de vosotros incumbe, y no puede ni debe imponerse. Y mucho menos considerarse, en caso de no obtenerse, un freno a una paz que nadie hubiera deseado más que vosotros.

Vuestra renuncia admirable a la venganza no implica necesariamente comprensión, ni silencio, ni mucho menos es una dejación a la aplicación rigurosa de la ley.

Y sería una sinrazón que no debemos consentir, al afrontar el final del terrorismo, que la garantía y la exigencia del cumplimiento de la condena penal, social y moral de los que intentaron liquidar nuestra libertad, dependiera únicamente de la actitud de sus víctimas hacia los asesinos y no del Estado de Derecho y de toda la sociedad, destinataria, al fin y al cabo, de los ataques.

Queridos amigos.

Al conmemorar este trigésimo segundo aniversario de nuestra vida en común, los castellanos y leoneses nos reconocemos como una sociedad comprometida. Con nuestras diferencias y nuestros acuerdos, con nuestros fracasos y nuestros aciertos, pero sobre todo con nuestros sueños y con un futuro prometedor, en Castilla y León, los ciudadanos y sus representantes tenemos una firme disposición a la consecución del bien común.

Así lo demostramos día a día. La permanente respuesta solidaria de los castellanos y leoneses y sus instituciones ante cualquier situación de necesidad, la defensa de la igualdad de oportunidades de todas las personas, y el papel solidario e integrador que gracias a nuestra manera de entender el autonomismo jugamos en el resto de España, hacen de Castilla y León una Comunidad comprometida.

Y en esa actitud permanente ejercemos nuestra responsabilidad, como lo hace una sociedad que ha contraído una obligación con vosotros, como víctimas de distintos proyectos antidemocráticos, fanáticos y totalitaristas que pretendieron cercenar la libertad de todos los españoles.

Con este sencillo gesto de hoy os queremos transmitir que es imprescindible el papel activo de nuestra sociedad en promover la reparación y dignificación de las víctimas del terrorismo. Hemos conocido en España los efectos positivos de la unidad, de la movilización y del rechazo social contra la violencia y por el contrario, la historia de la humanidad nos recuerda a menudo los efectos del silencio y de la inacción ante la barbarie.

El acto que celebramos no llenará vuestros vacíos. No mitigará vuestros recuerdos y temores. No suplirá esos importantes momentos de la vida y de la familia que os han robado. Ni las limitaciones físicas o el daño psicológico que a muchos os han impuesto de por vida.

La distinción que os entregamos no aplacará la impotencia de no saber cómo explicarle lo que os ha pasado a vuestros hijos o a vuestros nietos sin transmitir un intenso dolor o sin que sientan rencor.

Sin embargo, este acto y esta Medalla simbolizan que vuestro heroísmo y vuestro dolor no han sido en vano, porque quienes de entre nosotros dieron la vida y quienes de entre nosotros entregasteis vuestra integridad física por nuestra libertad, vivirán, viviréis siempre en nuestra memoria y en nuestro corazón.

Vuestro dolor no ha sido en vano, porque la fortaleza que aportáis a la sociedad ha consolidado nuestra democracia y nuestras convicciones de vivir en paz y en libertad. Porque con las armas del convencimiento y de la razón nos habéis enseñado a confiar en el Estado de Derecho, cuando renunciasteis a tomar la justicia por vuestra mano.

Vuestro dolor no ha sido en vano, porque tras la experiencia vivida con las diversas variantes de terrorismo que habéis sufrido, nuestra sociedad afronta con unidad y consenso las nuevas amenazas terroristas.

Vuestro dolor no ha sido en vano, porque cada herida y cada muerto han supuesto un paso más hacia la paz.

No ha sido en vano, en definitiva, porque vuestro sacrificio ha unido a los ciudadanos de Castilla y León representados en estas Cortes para ofreceros un sencillo homenaje que simboliza nuestro más profundo agradecimiento.

Agradecimiento sincero: a todas las víctimas del terrorismo; a sus familiares; a las víctimas de los atentados cometidos en nuestra Comunidad; a las víctimas castellanas y leonesas que sufristeis fuera de nuestra tierra el terrorismo; a los que viajabais en los trenes de cercanías de Madrid el 11 de marzo de 2004; a los miembros de las Fuerzas Armadas, de la Guardia Civil y de la Policía Nacional, que veías a diario como asesinaban a vuestros compañeros y a sus familias, y con disciplina y abnegación ocupabais sus puestos en formación, y seguíais trabajando por poner ante la justicia a los asesinos; a quienes vivís entre nosotros y no aparecéis en ninguna lista, simplemente porque tuvisteis que huir del País Vasco por una cobarde amenaza.

A todos vosotros y a vuestras familias; queremos que sepáis que nunca os vamos a olvidar.

Amigas y amigos.

Esta mañana, al recordar a todas las víctimas del terrorismo del mundo,

al evocar a las víctimas de aquellos lugares de España en las que se oye más alta y más clara la voz de quienes apoyan y justifican el terrorismo que la suya, al rememorar a los representantes de los ciudadanos de todas las fuerzas políticas que también han sufrido la sinrazón de la barbarie terrorista; al agradecer el trabajo de los hombres y mujeres de las Fuerzas Armadas, que en arriesgadas misiones más allá de nuestras fronteras se ocupan de garantizar nuestra libertad y nuestra seguridad, al entregar esta Medalla de Oro, que es de justicia en este nuevo aniversario del Estatuto de Autonomía de Castilla y León, os propongo que todos juntos soñemos con una sociedad unida sin fisuras contra la violencia terrorista, con una sociedad democrática y libre que haga frente a los fanáticos con las armas del Estado de Derecho y con la razón, con una sociedad tolerante que no renuncie a su facultad de decidir libremente y sin coacción, con una sociedad que rechace cualquier coartada o justificación para el uso de la violencia, os propongo que soñemos con una sociedad que en un abrazo unánime acoja a todas las víctimas del terrorismo para deciros, en una sola voz: ¡No estáis solos!

Muchas gracias.

Presidenta de las Cortes de Castilla y León, María Josefa García Cirac

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