Ricardo Sánchez Rico
Jueves, 20 de noviembre 2014, 13:08
Si Fernando Álvarez de Toledo y Pimentel, Gran Duque de Alba, levantara la cabeza, con su estoque bendito habría hecho rodar cabezas en las redes sociales, en las revistas del corazón y en esos programas televisivos rosa chillón de alaridos, chismes y exabruptos. A él, azote de los Países Bajos, el coco aún para los niños belgas y holandeses que no quieren comer o irse a dormir, le iban a hacer chanzas con la Casa de Alba periolistillas de mechas californianas y taconazos, contertulios sin más brillo que el de la hebilla Dolce Gabbana de su hortera cinturón, o granhermanos reciclados con cuadernillos Rubio para los platós.
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A él, representante del monarca Felipe II en sus esponsales con Isabel de Valois y con Ana de Austria, le iban a cuestionar la boda de su descendiente María del Rosario Cayetana Alfonsa Victoria Eugenia Francisca Fitz-James Stuart y de Silva, la duquesa de Alba, con Alfonso Díez Carabantes, nacido en esa ciudad de Palencia de la que fue obispo Gutierre Álvarez de Toledo Ayala, primer señor de Alba de Tormes. Sí, sí
Como quiera que Fernando Álvarez de Toledo y Pimentel, fallecido en 1582 en Lisboa, descansa en el convento de San Esteban de Salamanca, a Alfonso Díez Carabantes (Palencia, 15 de noviembre de 1950) no le pueden salvaguardar sus piqueros imperiales en esas cargas de la caballería pesada del Sálvame (diario o Deluxe), pero este palentino de 63 años ha hecho de su discreción coraza, de su silencio morrión y de su trato educado, vara de fresno vizcaíno.
De ascendente castrense (es uno de los doce hijos de José Díez, militar de Infantería, y de Pilar Carabantes, perteneciente a una familia de médicos y militares de carrera), su abuelo paterno, Julián Díez, tiene una calle con su nombre en Palencia, ya que fue dueño de la Fábrica de Chocolates San Antolín, establecimiento abierto en 1884 en la Calle Mayor y que hoy es sede del Banco de Santander. Alfonso Díez Carabantes cursó sus estudios en el colegio La Salle y se mudó pronto a Madrid, donde comenzó a trabajar como funcionario de la Seguridad Social. Su relación con Cayetana de Alba ancla en la amistad que Pedro, hermano de Alfonso, mantenía con Jesús Aguirre, segundo marido de la duquesa fallecido en 2001, y tras un reencuentro a las puertas de un cine y una relación sentimental de tres años, la pareja hizo público su enlace matrimonial el 23 de agosto de 2011.
La boda se celebró el 5 de octubre de ese año en el sevillano Palacio de las Dueñas, con Cayetana cumplidos ya los 85 años y Alfonso Díez, 25 más joven. La boda del siglo y medio la catalogaron, con cancioncilla incluida de Antonio Roales. La especulación cacareó todo el noviazgo, la conveniencia económica se adujo como exclusivo aliciente del paso por vicaría, la oposición frontal al matrimonio de los seis hijos de Cayetana llenó columnas y columnas, pero Alfonso Díez, imperturbable ante los comentarios dañinos y las aceradas críticas, siguió a pie firme con su pica, rechazando con su savoir faire carga tras carga. «Fueron momentos durísimos, aunque no me arrepiento de nada. Yo le gusto a Cayetana, le he gustado desde hace mil años, y le gusto», aseguraba en una entrevista a El Mundo el duque consorte de Alba, el solterón de manual reconvertido en abnegado marido de una Grande de España que ya ha empezado a palentinizarse con sus visitas a la villa romana de La Olmeda, Carrión de los Condes y la propia capital palentina.
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