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SONIA ANDRINO
Lunes, 22 de septiembre 2014, 14:28
Como todos los días, Emilio García Viejo se acercó en la mañana de ayer al Bar Balboa a tomar su café. Aunque era un domingo que en principio debía amanecer tranquilo, por muchos motivos el de ayer fue diferente. Tiene 79 años y es el segundo de los hermanos del misionero Manuel afectado por ébola en Sierra Leona, que vive en Folgoso de la Ribera, en León. El mayor de los tres, Antonio, de 83 años, hace tiempo que no sale de casa a pesar de que, igual que Emilio, su vivienda está a pocos metros del bar.
Para ninguno de los dos hermanos, el de ayer fue un domingo normal. La preocupación no podía disimularse de su rostro sabiéndose pendientes de la repatriación de su familiar enfermo. A Emilio tampoco le gustó demasiado verse en la prensa ni sentirse el foco de atención de los medios de comunicación. Quizá por eso, aunque no fuera lo habitual y solía visitar un par de veces el bar, en la tarde de ayer no volvió.
Fuera, la lluvia trataba de ganarle la batalla al sol, pero este conseguía resistirse. Aún así, las calles de esta pequeña localidad berciana seguían tranquilas, algún matrimonio en la recién estrenada jubilación caminando por ellas, alguna familia departiendo tranquilamente en el corral, pero poco más. Dentro del bar, algo de movimiento. Una partida de cartas y el fútbol en la tele, dos actividades cotidianas de las que más le gustaban a Manuel cuando visitaba su pueblo. «Es un gran aficionado al deporte, le encantaban las olimpiadas y el atletismo, dos aficiones que yo comparto con él», contaba desde detrás de la barra Humberto Balboa, el propietario del bar que visitaba cada verano el misionero. La última vez que le vio fue el año pasado, «solía venir en agosto o en septiembre», cuenta antes de detallar que en el pueblo «siempre ha sido muy querido».
Como el resto de los vecinos, Humberto espera noticias con tranquilidad, lo máximo que demanda alguna de las mujeres que visitan a esa hora el bar, era verse en el informativo de la tele. Y es que a todos los vecinos les pilló por sorpresa la noticia, aunque no saben si por el hecho de que el misionero se contagiara del ébola, o por sentirse el foco de la noticia. A este antiguo pueblo minero, fuertemente castigado por la migración, le queda solo esperar. Nadie en la calle da muestras de otra cosa que no sea normalidad, pero dentro en las casas, en los bares, la repatriación de Manuel y su llegada a España tomó el protagonismo de lo que ayer no fue una tarde de domingo normal.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
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