Sigue paso a paso la receta de la leche frita de Gallegos de Hornija

1 litro de leche

5 cucharadas de Maicena y 5 de azúcar

Canela

2 yemas de huevos

Unas gotitas de anís

4 huevos (para el rebozado)

Harina (para e rebozado)

Aceite de girasol (para freír)

Gaspara empieza su cocinado apartando leche en un tazón. El resto del litro de leche, lo vierte en una cazuela que pone a cocer. Mientras tanto, en el tazón con la leche que había apartado, echa 5 cucharadas de Maicena y empieza a remover hasta que no queden grumos. «Esta es la parte más costosa, porque hay que dar muchas vueltas. A mí no me gustan los robots de cocina, prefiero hacerlo todo a mano», comenta.

A continuación, echa las 5 cucharadas de azúcar. Reconoce que ella lo hace «a ojo». «Esta vez voy a echar 6, para que los lectores de El Norte queden más contentos», bromea, mientras sigue removiendo la mezcla del tazón. Añade la canela y las gotitas de anís. «Este postre siempre es un éxito. A todos les encanta», comenta ella. «Es uno de mis favoritos», señala Gabriel, que no la quita ojo.

Cuando la leche de la cazuela está hirviendo, añade la mezcla, sin grumos, que tenía en el tazón. Lo lleva de nuevo a punto de cocción, sin dejar de remover. «Eso poco a poco va espesando. Es una receta con la que haces mucho ejercicio con los brazos», bromea.

Cuando la masa está espesa, se retira del fuego y se añaden las dos yemas, que en su caso, tienen un llamativo color anaranjado. «Los huevos son de nuestras gallinas, que comen maiz y también el verde del patio, porque las tenemos sueltas y al final eso se nota mucho en el sabor. Son unos huevos deliciosos», explica.

La masa está en su punto y Gaspara la extiende en una fuente con un grosor aproximado de entre 1 y 1,5 centímetros. «Hay que dejar que enfríe para poder cortar los trocitos. Con dos horas puede bastar. Yo a veces la preparo el día antes y también queda muy rica», dice.

Pasadas unas horas y con la masa fría, Gaspara se dispone a cortarla en trocitos ni muy grandes, ni demasiado pequeños. A continuación, pone a calentar el aceite y en un plato hondo bate cuatro huevos. «Cuando hago leche frita, siempre me acuerdo de mi madre, Gregoria, que era más buena que el pan. Su casa siempre estaba abierta para recibir a todo el mundo», dice sin dejar de darle al huevo con el tenedor. «Hay que batirlo mucho, mucho, para que cuando lo rebocemos y lo echemos a la sartén, no salgan demasiadas puntillas», aclara.

Gaspara tiene soltura con este postre. Va cortando los trozos de masa, los va pasando por harina, a continuación por el huevo batido y por último los va echando al aceite bien caliente. A medida que los pedacitos de leche frita van cogiendo un bonito color dorado, los va extrayendo y los coloca sobre una fuente con papel absorbente.

Una vez fría, se quitan las puntillitas que salen al freír y se presenta en una fuente. Por encima se espolvorea canela y... ¡Lista para disfrutar!