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La familia Barrio, asesinada en Burgos en 2004, cuyo único superviviente fue el hijo mayor. Agencias
El triple crimen de los Barrio prescribe 20 años después salvo para los dos investigados
Burgos

El triple crimen de los Barrio prescribe 20 años después salvo para los dos investigados

Parece inverosímil que dos décadas después del asesinato de la familia Barrio, no haya un responsable. Un hombre de La Parte de Bureba, que cumple penas de prisión por otros crímenes, está en el punto de mira de la Policía. El hijo mayor de los Barrio está exculpado

Domingo, 2 de junio 2024, 09:25

El 7 de junio de 2004 Burgos fue la capital del crimen. La tranquila calle de Jesús María Ordoño se llenó de cientos de periodistas, policías y curiosos. En el interior del edificio número 14, en el quinto piso, se produjo uno de los asesinatos más impactantes de la historia de la ciudad y que ya forma parte de los peores crímenes de la crónica negra de España. Veinte años después, nadie ha sido capaz de descifrar qué pasó.

Las diligencias de este caso se reactivaron en 2014 a partir unos indicios contra un hombre de La Parte de Bureba, Ángel Ruiz, que cumple condena por otro crimen. Esta apertura deja la puerta abierta a que se pueda seguir investigando a quienes han estado imputados hasta ahora, pero no a posibles nuevos culpables, informa Burgosconecta.

Para las dos personas que fueron investigadas por los hechos, «prescribirá una vez se cumplan 20 años desde que se abrió el procedimiento judicial contra ellos», tal y como explica una abogada penalista. En el caso del hijo mayor y único superviviente de la matanza, Rodrigo Barrio, ocurrirá en 2007. En el caso de Angel Ruiz, el sospechoso principal, en 2034.

Aquel fatídico 7 de julio de 2004, la ciudad se despertó conmocionada con la noticia de un triple asesinato. El de un matrimonio y su hijo de doce años en la populosa calle que esta junto a Hacienda.

Salvador Barrio Espinosa, de 53 años; su esposa Julia Dos Ramos Santamarina, de 47; y Álvaro Barrio Dos Ramos, de 12 años, hijo de ambos, aparecieron muertos con la salvaje cifra de 99 puñaladas y otras lesiones contusas que elevaban las heridas a 125. Una escena brutal hasta para quienes están más acostumbrados a ver estas situaciones en primera persona.

La familia

Salvador Barrio era alcalde de una pedanía de Oña, La Parte de Bureba. En esta localidad, la familia pasaba muchos fines de semana y las vacaciones. El padre se dedicaba a la labranza. Las envidias y las rencillas irracionales que se viven en los pueblos pudieron tener alguna base para lo ocurrido. Pero la investigación se centró pronto en Rodrigo, el hijo mayor.

Rodrigo Barrio Dos Ramos estudiaba interno en los Gabrielistas, en Aranda de Duero. La noche del crimen el adolescente estaba, o tendría que estar, durmiendo en la residencia de la Aguilera. Había llegado a la finca a las afueras de la villa ribereña solo unas horas antes tras pasar el fin de semana en casa.

La investigación avanzó, pero no con la suficiente diligencia como para determinar un culpable inmediato. Las fuerzas de seguridad fueron llevando los pasos de un sospechoso a otro. Tampoco tuvo la investigación pruebas sólidas contra nadie.

En el quinto piso del 14 de la calle Jesús María Ordoño no se encontró una huella dactilar que llevara a incriminar a nadie. Nunca se encontró el arma con la que quien cometió el crimen asestó las 99 puñaladas a las víctimas. Tan sólo una huella; la de una deportiva de la marca Dunlop, una zapatilla del número 42-43.

Sobreseimiento

Pero todo se frenó en seco contra Rodrigo cuando en el año 2010, la jueza de menores de Burgos, Blanca Subiñas, sobreseyó la causa contra Rodrigo Barrio al considerar que la acusación particular, tras las pesquisas del Grupo de Homicidios de la Unidad contra la Delincuencia Especializada y Violenta (UDEV) presentó ante el Juzgado eran «meros indicios, simples conjeturas, hipótesis, elucubraciones y sospechas», insuficientes como para abrir un procedimiento judicial.

Es verdad que la zapatilla pudiera ser del joven, como también se valoraron unos macabros dibujos aparecidos en el piso de Burgos. Pero de los estudios psicológicos y pruebas accesorias, nada más se pudo extraer.

Salvador, el padre, pudo ser la primera víctima. Le encontraron debajo de la mesa de la cocina. Julia tenía un profundo corte en la garganta y Álvaro recibió 32 puñaladas y le habían arrastrado desde debajo de su cama.

El autor de crimen conocía la casa y todas sus estancias. Y fue asesinado uno por uno a todos los miembros de la familia. Se cambió de ropa en el transcurso del trayecto entre la habitación de niño y la puerta de la casa. No dejó ni una huella. No se encontró la ropa ni el arma ni un indicio que pudiera conducir al esclarecimiento de los hechos.

Ángel Ruiz

El caso se reabrió en 2014 con el punto de mira puesto en el que sigue siendo el principal sospechoso, Ángel Ruiz, conocido como Angelillo, un vecino de La Parte de Bureba. Ese mismo vecino que durante el entierro de Salvador aceleró su tractor en las tierras colindantes al cementerio o que pocas horas después escribió insultos sobre su tumba.

En las propiedades de Ángel Ruiz se encontró una caja de zapatillas coincidente con este calzado. En su casa de La Parte se encontró un cuchillo que pudiera encajar con el arma homicida. Poseía llaves de muchos inmuebles sin justificación, entre ellas la del despacho de Salvador Barrio en el Ayuntamiento de La Parte de Bureba.

Cumple condena por asesinar a una mujer de La Parte con un coche ajeno. Y fue investigado por la desaparición de un ciudadano nacido en Bulgaria, llamado Shibil Angelov. Pero en las armas blancas de Ángel Ruiz, no hay rastro de ADN y su tamaño no se corresponde con la profundidad de las heridas.

¿Qué fue de Rodrigo Barrio?

Tras la muerte de sus padres, Rodrigo se fue a Galicia con los hermanos de su madre. La relación familiar se enfrió porque los tíos enseguida sospecharon de él. Si se hallaran indicios o pruebas relevantes, Rodrigo podría ser de nuevo investigado. Lo mismo que sobre Ángel Ruiz que cumple condena por otro crimen diferente.

El hijo y hermano mayor de las víctimas vive una vida alejada de todo foco mediático, lejos de todo ello ha recompuesto su vida como cualquier ciudadano.

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