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La necrópolis de Regumiel de la Sierra siempre quiso salir, destacar. Nunca pudieron ocultarla. Ni siquiera esa escalera de hormigón que se construyó en el año 1986 para hacer un mejor acceso a la iglesia. Algunas tumbas fueron tapadas en ese momento pero otras seguían ... a la vista y otras se ocultaban bajo la actual iglesia y, por fin, ven la luz. Ahora ocupan el lugar y protagonismo que merecen.
En el año 2016 comenzó una intervención en este pueblo burgalés de la comarca de Pinares con el objetivo de recuperar esta necrópolis altomedieval que supera el centenar de tumbas antropomorfas. Los arqueólogos Asier Pascual y Mónica Gorostiza dirigen el proyecto desde entonces. Un proyecto impulsado y financiado por el Ayuntamiento y que ha contado con alguna subvención de la Diputación. Ahora se sigue trabajando en el lugar pero cada vez está más cerca el final de este camino. La visita ahora ya nos deja ver las dimensiones de la que es una de las mayores necrópolis de la zona.
Pasa desapercibida pero en Palacios de la Sierra nos encontramos el Centro de Visitantes de las Necrópolis del Alto Arlanza. Esta zona burgalesa esconde un conjunto de antiguos cementerios que datan de hace más de mil años y que formaban parte de poblados en su mayoría desaparecidos. Se trata de uno de los mayores conjuntos de necrópolis de Europa.
En este entorno, la necrópolis de Regumiel presenta varias características diferenciadoras. Es una de las más grandes y el asentamiento al que pertenecía no ha desaparecido. Es decir, a su alrededor siempre ha habido un núcleo de población.
La necrópolis altomedieval de Regumiel se encuentra en una enorme piedra arenisca alrededor de la iglesia. La zona más ocupada es la de acceso al templo, pero detrás, colgadas en el borde de la roca, hay varias tumbas infantiles. «Toda la superficie está ocupada y es una de las mayores necrópolis de la zona. Hay unas 150 tumbas más las que estén debajo del actual pueblo, que ha crecido. Alguna está deteriorada, pero se conservan bien», apunta Asier Pascual.
Encontraron en el yacimiento incluso algún resto de huesos. De ahí se sabe que fue reutilizada. «Hemos trabajado sobre cosas ya trabajadas, hemos hecho un proceso de recuperación», señala Pascual.
Las tumbas datan de los siglos IX al XI pero algunos estudios adelantan su origen a los siglos VII o VIII. En el caso de Regumiel, la necrópolis nunca ha sido abandonada. Es decir, en la zona encontramos otras en el pinar, en lugares cercanos a pueblos, pero donde no reside nadie. Aquí la necrópolis siempre ha tenido compañía humana. Pascual apunta que se sabe que, en la Edad Moderna, siglo XV o XVI, se produjeron reutilizaciones de tumbas. «Es cierto que es una necrópolis muy grande en una localidad pequeña, pero ha habido muchos años de ocupaciones», apunta el arqueólogo. Las tumbas se siguieron utilizando, pero luego se crearon dos cementerios cercanos a la iglesia hasta que se emplazó a las afueras del pueblo.
Llegó un momento en el que las tumbas no se usaban con carácter funerario, pero se jugaba en ellas, se usaban como bebedero de animales e, incluso, como maceteros. Ha tenido más vida y, por eso, está más rota y deteriorada, pero, aun así, el tiempo no le ha sentado nada mal.
Sorprenden las dimensiones de las tumbas. Nos hablan de individuos más bajos. Asier Pascual, arqueólogo, resalta algunas deducciones. Esta era una zona relativamente aislada, tenían sus carencias de alimentos, carencia de yodo. El raquitismo podría ser algo frecuente. Aún así, hay variedad de tumbas porque encontramos una de hasta 2,05 metros.
Hay que pensar que la tumba es algo mayor de lo que es el cuerpo pero tampoco mucho. Buscaban que el cuerpo quedase apretado para no tendiese a agrandarse. «Entre la mortaja y la dimensión de la tumba consigues que el cuerpo quede más estático. En un día se amortajaba el cuerpo, se medía y se excavaba a medida la tumba. Tenía que ser algo rápido porque la conservación del cuerpo en esos momentos no era buena», explica Pascual.
Dentro de su ritual funerario, la roca era el material más duradero del que disponían en su creencia en la resurrección. «Este es el que mejor va a conservar el cuerpo», apunta Pascual. Todo forma parte de un ritual en el que la orientación es muy importante. Todas estas tumbas están orientadas hacia la salida del sol pero no tenían brújula, por eso vemos diferentes variedades de orientaciones, lo que nos habla de las épocas del año en las que se excavaron.
En el año 1986 se decidió tapar la necrópolis para hacer un mejor acceso a la iglesia mediante una escalera de hormigón. Este proyecto dejaba en un cajón otro aprobado por la corporación municipal anterior en el que se establecía una pasarela elevada para conservar la necrópolis. «Una escalera desproporcionada para el flujo de habitante y ejemplo de lo que no se debe hacer con el patrimonio», apunta Pascual, «se construye a pesar de ir en contra de la Ley de Patrimonio».
En 2016, al comenzar la intervención, temían que la necrópolis estuviese muy picada y deteriorada, «no confiábamos en que se hubiese respetado». En un momento optaron por romper parte de la escalera porque había una tapa de una tumba embutida en el hormigón. Era curioso porque, normalmente, estas necrópolis se conservan sin tapas porque son expoliadas, son piedras buenas que se aprovechan para construcciones.
Se percataron de que la capa de hormigón no era tan grande y que el estado de conservación de la mayor parte de las tumbas era «excepcional con alguna tumba con algún resto. Esto nos motivó a quitar todo el hormigón. Era un riesgo importante, pero nos pusimos a ello con el pensamiento de que todo lo que pudiéramos recuperar era bienvenido», recuerda Pascual. En su mente siempre la creencia de que «la piedra es más bonita que el hormigón, aunque esté rota y que se estaba recuperando un espacio singular para el pueblo».
Pascual valora el trabajo que se está haciendo en el lugar como «muy satisfactorio, desde mi punto de vista y para el municipio. Hemos recuperado una necrópolis que estaba condenada al abandono. La gente empieza a valorar lo que tiene y están llegando más visitantes. Contamos con infografías de calidad, la visita es más completa. Antes llegaban y preguntaban a los vecinos por la necrópolis y se les indicaba que aquí había algo pero Regumiel era la gran olvidada. Dolía el hecho de pensar que teníamos una de las grandes necrópolis y que pasaba totalmente desapercibida».
En este momento los trabajos se centran en facilitar el acceso a la iglesia con una infraestructura que garantice la plena conservación del yacimiento. «Optaremos por pasarelas elevadas evitando anclajes o elementos que deterioren la necrópolis. Haremos una pequeña senda elevada y las tumbas quedarán al aire. Estamos esperando a que llegue el buen tiempo para seguir eliminando los musgos que desconchan la piedra y que crezcan líquenes que actúan como barrera protectora.
Además, en la iglesia ya se pueden observar algunas de las tumbas que descansan debajo del suelo del templo. Se ha levantado el suelo para seguir trabajando en ellas. En un espacio se han cubierto con cristales que se pueden pisar y, a la vez, observar las tumbas. La idea es cubrir el suelo de cristales para observar las tumbas que 'sujetan' al templo. Sería una forma de revalorizar una iglesia que tiene pocos vestigios antiguos tras el incendio de la Guerra de la Independencia donde sus paredes hicieron de paredón de fusilamiento.
Los trabajos en el terreno comenzaron en 2016 pero hicieron falta unos cinco años para poder ponerlo en marcha, según reconoce el arqueólogo Asier Pascual. «Regumiel es un pueblo pequeño, necesita subvenciones. Como vecino de aquí intento hacer cosas por mi pueblo. A veces hay dinero, otras se hace con voluntarios. Todo contribuye a la mejor conservación del patrimonio y a que la gente valore lo que tiene». Eso sí, Pascual siempre resalta que, desde el primer momento, se ha contado con el apoyo del Ayuntamiento de Regumiel. «José Luis está muy volcado, hay que agradecer al Ayuntamiento que haya sido valiente. Esto no es invertir en algo que te vaya a generar un resultado inmediato. Es una apuesta de futuro por un turismo de calidad, pero hay que ser valiente», reconoce este arqueólogo.
José Luis Vázquez es el regidor de Regumiel. Reconoce que «lo más fácil y cómodo es no hacer nada, quedarse quieto, pero sabemos que tenemos un recurso y queremos sacarlo a la luz, que lo disfruten los vecinos y los visitantes», añade. Aunque no esconde que no está resultando fácil. «Aunque hemos recibido alguna ayuda, al final, el municipio tiene que aportar una gran parte. Ahora necesitamos invertir unos 10.000 euros en acometer el acceso a la iglesia. Contamos con unos 7.000 euros del premio a la Conservación del Patrimonio pero hay que aportar más. Aún así, estamos volcados con el proyecto de la necrópolis», asegura Vázquez.
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