Miguel Morillas, trabajador en ERTE BC
Burgaleses ante el coronavirus

«No puedes ir toda tu vida con miedo porque te paralizas»

Miguel Morillas, trabajador en ERTE ·

Miguel Morillas reparte su jornada diaria entre las tareas domésticas y su familia, pues con dos niños no se aburre, y reconoce que lo que peor lleva es la falta de contacto social y la incertidumbre económica por su situación de ERTE

Lunes, 20 de abril 2020, 12:38

Filosofía de vida. Tomarse las cosas como vienen, ir gestionando el día a día, viviendo el hoy sin pensar en el mañana más allá de lo imprescindible. Y esperar las certezas vayan alumbrando la oscuridad de las incertidumbres. Así afronta Luis Morillas su nueva situación laboral y personal. Trabaja para GJ Automotive, está en ERTE pues la empresa ha dejado solo una parte de la plantilla trabajando para servicios mínimos, nada extraordinario en los tiempos que corren. Y reconoce que ha pasado por diferentes fases anímicas en esta situación de cuarentena social.

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Al principio, se afronta el parón laboral como unas vacaciones. «Me voy 15 días a casa, ya verás qué bien. Voy a hacer un montón de cosas. Al final, esas cosas las terminas en una semana y, luego, ¿qué haces?», explica Miguel. De la noche a la mañana te cambia completamente la vida. «Tu cuerpo necesita una rutina», asegura, y la pierdes al no tener que ir a trabajar ni poder salir a la calle. Así que tras las buenas sensaciones iniciales, se pasa un mal momento pero, ahora, Miguel ya se ha acostumbrado la situación.

«Me he propuesto vivir el día a día», afirma. Y en su caso, el día a día son la tareas domésticas y sus dos hijos, un niño de 11 años y una niña de 7, «que no lo están llevando mal». Además, los niños «llenan mucha parte de tu tiempo y, realmente, tiempo para ti queda poco». Hay que hacer deberes, ejercicio, juegos de mesa, juegos tecnológicos... Así que, salvo si te levantas a las siete de la mañana, «que tampoco lo vas a hacer», bromea, el día se va pasando. Pero Miguel sí que echa en falta la rutina y, sobre todo, «sentirse útil, productivo y relacionarse con la gente».

«Lo que más echo en falta es el contacto personal», que ahora se limita a su mujer, sus hijos y la panadera. Las videollamadas no le llenan, «son muy superficiales», así que cuando se encuentra por la calle, y en la distancia, con un padre del cole o un conocido, le da alegría. «Si resulta que hay vida ahí fuera», comenta con humor, pero convencido de que todavía nos queda cuarentena social para rato y que hay que llevarlo como mejor se pueda. «No puedes ir el cien por cien de tu vida con miedo porque te paralizas», siente inquietud pero la intenta gestionar.

La otra cuestión que preocupa a Miguel es la repercusión económica de la paralización de la actividad. Tanto él como su pareja están en ERTE y tienen dinero ahorrado pero «no para vivir tres meses sin ingresar ni un duro», asegura. Las nóminas llegarán, pero la gestión de los ERTE está siendo complicada por el gran volumen de expedientes presentados, así que todavía no se han podido reorganizar. «Lo prioritario es comer los cuatro», que tienen un gasto semanal de entre 100 o 120 euros, «sin tener la despensa llena», afirma. Y de momento están bien, pero necesitan más certidumbres. Aun así, «vamos pensando en el día a día», insiste.

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