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Hasta ahora, Bárcena de Bureba estaba catalogado como uno de los 'pueblos del silencio', un sitio abandonado y casi olvidado. Sin embargo, que una pareja de neerlandeses haya comprado la mayoría de sus casas ha cambiado el curso de este paraje burgalés para siempre. Planean crear un pueblo autosuficiente y trasladarse allí para verano de 2025. Esta es su historia contada desde Burgosconecta.
Sin luz, sin agua y sin calles asfaltadas. Bárcena cuenta con unas 80 casas divididas en tres calles: la del Puente, la de la Iglesia y la calle Real. Quizás la falta de adelantos e infraestructuras fue un condicionante para que sus antiguos pobladores se marcharan en los años 70. Sin embargo, esto es algo que no ha frenado el interés de Maaike Geurts y Tibor Strausz, los nuevos 'dueños' de Bárcena.
Esta pareja de neerlandeses, de 46 y 48 años y dedicados al análisis de datos y la programación, vive en Ámsterdam, una ciudad de casi un millón de habitantes. Sin embargo, hace seis años decidieron dar un giro a su vida tras ver un reportaje sobre la desertificación en España. «Queríamos hacer algo bien», señala Maaike mientras habla del planeta Tierra.
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Para ello, decidieron buscar un sitio en España al que pudieran llegar en tren en menos de un día desde Países Bajos. Descartaron País Vasco por ser muy húmedo y el habla euskera, así que centraron su búsqueda en lugares como Burgos o La Rioja. «Empezamos a buscar por aquí y encontramos un sitio web con pueblos abandonados en venta», explica la neerlandesa mientras recorre las calles de Bárcena de Bureba.
La primera vez que Maaike y Tibor llegaron a Bárcena de Bureba fue en mayo de 2022. Desde entonces y hasta que firmaron la compra, la neerlandesa y su pareja visitaron el pueblo abandonado «muchas veces». «El proceso de compra duró un año más», explica, mientras afirma sonriendo que no dudaron a la hora de comprarlo.
Una de las razones para escoger Bárcena de Bureba sobre otros pueblos abandonados fue el agua. «Vimos otro pueblo cerca de Logroño y fue bien también», recuerda Maaike. Sin embargo, explica que el anterior dueño de Bárcena tenía «un permiso» de la Confederación Hidrográfica del Ebro para poder utilizar el agua del río Castil, que rodea el pueblo en su parte baja, para limpiarla y utilizarla. «Eso nos gustó mucho, pero también la zona», añade, pensando en crear en el futuro una charca para bañarse.
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El del agua fue un factor determinante, aunque otro motivo fue la posibilidad de adquirir seis hectáreas de terrenos y fincas rústicas alrededor de Bárcena de Bureba. En esta zona, Maaike y Tibor pretenden crear un «bosque comestible» con nogales, almendros y otros árboles frutales para autoabastecerse.
Por el momento, Maaike, Tibor y sus dos hijas siguen viviendo en Ámsterdam, donde tienen dos casas y las alquilan para obtener dinero. Sin embargo, la familia aprovecha las vacaciones de verano y las de otoño de sus hijas para viajar hasta Bárcena y trabajar en su proyecto: Ardbol.
Esta iniciativa busca restaurar Bárcena de Bureba de un modo respetuoso y autosuficiente, por eso el bosque comestible es imprescindible en la localidad. Por el momento, Maaike y Tibor ya han escogido la casa en la que vivirán y está situada en la parte alta del pueblo. Aunque, mientras la reconstruyen, viven en otra que está algo más conservada en el centro de la localidad.
Con sus profesiones, matemática y programador, Maaike y Tibor no tenían mucho conocimiento de albañilería y construcción. Por eso la pareja ha hecho algún curso y va trabajando poco a poco en su proyecto, aunque se consideran «autodidactas». Asimismo, en el futuro los neerlandeses planean restaurar una casa para que se hospeden voluntarios que les ayuden a trabajar en Bárcena.
En cuanto a la madera, ellos también harán «crecer» la suya propia. Ya el año pasado plantaron a las afueras de Bárcena algunos ejemplares de paulownias. Estos árboles asiáticos crecen muy rápido y, en unos siete años, ofrecen madera resistente y sin nudos, además de aislar térmicamente.
En las tareas de reconstrucción de Bárcena de Bureba, tanto Maaike como Tibor planean ser lo más autosuficientes posible y reutilizar la máxima cantidad de materiales. Además, quieren utilizar elementos de la zona, como paja, para aislar las casas del pueblo.
En un futuro, Maaike y Tibor quieren que Bárcena vuelva a ser un pueblo lleno de vida, un pueblo revivido. Un artículo de prensa y un podcast hizo que se conociera su historia en Países Bajos. «Hay algunas familias que sí que quieren venir», comenta la matemática.
La intención es que los neerlandeses interesados lleguen a Bárcena y trabajen en reparar sus futuras casas. Mientras duren las obras, estas familias vivirán en tiendas de campaña, y también traerán a sus hijos.
Por otro lado, Maaike y Tibor no son los únicos miembros de su familia: también tienen dos hijas de 8 y 9 años. Su madre afirma que les gusta «mucho» estar en Bárcena. De hecho, después del pasado verano, «las niñas no querían volver a casa», ríe la neerlandesa. Sus pasatiempos son jugar, dibujar y ayudar a sus padres.
Asimismo, Maaike señala que la previsión es que, para verano de 2025, se muden ya a Bárcena. Su plan es, por el momento y hasta que su casa esté más adecuada, vivir en Briviesca, ya que afirma que le gusta «mucho Briviesca. Hay de todo», explica, refiriéndose a servicios como colegios, instituto, supermercados y centro de salud.
Por otro lado, Maaike explica que vivir en Bárcena es «divertido» porque siempre tienen alguna visita de gente curiosa a la que le apetece conocer el pueblo. Recuerda el festival de poesía que se realizó en verano y fue organizado por otra neerlandesa, Doreen, que vive en La Molina del Portillo de Busto.
Sin embargo, Maaike y Tibor no han comprado Bárcena de Bureba al completo: una casa es particular y la iglesia dedicada a San Julián y Santa Basilisa es del Arzobispado. Adquirieron unas 80 casas a «un hombre de Castil de Lences», un pueblo vecino, que pretendía hacer de Bárcena un atractivo turístico. Sin embargo, llegó la crisis y el proyecto quedó paralizado.
Además, en Bárcena hay un vecino, Carlos. Él descendía de allí y compró su casa hace 40 años, según explica Maaike. Ahora está arreglando el inmueble junto a su hijo y espera que, en unos dos años, pueda vivir allí de forma autosuficiente, aunque ahora ya duerma en el pueblo. «Nos alegramos mucho de que esté aquí», señala la neerlandesa.
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Maaike y Tibor aseguran que no se arrepienten de haber comprado la mayoría de las casas de Bárcena de Bureba. En ocasiones piensan en su familia y amigos, quienes están tristes por ellos y contentos a la vez. Apenados por haber escogido mudarse de su país y contentos porque les gusta la zona y que el proyecto Ardbol vaya avanzando paso a paso.
En los años 70 del siglo pasado, Bárcena de Bureba quedó despoblado. Sin embargo, en el último año esta pedanía de Abajas ha revivido. Sus calles no están asfaltadas, no tiene luz y tampoco agua corriente. Pero sí tiene cobertura y cinco habitantes con ganas de sacar adelante el pueblo.
Además, poco a poco ha ido recuperando servicios. Por ejemplo, el cartero ha vuelto a dejar misivas en Bárcena, así como el autobús de transporte a la demanda de la Junta, que ha comenzado a hacer la parada en esta localidad.
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Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
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