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Cincuenta años después del Proceso de Burgos apenas ha cambiado nada en la sala de justicia del Gobierno Militar de Burgos, unas dependencias que hoy gestiona la Subdelegación de Defensa, inmersa hoy en sus bodas de plata. Apenas el retrato presidencial del general Franco, cuyo espacio en la pared cabecera ocupa hoy el del Rey Felipe VI y antes ocupó su padre Juan Carlos I.
También son nuevos los tapices que decoran las paredes. Además, los bancos corridos situados escalones abajo del tribunal que alojaron a todos los que pudieron seguir aquella vista oral, dan paso hoy a unas pocas sillas colocadas a la marcial distancia que exigen las restricciones de la covid-19.
Resulta difícil imaginar cómo lograron mantener en un escenario de reducidas dimensiones a todos los protagonistas del caso. Los siete miembros del consejo de guerra bajo el retrato del dictador, los 16 letrados defensores a su izquierda; el fiscal a su derecha y, tras ellos, tres filas para la Comisión de Derechos Humanos.
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Antonio Corbillón
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Tres escalones más abajo, los 16 acusados, todos esposados, y otros tantos policías armados tras ellos. Y detrás de ellos, el juez instructor, el capitán jurídico Antonio Troncoso, que sería el responsable de elevar la pena. Una posición extraña si no fuera porque se trataba de una vista militar.
«La relación entre el juez togado y el tribunal la marcaba la Auditoría de Guerra de la VI Región Militar. Su misión era orientar al consejo», explica el actual auxiliar del Juzgado Togado Militar y responsable de su archivo, José Francisco Briones. El juez que dictó las penas de muerte estuvo rodeado por tres filas de periodistas y agencias de prensa foráneas. El resto del espacio quedó para los familiares de los defendidos y algún público asistente.
La rutina de la vista oral hacía llegar a los presos a un patio interior anexo, enfrente de un edificio que, años después, voló ETA en un atentando.
Este salón, adornado con vidrieras del arma de Infantería, se usa hoy en labores de reclutamiento, aunque conserva vagamente su condición de sala de justicia. «En los ocho años que llevo en Burgos apenas ha habido un par de vistas», resume Briones. El edificio de la calle Vitoria es hoy un coqueto inmueble presidido por una gran torre rojiza de aspecto florentino. «Se pensó como biblioteca. Tal vez para parecerse a la de 'El nombre de la Rosa'», bromea el subdelegado de Defensa, el coronel Martínez de Lagos.
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