«La gente seguía con su vida normal, íbamos a trabajar y a hacer recados, pero la verdad es que la calle daba miedo». Los vecinos de la plaza del Rey, que hoy muestra una imagen muy diferente a la de hace 50 años, ... recuerdan esa fecha en la que Burgos fue el epicentro de todas las informaciones a nivel internacional como una época «gris» en la que se respiraba la tensión en la calle.
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El 3 de diciembre de 1970 se inició en el Gobierno Militar de Burgos un juicio sumarísimo contra 16 militantes de ETA, que acarreaba la petición de seis penas de muerte y más de 750 años de cárcel. Mientras tuvo lugar el proceso, que marcó un antes y un después en la historia de la banda terrorista y que supuso el principio de la deriva del Régimen, la ciudad se blindó con militares y policías. Quienes eran niños o jóvenes entonces, coinciden en señalar que el ambiente se enrareció y que los vecinos «estaban inquietos».
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«Había francotiradores en todas las azoteas de la calle y a mi madre le daba miedo sacarnos a pasear», recuerda un vecino de la plaza del Rey mirando hacia la torre del edificio que albergaba el gobierno militar. Él por entonces solo tenía cinco años: «Había muchísima policía aquí, y entonces no era como ahora, daban miedo», confiesa otra burgalesa que ha vivido toda su vida en ese barrio. «Yo salía a trabajar a las 7 de la mañana y tenía que coger un autobús a Gamonal, la parada estaba justo enfrente de donde los juzgaban y parecía que estábamos sitiados, aunque a mí nunca me pararon».
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Antonio Corbillón
Antonio Corbillón
Las sensaciones de aquellos días trascendentales se mantienen vivas en la memoria de los burgaleses. «Esto era muy diferente, no había autovía, ni estaba el edificio verde, era una zona del ejército, por aquí estaban los cuarteles y las casas de los militares», explica un hombre mientras señala las calles aledañas a la plaza.
Durante los últimos 50 años, el barrio ha sufrido grandes cambios pero el edificio que acogió los juicios continúa llamando la atención, como un elemento anacrónico, en pleno siglo XXI. Muy pocos negocios del año 70 se mantienen hoy abiertos, y solo uno continúa perteneciendo a la misma familia. Se trata de una panadería y la actual dueña, hija de los fundadores, afirma que ella no había nacido y que después nunca escuchó comentar «nada en particular» a sus padres, «no les gustaba hablar de ello».
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A día de hoy, en el año 2020, todavía hay personas que prefieren no compartir sus recuerdos acerca del Proceso de Burgos. «Me lo guardo para mí, lo siento», se disculpa el hijo de un militar «del barrio de toda la vida».
El coronel Antonio Troncoso fue vocal en el juicio contra los 16 miembros de ETA del año 70 en Burgos. Es el único miembro de aquel tribunal que permanece con vida, pero declinó realizar declaraciones sobre los juicios.
«Es un tema de hace 50 años», apunta a este medio. «Fue un capítulo más de mi vida profesional y no voy a hacer declaración», reconoce. Y asegura que «el recuerdo que hay que actualizar es el de las víctimas del terrorismo de ETA, no el de un vocal de un tribunal de hace 50 años que no hizo más que cumplir su obligación».
Troncoso, que reside en Madrid, es coronel Auditor del Cuerpo Jurídico Militar, diplomado en Derecho Penal Militar, es ex Fiscal del Tribunal Supremo. También fue vocal del Tribunal Marítimo Central.
En el Proceso de Burgos el Régimen sentó en el banquillo de los acusados a 16 personas vinculadas con ETA, solicitando penas de muerte. Y lo hizo con luz y taquígrafos, con la intención de que el juicio fuese ejemplarizante. Entre los acusados había dos religiosos y el Vaticano intercedió.
«El día que comenzaron los juicios nos dijeron que no fuésemos a clase», rememora una burgalesa que apenas recuerda nada de aquellos años «porque era muy niña». Sin embargo sí detalla que la sensación en la capital era la de un «estado de sitio», debido a la fuerte presencia policial del Régimen.
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«Parecía que estaba pasando algo gordísimo y, en el fondo, así estaba siendo pero aquí los de dentro no lo veíamos como ahora». Este vecino de la plaza del Rey tenía solo diez años entonces y también reseña cuánto le impactó que hubiese militares en su azotea y en todos los tejados colindantes, así como ver a los policías «arma en ristre» por su calle.
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