
Estudiantes y curas agitan la subversión en Valladolid
Valladolid. Protestas en las calles ·
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Valladolid. Protestas en las calles ·
Propaganda clandestina, manifestaciones 'relámpago' y sermones contra Franco alertaron a las autoridades vallisoletanas durante el procesoMediante diversas acciones en los últimos días, nos hemos manifestado contra los juicios de Burgos y contra el crimen que se piensa realizar con ellos». La octavilla, escrita a máquina y a dos caras, iba dirigida 'A la opinión pública' y conserva todavía esas dobleces y manchas típicas de la propaganda clandestina lanzada en la calle durante los estertores de la dictadura franquista. Firmada en Valladolid, 'a Diciembre de 1970', por Comisiones Obreras, PC de España, Grupos Universitarios por la Amnistía, Partido Carlista y Grupos de Obreros Independientes, reclamaba la «¡Libertad para todos los presos políticos!» y llamaba a los vallisoletanos «a luchar contra el crimen de Burgos, contra las torturas, contra el Estado de Excepción».
Es uno de los muchos documentos conservados en el Archivo Histórico Provincial que acreditan la agitación provocada por el sumarísimo contra los dieciséis miembros de ETA. Y es que Valladolid ya no era esa plácida «capital del Alzamiento» de la que tan orgullosos se sentían los jerarcas falangistas en los años 40. La agitación universitaria contra el Sindicato oficial, la proliferación de grupúsculos políticos contrarios a la dictadura, la labor del Partido Comunista, que era sin duda la organización más importante en la oposición al Régimen, y la complicidad de la Iglesia progresista fueron factores que, unidos a la entrada en escena de nuevas generaciones de estudiantes, obreros y profesionales que no habían vivido los estragos de la guerra, contribuyeron a agitar los últimos años del Régimen en la ciudad.
No conviene olvidar que la rebelión estudiantil contra el sindicato oficial falangista tuvo mucho que ver con la labor desarrollada por activistas universitarios procedentes del País Vasco –cuyas provincias englobaba entonces el distrito universitario vallisoletano– que militaban en grupúsculos de la izquierda radical, y que líderes de las incipientes CC. OO., impulsadas en 1968 por miembros del PCE, comenzaban a agitar el movimiento obrero en empresas y factorías como SAVA, RENFE y FASA.
Así se explica la proliferación de propaganda clandestina, las pegatinas lanzadas en calles y semáforos y las manifestaciones relámpago que sacudieron Valladolid durante el Proceso de Burgos. Los informes de la Dirección General de la Guardia Civil son buena muestra de ello. En buzones del centro y en portales del barrio de La Rondilla se repartieron hojas clandestinas anónimas que, bajo el título 'Al pueblo de Valladolid', denunciaban la represión franquista contra «aquello que suponga una lucha por las libertades democráticas» y pedían la amnistía para los presos.
En eso mismo insistía la «propaganda subversiva» esparcida por la calle del Prado de la Magdalena, que además de explicar la jurisdicción que se estaba aplicando en Burgos desgranaba la lista de acusados señalando que su único delito era «luchar por la verdad en el pueblo vasco y la defensa de sus derechos y su libertad», por lo que animaba a la población vallisoletana a «hacer llegar al gobierno la protesta general en la que pidamos y exijamos: ¡Amnistía! ¡Amnistía! ¡Amnistía!». Miembros del Partido Carlista hicieron otro tanto lanzando hojas del mismo tenor, el 6 de diciembre, en el interior de los teatros Lope de Vega y Calderón.
Hubo incluso manifestaciones 'relámpago'rápidamente disueltas por las fuerzas de orden público: treinta jóvenes en el barrio de las Delicias el 2 de diciembre de 1970, que recorrieron la Avenida de Segovia arrojando «hojas clandestinas contra el Consejo de Guerra»; cerca de 60 que prorrumpieron en gritos de 'Amnistía' en la Plaza Madrid ocho días después; y unas 200 personas que recorrieron la Plaza de España y la calle Mantería, hasta llegar a la Plaza de la Cruz Verde, con un pancarta de grandes dimensiones en la que podía leerse la palabra 'Libertad' escrita en rojo. El 27 de diciembre, veinticuatro horas antes de hacerse pública la sentencia, varios semáforos del centro capitalino aparecieron adornados con pegatinas de ocho por cinco centímetros en las que podían leerse lemas como «No a las penas de muerte-Cese de la represión», «Libertades políticas-Amnistía general», «Ni Franco, Ni Rey, Ni Opus Dei-España Socialista», y «Solidaridad con el Pueblo Vasco-Amnistía General».
La estrategia de convertir el juicio sumarísimo en ejemplo de la represión franquista contra las libertades caló hondo entre miembros destacados de la Iglesia más progresista, que en Valladolid proliferó en barrios como Pilarica, Delicias y Rondilla. Clérigos contestatarios no dudaron en apoyar a los procesados en sus homilías y en reuniones clandestinas, como acreditan determinados informes policiales que custodia el Archivo Histórico Provincial.
Por ellos sabemos que el 5 de diciembre de 1970, el sacerdote Anastasio Cuadrado Rivas, profesor de Religión en el Instituto Núñez de Arce habló sobre el proceso de Burgos a las alumnas de quinto curso, casi todas religiosas, señalando que los encartados no tenían culpa alguna y eran meros sospechosos a los que se iba a condenar. Mucho más contundente se mostró el párroco de San Llorente del Valle, Cayo Barrios, denunciado el 22 de diciembre de 1970 por el Consejo local de Falange de Corrales de Duero por decir que ETA «no era una organización terrorista como muchos creen y que cuando mataron al policía y al taxista [en referencia a Melitón Manzanas y Fermín Monasterio] sus razones tendrían, porque ignoramos los motivos, ya que el Gobierno actual solamente nos informa por la Televisión y la prensa de lo que cree conveniente».
Otro foco aglutinante de la Iglesia progresista fue la parroquia del Dulce Nombre de María, en el barrio obrero de las Delicias, regentada por Millán Santos. Además de celebrar una vigilia por la paz en que se hizo referencia al proceso burgalés,el citado párroco, María del Carmen Areito y los sacerdotes Julián Bajo Villace y Carlos López fueron multados con 10.000 pesetas por reunirse clandestinamente, el 30 de diciembre de 1970, para hablar sobre el Consejo de Guerra.El contrapunto a tales expresiones antifranquistas lo puso la concentración en la Plaza de Capitanía, el 14 de diciembre, de las principales autoridades de la ciudad, excombatientes y corporaciones para manifestar su «adhesión a Franco, al Ejército y a los Principios del Movimiento Nacional», denunciar «la maniobra subversiva que ha hecho acto de presencia en varios países», recordar que, al igual que en 1936, «Valladolid está si hace falta» y cantar el Cara al Sol.
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Rocío Mendoza | Madrid y Lidia Carvajal
Álvaro Soto | Madrid y Lidia Carvajal
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