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Echando de menos a la familia y a la pareja. Y deseando poder ver a sus seres queridos en persona, no por la ventana o en videollamada, ni tampoco limitando el contacto a conversaciones telefónicas. Tamara Candelas y Gorka Sánchez, usuarios de Aspanias, han pasado el confinamiento con sus compañeros de los pisos tutelados y, como para el resto de los burgaleses, ha sido «duro» y «aburrido». Las salidas a la calle están ayudando a sobrellevar la recta final del confinamiento, pero no es suficiente, y esperan con ilusión el retorno a la 'normalidad'.
Tamara reconoce que, en cuanto lo permita el plan de desescalada, lo primero que va a hacer es ir a buscar a su novio Gorka y salir a cenar fuera. «Llevamos cinco años juntos», explica, y solían salir a cenar o a tomar algo antes de que el coronavirus covid-19 pusiese en suspenso nuestras vidas. Tamara, de 38 años y usuaria del centro ocupacional de la Fundación Aspanias en el que sigue un itinerario laboral de limpieza para incorporarse a los servicios del centro especial de empleo, afirma que el confinamiento está siendo «un poco aburrido», pese a que ha estado entretenida.
Coronavirus en Castilla y León
Los centros ocupacionales fueron los primeros en cerrarse en cuanto se decretó la pandemia, así que Tamara ha pasado estas semanas confinada en el piso tutelado que comparte con otras dos compañeras. Se llevan bien, se han repartido las tareas domésticas, han compartido juegos, sesiones de cine, talleres de cocina y han hecho deporte, en grupo o de manera individual. El equipo de los pisos tutelados «le ha echado mucha creatividad», reconoce Gloria Lara, que como coordinadora del área de vivienda destaca el compromiso de los 32 profesionales que la integran.
Con la cuarentena social, la vida de los usuarios de los pisos tutelados se ha reducido al ámbito 'doméstico'. «La libertad individual se ha visto reducida», recuerda Gloria, y todos hemos tenido que renunciar a esa parcela de libertad que nos permite decidir cuándo, cómo y con quién salir, qué actividades hacer y cómo organizar nuestro tiempo libre. «A algunas personas les ha costado bastante y buscaban reductos como bajar la basura o echar un cigarro», pero se ha trabajado mucho el sentimiento de grupo y la importancia de la responsabilidad individual.
«Ha sido duro», comenta Gorka Sánchez, de 36 años y usuario también del centro ocupacional aunque en su caso realiza prácticas en el vivero, algo que también echa en falta. Los chicos preguntan constantemente cuándo van a poder volver a sus rutinas, a los centros, a ver a los compañeros, a los profesionales, afirma Gloria, pues el desempeño ocupacional les hace sentirse mejor física y emocionalmente. Así que Gorka está deseando volver a ver a Elisa, la encargada del vivero, pero lo que más siente es no poder ver ni a Tamara ni a su madre.
A Tamara la ha visto por la ventana, así se han saludado pero no es lo mismo. Y su madre vive en Soria, así que solo han podido hablar por teléfono. Por su parte, la familia de Tamara vive en Miranda de Ebro y ella echa en falta a su sobrina. También ha hablado por videoconferencia con sus amigos de Zaragoza. Y uno y otro han salido a la calle aprovechando las medidas de alivio del confinamiento, paseando por lugares en los que no haya grandes aglomeraciones para evitar agobios y es que la desescalada es un reto, igual que lo ha sido el confinamiento.
Susana Urrutia, psicóloga de la Fundación Aspanias, afirma que están viendo «algunos repuntes de ansiedad ante la nueva normalidad», de ahí la importante de contar con un plan de desescalada preparado minuciosamente, tanto como el plan de confinamiento, para evitar que los usuarios puedan sufrir ansiedad y angustia. Aun así, Susana destaca que los chavales se han adaptado bastante bien a la cuarentena social, una situación que no es fácil de comprender. «Lo han llevado excepcionalmente», afirma.
En las viviendas se ha reforzado la atención para poder aliviar cualquier alteración conductual o emocional, se ha apostado por la creatividad para combinar actividades colectivas con tiempo individual y se ha reforzado también el apoyo a las familias y el contacto con los usuarios. Ha habido casos de angustia y ansiedad, pero casi nadie ha estado libre de sufrirlos. Y aunque las expectativas de los profesionales eran algo negativas, Susana admite que el equipo de psicólogos «está sorprendido por cómo lo han gestionado» los usuarios, para bien y siendo un ejemplo.
También en cuanto a disciplina a la hora de seguir las medidas de protección e higiene. Tamara y Gorka explican que ya se han acostumbrado a la mascarillas, que se quitan los zapatos nada más entrar en casa y los limpian, que se lavan las manos concienzudamente y que han reforzado la higiene personal, igual que cualquier otra persona. En los pisos se ponen más lavadoras, se limpia y desinfecta, y los usuarios toman parte como siempre de estas tareas, que se han repartido sin problemas ni roces especiales, y eso que han pasado mucho tiempo juntos, más del habitual.
Gloria explica que se ha jugado con el tiempo individual, ofreciendo espacios propios para descansar, leer, escuchar música... Se han flexibilizado los horarios y se ha intentado romper la rutina creando momentos ilusionantes: tomar el vermú, un día de cine y palomitas o la celebración de un cumpleaños. No se ha descuidado la actividad física, aunque Gorka echa en falta salir a jugar al fútbol, que es su gran pasión. «Lo he llevado un poco mal», reconoce, porque no ha podido disfrutar del deporte como le gustaría, pero ha tenido el apoyo de sus compañeros.
Ahora solo queda ir programando la desescalada y en Aspanias están pendientes de la Junta de Castilla y León, que de momento solo ha planteado las líneas generales para las residencias. Goyo Camarero, miembro del equipo de gestión de Aspanias recuerda que cuentan, desde el principio, con una comisión frente a la covid-19 que se reúne diariamente. La pandemia ha puesto en suspenso la mayor parte de la actividad de la entidad, que solo mantiene en funcionamiento sus 6 residencias (entre ellas, dos de mayores en Villadiego y Salas de los Infantes) y los 22 pisos tutelados.
Son 409 plazas, en total, de las que 61 corresponden a usuarios de vivienda tutelada. «Los protocolos han estado muy claros», insiste Camarero, y se ha contado con la complicidad de Atención Primaria. Se han seguido al pie de la letra las medidas de seguridad e higiene y se han realizado más de 800 test entre trabajadores y usuarios. Y solo ha habido tres positivos. Ahora están esperando a que la Junta de Castilla y León diseñe el plan de desescalada para ir retomando la actividad en sus centros cerrados, pues los usuarios necesitan volver a la normalidad.
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