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Era principio del año 2016 cuando a una ciudad entera se le helaba el corazón tras un brutal asesinato en la calle Libertad, un dolor acrecentado por la cortísima edad de la víctima. La madrugada del 25 de enero, el profesor de saxofón Daniel M. ... arrojaba por la ventana de un primer piso a la pequeña Alicia e intentaba lo mismo con su madre Gabriela. Aunque ella pudo salvarse, el bebé de 17 meses moría al día siguiente debido a las brutales heridas en la cabeza. El martes comienza el juicio con jurado popular en la Audiencia de Álava contra el único encausado.
La Fiscalía de Álava pide para él una condena de prisión permanente revisable, la mayor pena contemplada por el Código Penal español. Acusación particular y popular -la asociación Clara Campoamor- también secundan esta reclamación aunque la segunda reconoce complicado su logro. El escrito que el Ministerio Público presentará en el juicio considera al profesor autor de un «delito de asesinato con alevosía» a una menor de 16 años y de otro de homicidio en grado de tentativa. La prisión permanente revisable supone el cumplimiento íntegro de la pena durante un periodo que oscila entre los 25 y los 35 años, una vez cumplido este tiempo el tribunal deberá revisar cada dos años si se mantiene el encarcelamiento. Por la segunda acusación, la petición llega a los nueve años, nueve meses y 29 días de cárcel.
El acusado, que será trasladado a Vitoria desde la prisión palentina de Dueñas, declarará el miércoles en primer lugar. Ese mismo día lo harán Gabriela, que tenía 18 años cuando mataron a su hija, y Carlos, el padre de Alicia, dos años mayor que Gabriela, y con el que ya había terminado la relación sentimental en el momento de los hechos. La jornada inicial del martes servirá para terminar de conformar un jurado popular compuesto por 11 ciudadanos particulares y el magistrado Jesús Poncela.
El juicio podría prolongarse como mínimo una semana debido a la gran cantidad de personas que deberán declarar durante los días siguientes. En total son 30 testigos y 35 peritos, sin embargo, indican fuentes conocedoras del proceso, es probable que se reduzcan «a la mitad» con el objetivo de facilitar el trabajo del jurado y «evitar formalismos que les distraigan y les agoten». Lo habitual es que este tribunal popular no tarde más de un par de días en dictar un veredicto, pero después habrá que esperar hasta que su presidente, el magistrado Jesús Poncela, redacte la sentencia. El fallo se conocerá previsiblemente en octubre.
Antes serán claves los testimonios y pruebas relativas a la situación mental del acusado durante la comisión del crimen. La defensa alegará «enajenación» para eludir la cárcel y solicitará su ingreso en un psiquiátrico. Su tercer abogado, Martín Martínez Guevara, con despacho en Barcelona, asume el asesinato de su cliente pero lo achaca a las condiciones mentales de Daniel. «Pediremos la eximente completa, no sólo como estrategia sino basado en los informes de los médicos que intervinieron», avanzaba el letrado en declaraciones a El Correo el pasado mayo. Cita una «enajenación por una patología que es un brote psicótico o esquizofrenia», algo que tendrá que defender durante el proceso.
Jamás acudió al médico
A juicio de la Fiscalía, el joven era plenamente consciente de sus actos. En este sentido, el primer examen realizado en la planta de Psiquiatría de Santiago reveló que no se observaba en él «conducta delirante o alucinatoria». Aunque en un principio no quiso testificar, Daniel declararía más tarde que vio «al demonio en la mirada» de la niña de 17 meses. También manifestó que hacía «seis meses» que oía «voces» y que «veía al diablo» aunque jamás acudió al médico pese a esas supuestas alucinaciones.
Daniel M., sevillano de 30 años afincado en Vitoria y docente en el conservatorio Jesús Guridi así como en la escuela de música Zortziko de Salvatierra, había conocido a Gabriela, una joven brasileña afincada en Burgos, a través de una conocida red social. Habían comenzado hacía poco una relación sentimental y tras pasar aquel fin de semana de enero juntos en una casa rural en Soria, él la invitó a venir al piso de Vitoria que compartía con otro hombre.
La chica acudió con su pequeña y ya notó algo «raro» cuando el profesor miraba fijamente al bebé sentado en la taza del wáter y murmuraba sobre la llegada «del fin del mundo». Ella incluso buscó autobuses para regresar a casa pero abandonó la idea al descubrir que el primero no salía hasta dentro de varias horas. Madre e hija se echaron a dormir y de madrugada él se acercó a la cama de la menor. Entonces se desencadenó una pelea que despertó a varios vecinos y acabó con Daniel arrojando a Alicia por una ventana. Gabriela pidió auxilio a gritos y se defendió con cristales rotos logrando evitar el mismo final que su bebé, aunque estuvo ingresada durante días por graves heridas y varios hematomas en el cuerpo.
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