Burgos: tras los pasos de Rodrigo Díaz, el Cid Campeador

Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid Campeador, es inherente a la provincia de Burgos. Son muy numerosas las manifestaciones artísticas existentes en torno a su figura. Caleruega y Mecerreyes exhiben sendas estatuas del Campeador, Huerta de Rey y Vivar del Cid celebran fiestas homenajeando al personaje y algunos de los elementos más legendarios relacionados con el héroe, como la Tizona o su caballo Babieca, también tienen su espacio en territorio burgalés.

Más allá de las representaciones artísticas del mito, el hombre de carne y hueso, el noble castellano nacido hacia el año 1045, está íntimamente ligado a Burgos. El catedrático de la Universidad de Zaragoza y mayor experto a nivel mundial en el Cantar de mio Cid, Alberto Montaner, subraya que es algo «excepcional» conocer con tanto detalle su vida. Mientras, el medievalista burgalés Gonzalo Martínez Díez afirma que el Cid es una figura histórica «perfectamente definida».

Al acercarse al origen, al lugar de nacimiento de Rodrigo Díaz, todo indica que nació en Vivar, hoy Vivar del Cid, localidad situada en el valle del río Ubierna, diez kilómetros al norte de Burgos. No hay ningún documento ni fuente histórica que lo corrobore, como por otra parte sucede prácticamente con todos los personajes de la cristiandad hispánica del siglo XI. En cualquier caso, Vivar del Cid lleva a gala ser la patria chica del Campeador. El pueblo está volcado en su figura y es inicio del Camino del Cid, la ruta que sigue sus pasos.

Sobre los padres del Cid, las investigaciones sugieren que su madre pudo ser una dama nacida en una de las primeras familias del condado de Castilla. Su padre, según recoge la Historia Roderici (biografía latina dedicada al Campeador), fue Diego Laínez quien en 1054, en la Batalla de Atapuerca y siguiendo las órdenes del rey Fernando I, reintegró a Castilla las fortalezas de Ubierna, Urbel del Castillo y La Piedra. Es probable que Rodrigo, siendo niño, recibiera, de su padre, las primeras lecciones, tanto en el manejo de las armas como en el dominio de los caballos.

La proximidad a Burgos, la elevada nobleza del linaje materno, así como el prestigio adquirido por su padre, propiciaron que el joven Rodrigo pasara a educarse en la corte del infante primogénito Sancho, que en algún modo le tomó bajo su protección. Tras la muerte de éste en el cerco de Zamora, el Cid sirvió a su hermano, Alfonso VI. Lejos de hacerle jurar que no había participado en la muerte de Sancho, Rodrigo gozó de la confianza del rey. El escenario geoestratégico muy complicado y otros condicionantes políticos provocaron que el Cid cayera en desgracia y que a principios del año 1081 Alfonso VI decretara su destierro.

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