Secciones
Servicios
Destacamos
Pasear con Alberto Gómez Santamaría por su pueblo, la localidad burgalesa de Villarcayo, ayuda a uno a darse cuenta del carisma y personalidad de este hombre al que todo el mundo conoce como Tito y que guarda una historia de amor por la vida.
En ... el mes de julio de este 2024 hará una década que comenzó el «periplo» de Alberto para pasar de ser un hombre retrasplantado de hígado a acabar corriendo maratones. Alberto necesitó dos trasplantes de hígado al padecer hepatitis C. El primer órgano le llegó el 24 de septiembre de 2014, pero este órgano tenía daños de preservación. Pasó dos meses más en el hospital Río Hortega de Valladolid. Le sometieron a varias cirugías, pero el órgano no funcionaba. «Cuando me quedaban dos telediarios, apareció la doctora Sánchez Antolín y me dijo que había un hígado para mí», recuerda.
Noticia relacionada
El 20 de noviembre le llegó su segundo hígado trasplantado, el tercero de su vida, algo que pocas personas pueden decir. Ahora, ha corrido tres maratones: Berlín, Chicago y Nueva York, y ya tiene dorsal para el de Londres en 2025, hace carreras de montaña y ha hecho siete veces el Camino de Santiago. Disciplina, motivación y actitud que le ayudaron a recuperarse física y mentalmente una vez que le dijeron que la hepatitis C había desaparecido.
Aunque Tito tiene otro secreto cuando corre carreras o cuanto entrena. Nunca se siente solo, «hablo mucho con mi donante. De hecho, la puse Sole porque a mí me gusta mucho la soledad», reconoce. Obviamente, este burgalés no sabe si su nuevo hígado perteneció a una mujer o a un hombre, pero recuerda que en una prueba «a un médico se le escapó que el hígado tenía algo que solo se daba en hígados femeninos y eso se me quedó».
Más allá de la sensación física, reconoce que, al principio, le parecía «muy fuerte» su nueva realidad. Se hacía muchas preguntas, pero, sobre todo, relacionadas con quién portó ese hígado. «¿Le gustaría Camarón de la Isla, le gustaría Chavela Vargas, le gustaría el picante, haría deporte? Yo creo que el deporte le gustaba, le tenía que gustar», bromea. Así que, en las carreras y entrenamientos, habla con Sole. «Me animo y le digo: venga, Sole, un empujón más. Cuando estoy entrenando muchas horas solo también le pregunto cosas», confiesa. Las donaciones en España son anónimas, pero a Tito le gustaría poder agradecer a alguien esta nueva oportunidad.
Noticia relacionada
La jovialidad, las ganas de risa y el humor acompañan a Adrián en el recuerdo, aunque este no deja de emocionarlo en algunas ocasiones. «La actitud ante una enfermedad es muy importante. Hay que entrenar, hay días que no tienes ganas, pero cuando falta la motivación, para eso está la disciplina. Este verano, por ejemplo, antes de ir a correr la maratón de Nueva York, cerraba el bar a las once de la noche y después de 15 horas de trabajo me ponía las zapatillas y salía a correr», recuerda.
El «periplo», como él se refiere a esta historia de casi diez años desde que fue trasplantado, no fue fácil. El primer hígado tenía fallos de preservación, pero cuando le dieron el alta, después de unos cien días ingresado, después de recibir el segundo hígado, Sole, se fue a casa con un tratamiento novedoso porque la hepatitis no había desaparecido. Parecía que con este tratamiento iba mejor pero precisamente el día de su cumpleaños, el 16 de abril de 2015, tuvo que volver a ingresar. El virus seguía activo y tenía tal infección que el hígado estaba tan inflamado que podía reventar. «Ahí me dijeron que era difícil que saliera», recuerda.
«La doctora Antolín me habló de un medicamento nuevo, que todavía no se administraba, pero que tenían en el Río Hortega. Estuve con el tratamiento seis o siete meses hasta que desapareció la hepatitis C y así hasta el día de hoy», comenta emocionado. Y todavía quedaba otra intervención para recolocar los órganos y músculos del abdomen. Hubo que esperar un año y medio con una malla hasta poder entrar en quirófano.
Recuerda los nombres de todos los doctores y cirujanos que le han cuidado y salvado, «por donde pasa un sanitario, beso. No son dioses, pero es un trabajo muy vocacional y se dejan la piel. Es que recuerdo a la doctora Pinto y al doctor Pacheco, del Río Hortega, venir a verme fuera de horario y preguntarles si seguían de guardia y decirme que no, que estaban tomando algo y se habían pasado a ver cómo seguía», ejemplifica con emoción.
Por ello, cuando corre una carrera no lleva una camiseta con su nombre, como sus compañeros, lo hace con una con el nombre del hospital donde le dieron una segunda y una tercera oportunidad, el Río Hortega de Valladolid. «Hago dos camisetas y una se la llevo al hospital para que los médicos la enseñen y animen a la gente. Otra camiseta muy importante para él es la que conciencia de la donación de órganos. «Sé que en España estamos muy concienciados, pero no hay que dejar de recordar lo importante que es», añade.
La donación de órganos le ha permitido a Tito descubrir nuevas capacidades, descubrirse a sí mismo y vivir experiencias únicas en el deporte. Antes del trasplante hacía mucho ejercicio en el monte, pasaba días en la montaña haciendo rutas con amigos, se había recorrido todos los parajes naturales de Las Merindades. Había participado en las carreras de la zona y en un par de maratones en Medina.
Cuando la hepatitis desapareció, Alberto había salido del hospital sin apenas masa muscular, «solo era hueso y pellejo y me dije que había que ponerse las pilas, además, tenía otra temporada mala anímicamente». Ahí empezó a entrenar. Fue una carrera que conocía, de la zona, organizada por amigos, la primera a la que se enfrentó tras el trasplante. La Runela, en la Merindad de Valdeporres, «una carrera que ya no se hace y que era preciosa». A Tito se le empañan los ojos cuando recuerda cómo fue esta carrera. «Llegaba a meta y escuché que el 'speaker' decía mi nombre. Era Depa, un hombre que tiene una revista de trail y sabe mucho del tema. No sabía por qué se estaba refiriendo a mí, pedía un aplauso y me llamaba superviviente. Y es que mis amigos le habían contado mi historia, así que me eché a llorar, me puso el micrófono, no sabía dónde meterme, pero fue muy emocionante», recuerda.
Fue una carrera dura, pero Tito la afrontó «con el subidón, había entrenado, me sentía bien y si no acababa, no pasaba, nada. Pero la acabé y con un buen tiempo». Y de ahí a hacer siete veces el Camino de Santiago. «Siempre había querido hacer el Camino de Santiago, así que cuando engordé un poco, en 2017, me hice el Camino Primitivo. Allí conocí a David, alma mater de los hospitaleros y creo que el Camino, David y el santo me cambiaron la vida», cuenta con la voz entrecortada y lágrimas en los ojos. «Volví nuevo, así que cada verano me cojo vacaciones y me voy a hacer el Camino yo solo».
Los maratones llegaron después, por una amiga, Verónica. A quien agradece haberle animado para entrar en el grupo Corriendo por Villarcayo. «Les estoy tremendamente agradecido. El entrenador también sufrió un ictus hace años y es un ejemplo», añade. Primero corrió el maratón de Berlín, en 2021, «me fue de lujo». De ahí salió una pequeña familia que aspira a hacer las Grandes Maratones: Berlín, Nueva York, Chicago, Boston, Londres y Tokio. De momento lleva tres y ya espera a Londres. Para este 2024 tiene muchos planes deportivos, en mayo correrá la Transvulcania; en junio, la Picón Castro. Después, también en junio, se va a participar en otra carrera a Laponia y el 1 de diciembre tiene dorsal para la maratón de Valencia, «a ver si bajo de las cuatro horas». Y tampoco se le escapará la Behobia de San Sebastián. Alberto y Sole, Sole y Alberto tienen todavía muchos kilómetros por recorrer.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.