Un acuerdo «en clave local» en el único escenario que se resistió al tándem PP-Cs

Días atrás, en una entrevista en El Norte, Gemma Villarroel hablaba de la necesidad de que se empezara a valorar mejor el concepto de «veleta» aplicado a la política. Se refería a la posibilidad de pactar a derecha e izquierda. Y aseguraba que el pacto de Gobierno en la Junta seguía intacto porque se está aplicando el programa de Gobierno firmado por ambos partidos.

El aldabonazo en Burgos permite dotar de estabilidad a un gobierno municipal socialista que se veía amenazado por la posibilidad de un giro a medio mandato.Ciudadanos consigue, de paso, una de sus aspiraciones: gobernar en cuantos más sitios, mejor. «En la acción de Gobierno se ve el cambio que proponemos», insisten siempre sus dirigentes, sean del bando que cogobierna la Junta (Igea), del que debate en las Cortes (David Castaño, Miguel Ángel González, Luis Fuentes) o del de la propia Gemma Villarroel.

Cuando las urnas decidieron que el PSOE se quedara con 35 escaños en las Cortes, por 29 del PP, la llave quedó en manos de Ciudadanos, partido que durante toda la campaña habló de regeneración, de cambio y de la necesidad de acabar con el clientelismo, fórmula que por definición solo puede recaer en quien gobierna. Sin embargo, la formación naranja decidió, desde Madrid, que el «socio prioritario» fuera el PP, y eso permitió a Ciudadanos, en contraprestación, alzarse con la Presidencia de la Diputación de Zamora (con un solo diputado) y la Alcaldía de Palencia (con tres concejales de 25). En Burgos no pudo ser. La suma PP-Cs-Vox daba, pero no se cerró el acuerdo y el PSOE consiguió gobernar en minoría.

Ahora, Ciudadanos da un paso hacia la izquierda, como propugnaba Villarroel siguiendo los pasos de Inés Arrimadas cuando se brindó a negociar un apoyo a los presupuestos generales del Estado por lealtad institucional. El objetivo es recuperar la credibilidad como partido de centro y capaz de gobernar.