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Quintanalara, un libro abierto

Quintanalara, un libro abierto

Esta aldea de Burgos, en la que solo diez vecinos viven todo el año, acaba de inaugurar una biblioteca con 16.000 volúmenes. «Es agradable encontrar a gente que le gusta la cultura», dice el alcalde

fernando miñana

Martes, 21 de junio 2016, 13:30

Amazon puede olvidarse de un pueblo para siempre. No va a ser fácil que algún vecino de Quintanalara, una aldea de casas de piedra a 27 kilómetros de Burgos, le encargue algún libro. A ellos les salen por las orejas. Son 33 personas censadas (solo diez pasan allí todo el año, con su gélido invierno incluido) y poseen una flamante biblioteca con más de 16.000 referencias. Salen a 485 ejemplares por barba. Este milagro literario lo han obrado entre el alcalde, Rubén Heras, y el concejal de Cultura, Román de Pablo. En siete meses han conseguido esa ingente cantidad de títulos para que los disfrute quien quiera, paisano o no, cualquier día del año a la hora que se le antoje. Y por la patilla. El proyecto Entrelibros, así lo bautizaron, no les ha costado un clavo. La única inversión que ha hecho el ayuntamiento, cerca de tres mil euros, ha ido destinada a restaurar y habilitar un potro, el lugar donde se herraban las monturas de los lugareños y de los viajeros que cruzaban Tierra de Lara, la comarca burgalesa que se extiende por las faldas de la sierra de la Demanda.

Con ese dinero reconvirtieron aquel rincón, conocido como La Pobrera, en una coqueta biblioteca de piedra y madera traída del vecino Regumiel de la Sierra. Un grupo de voluntarios se encargó de ordenar y catalogar los miles de libros que les llegaron de donaciones. Aunque esta librería gigante prendió de una nimiedad. «El proyecto surge por dos motivos. Porque necesitábamos darle un uso a un espacio recuperado, el potro, y porque no sabíamos qué hacer con una caja de libros que nos regaló una imprenta. Así lo unimos todo», explica el alcalde, un animoso vecino de 38 años que resiste en esta aldea porque tiene «la suerte» de que su trabajo, agente medioambiental, le permite seguir en este hábitat.

Transportados en tractor

El censo lo completan jubilados y otras gentes que huyen de los largos y gélidos inviernos en aquel valle a los pies de la sierra. «A medida que empieza a hacer más calor, van apareciendo más. Ahora ya somos unos 25». Hay algún ganadero, algún agricultor y uno de los últimos carboneros de España, José Antonio González, que sigue elaborando carbón vegetal de la manera tradicional con los troncos de las encinas. Sus principales clientes son los restaurantes.

La campaña arrancó propagando su interés por la donación de libros. Se apoyaron en los medios de comunicación regionales, las redes sociales y repartiendo mil marcapáginas entre bares y librerias. Su reto, y pensaban que era muy ambicioso, era recibir 10.000 unidades, pero han superado los 16.000 incluidos dos mil de una tacada de la Universidad de Navarra que iban transportando hasta la biblioteca en un tractor. Todo muy rural.

Pero el potro reconvertido no va a ser una biblioteca al uso. «Hemos metido a Quintanalara en bookcrossing, una red de intercambio de libros. Para que sus libros viajen. Para que alguien lo lea y lo deje en Valladolid o en Bilbao o donde sea. A cambio tiene que dejar otro», aclara Rubén Heras, quien sueña con la biblioteca convertida en una excusa para adentrarse en Tierra de Lara, un placentero recorrido siguiendo el rastro románico por Jaramillo de la Fuente o Lara de los Infantes, visitando en Quintanilla de las Viñas una de las cinco ermitas visigóticas de España o contemplando la huella de los dinosaurios en Mambrillas de Lara. Y, adentrarse, claro está, en la biblioteca de Quintanalara para pasar un rato agradable buscando y rebuscando entre los lomos de las encuadernaciones. «Es agradable encontrarse a gente que le gusta la cultura», dice el regidor. Allí podrán encontrar libros nuevos, usados, cómics, revistas y hasta enciclopedias. Y dentro de poco añadirán un baúl atiborrado de literatura infantil. «A los niños no les gustan los estantes: cogen los libros y los tiran. En un baúl, en cambio, se ponen a escarbar hasta que encuentran algo».

El alcalde de Quintanalara recomienda a los lectores Los santos inocentes, pero ahora que España entera está inmersa en la campaña electoral, recurre a otra obra de Miguel Delibes, El disputado voto del señor Cayo. «A los pueblos castellanos nos tienen olvidados y ya ni siquiera vienen a pedirnos el voto», se lamenta Heras. Pero ya se buscan ellos la vida. Seguro que en Quintanalara nadie se aburre. ¿Será por libros?

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