María Orive
Martes, 17 de noviembre 2015, 08:07
El 16 de noviembre de 2014 será difícil de olvidar en Burgos. La planta de Campofrío, situada en el polígono de Gamonal-Villayuda, estaba en llamas. El incendio había comenzado de madrugada y a las nueve de la mañana los trabajadores que se trasladaron a la puerta de la factoría ya sabían que no quedaría nada. Ellos conocían bien la planta y eran conscientes de que, en menos de tres horas, allí no quedaba nada. Rostros llorosos e intranquilos. La magnitud de la tragedia estaba clara.
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Fue una pesadilla para los cerca de mil empleados de la compañía que, desde un primer momento, recibieron el respaldo y el compromiso de su presidente, Pedro Ballvé. La nueva fábrica de La Bureba, buque insignia de la compañía, se iba a levantar en Burgos en el plazo de dos años, periodo en el cual no iban a estar solos. La empresa se iba a encargar de buscarles las mejores condiciones posibles para este tiempo.
Ahora, cuando las máquinas ya trabajan, cuando la primera piedra ya está puesta, llega el momento de revivir con los trabajadores el último año de sus vidas.
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