Los bomberos sofocan las llamas. CARLOS ESPESO

Así se trabaja en la retaguardia de un incendio: «¡Cuidado, allí hay fuego!»

Bomberos de El Tiemblo y El Barraco vigilan los frentes ya extinguidos para evitar que se reactiven

Víctor Vela

Valladolid

Martes, 19 de julio 2022, 20:40

Lo peor ya pasó por aquí. «El lunes fue horrible, las llamas por todos partes», cuenta Antonio, uno de los bomberos de El Tiemblo que trabaja en la extinción del incendio de Cebreros y El Hoyo de Pinares. El fuego ha devorado ya más ... de 3500 hectáreas de pino y enebro. Los focos que más preocupan están ahora cerca de El Hoyo, donde un cambio del viento puede complicar las tareas de extinción. Pero aquí, en el borde de la carretera AV-503, las llamas se convirtieron ya en cenizas. El monte es un tapiz grisáceo de árboles sin hojas y con los troncos quemados. El verde solo es el territorio afortunado que escapó del fuego.

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Antonio, junto con sus compañeros de camión, José, Ángel y Teo, trabajaron el lunes, desde las 7:30 hasta más allá de las 21:00 horas para sofocar un incendio virulento, que comenzó muy cerquita de una urbanización de Cebreros y que subió a gran velocidad por el monte, paralelo a esta carretera, para virar después hacia El Hoyo y avanzar por una abrupta zona de montes y valles que dificultan la extinción. «El lunes fue horrible», recuerdan los bomberos de El Tiemblo.

Los bomberos acuden al punto del incendio. CARLOS ESPESO

Hoy, lejos de las llamas, también desde las 7:30 horas, tienen aparcado el camión en una pista forestal junto al puerto de Arrebatacapas, a 1.060 metros de altura. Esta es ahora la retaguardia del fuego. Aquí ya está extinguido. Pero tienen por delante una tarea crucial. Vital. Evitar que se reactive. Controlar las brasas. Impedir que las llamas vuelvan con toda su dureza.

Son las cinco de la tarde y terminan un bocadillo que les acaban de acercar voluntarios de Cebreros. Con un poco de agua fresca. Dan el último sorbo, pegan el último mordisco y reanudan las labores de inspección por la zona. Un pequeño paseo para divisarlo todo desde este punto alto del puerto. Junto a ellos está un camión de los compañeros de El Barraco.

Vídeo. C. Espeso

«Un golpe de viento, una pavesa, un tocón sin apagar del todo puede ser fatal», explican. Hay una desgraciada ventaja: como el fuego por aquí ha arrasado con tanto, no tiene mucho más que quemar. Es lo que ocurre con un tocón, junto a la carretera, del que no deja de salir humo. Parece que las brasas se han reavivado. Una conductora se ha bajado del coche y ha intentado apagarlas con la botellita de agua que llevaba en la guantera. No ha servido para mucho. Y ha decidido llamar por teléfono a Emergencias, que rápidamente ha avisado a Antonio y sus compañeros de retén. En apenas dos minutos están allí. Sacan la manguera y riegan el tocón para sofocar las brasas. «Con este calor es muy difícil que se apague del todo. Durante días habrá tocones así. Los refrescamos por precaución», cuentan, mientras hacen uso del depósito de 3500 litros de agua que tiene el camión.

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Más preocupante parece aquella columna de humo que se ve a lo lejos. «No me gusta ni un pelo», dicen mientras corren de nuevo hacia el camión para cubrir los dos kilómetros escasos que los separan de este supuesto nuevo fuego. Falsa alarma. Un remolino de viento (muy común en esta jornada) ha levantado polvo del suelo que, desde lejos, se confunde con el humo. El retén respira tranquilo. El fuego, por esta zona, no se ha reactivado. Pero su mirada sigue atenta para evitar que el horror cabalgue de nuevo por este puerto de Arrebatacapas.

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