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M.F.J.
Ávila
Lunes, 6 de noviembre 2017, 18:56
El presidente del Comité de Empresa de Ornua, Antonio del Río, se ha acercado a la que fue su fuente de ingresos, la fábrica ubicada en el polígono de Vicolozano que ardió la madrugada del sábado, dejando sin trabajo a 113 personas.
Al contemplar ... la instalación, un amasijo de hierros quemados y paneles de chapa doblados, comenta con resignación y un toque de humor negro que «parece el edificio Guggenheim».
Cada una de las familias se lo ha tomado conforme a su situación personal: se daban matrimonios en los que las dos partes trabajaban en la fábrica, padres con niños pequeños y cabezas de familia. «Muchos llevábamos en el puesto más de 20 años», asegura Rafael Sánchez, miembro de la plantilla.
Los ánimos de los trabajadores estaban «hundidos», admite Antonio del Río, pero una reunión con la empresa en el Hotel Fontecruz, sede temporal de los ejecutivos, les mejoró las expectativas. «Nos han garantizado el sueldo íntegro durante los próximos meses», asegura, aunque no se sabe a cuántos meses se refieren.
Además, el compromiso del grupo, trasladado a la plantilla, es el de levantar la planta como centro de trabajo, con la colaboración económica de administraciones como la Junta de Castilla y León y el Ayuntamiento de Ávila.
Aparte de la plantilla fija, en torno a 50 o 60 personas -según los picos de producción-, reforzaban los turnos en Navidad, verano o temporada de acontecimientos deportivos. Esto se debe a que la mayor parte del producto elaborado se destinaba a la cadena de comida rápida Telepizza, antigua propietaria de la fábrica.
Desde hace tres años, se encuentra en manos de la irlandesa Ornua y la plantilla ha percibido un cambio positivo de la dirección: «pagan al día, no hay problemas de horario y miran por los trabajadores», explica Rafael Sánchez. «Organizan actividades familiares y cursos para compaginar vida familiar y laboral», añade Pedro Orgaz, también en plantilla.
Por todo ello, se encuentran «tranquilos» y no pueden permitirse «lo contrario». Aunque no saben cómo responderá la empresa hasta que lo ven «plasmado en un papel», el compromiso oral es el de levantar la fábrica y mantener los puestos.
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