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Paula Velasco
Domingo, 13 de mayo 2018, 11:18
Cada mañana, Alfredo Caballero recorre cerca de cien kilómetros para ir a su lugar de trabajo. Es maestro, y viaja una hora, desde Salamanca a Gotarrendura, en Ávila, para abrir la escuela de este municipio, en el que según dicen sus habitantes «nació Santa Teresa». El pequeño edificio que es la escuela se encuentra situado al final de una de las calles del pueblo, colindando con una suave ladera, que desemboca en campo abierto. Tiene dos plantas y, cada mañana, sobre las nueve y diez, Alfredo llega y se encarga de abrir sus puertas. Enciende las luces, comprueba que funciona la pequeña calefacción de pellet y prepara el material que utilizará en su clase. Él es el responsable de los ocho niños que asisten a su aula.
Hasta hace dos meses, este era el único colegio de la provincia de Ávila con cuatro alumnos; dos de ellos el año que viene marcharán a estudiar la ESO, tras acabar los estudios de Primaria. Por tanto, con dos alumnos en la escuela, el único futuro de esta era el cierre. Pero en el mes de febrero, una nueva familia se instaló en el pueblo, y con los dos adultos vinieron cuatro pequeños, hermanos entre ellos, que al incorporarse a la clase del colegio garantizan su apertura al menos el curso que viene, ya que quedarían seis niños escolarizados.
La vida en el pueblo es «tranquila», cuenta Virginia Gutiérrez. Virginia es madre de dos hijos: uno tiene catorce años y estudia en la capital desde hace tres, ya que en Gotarrendura tan solo se estudia hasta Sexto de Primaria, curso en el que se encuentra su hijo menor, Adrián, de once años. «Yo vivo en Gotarrendura desde hace dieciséis años, nunca me he planteado llevarlos a otro lado, trabajo aquí, estamos muy a gusto en el pueblo. Si no hubiera habido colegio, no los hubiera llevado a otra localidad, sino que hubiera buscado un trabajo en Ávila capital». Virginia asegura que educarse en la escuela de Gotarrendura es como «asistir a clases particulares. Ha habido años, como este, que son cuatro niños y hay tres profesores», asegura satisfecha. Al preguntarle por las carencias, afirma rápida y decidida: «relacionarse con más niños». Pero, por lo demás, insiste en la exclusividad de este tipo de educación, con tan pocos alumnos en clase.
Tanto ella como otra madre, Aída González, están de acuerdo en los beneficios de estas «clases muy pequeñas». Pero esta última, sin embargo, añade como carencia los cambios anuales de profesor que, asegura, «descentra» a los niños. Aun así, ambas se encuentran contentas con el trabajo que realiza Alfredo, el maestro y tutor de sus hijos, y con la comodidad que supone vivir en un pueblo, con la casa a apenas a «cien metros de la escuela».
A esta comodidad hay que añadir la «familia» que se forma entre todos, cuenta Beatriz Garcinuño, agente de desarrollo rural, que vivió durante un año en Gotarrendura, su lugar de trabajo, y donde también escolarizó a sus hijos, sacándolos del colegio al que asistían a la capital. «Traerlos un año a estudiar aquí fue muy beneficioso para ellos. Cuando regresamos a Ávila al año siguiente, los profesores nos felicitaban porque notaban cambios positivos en los niños», explica. La educación aquí «parece una locura, pero se potencia el respeto de los pequeños a los mayores; los mayores cuidan y se sienten responsables de los pequeños, de enseñarlos. Además, todos los vecinos son una gran familia, los niños están muy vigilados, los mayores están pendientes de su paso por la calle y les da alegría», cuenta.
Ahora, con la incorporación a la escuela de cuatro hermanos, esta tendrá una continuidad. «Si llega a cerrar, el pueblo se muere. Al haber venido una familia nueva a la casa de acogida, no solo hemos traído cuatro niños, sino que también vienen con ellos dos adultos en edad de trabajar, a los que se les dan facilidades para que se queden» y se asienten en el pueblo.
Gotarrendura se caracteriza por ser un municipio con recursos y dinámico. «La escuela estuvo cerrada desde el año 1992», cuenta su alcaldesa, Yolanda de Juan, hasta que en 2004, el alcalde que por entonces gobernaba, Fernando Martín, que siempre ha impulsado «la repoblación del pueblo», impulsó igualmente la creación de una casa de acogida, financiada con subvenciones varias, con el fin de atraer a familias con niños, y que estos se escolarizaran en el municipio, para poder así abrir de nuevo la escuela.
Desde entonces, la escuela de Gotarrendura ha tenido un tráfico anual de cuatro a ocho alumnos de manera intermitente, hasta la actualidad, donde la llegada de una nueva familia con cuatro hijos a la casa de acogida garantiza la continuidad de la escuela el curso que viene. «Pueblo sin niños, pueblo que se muere», asegura Yolanda de Juan. «Si la mayoría de los habitantes son mayores de setenta años, y los que son jóvenes y tienen hijos se van» no se puede repoblar un municipio. «Es importantísimo tener escuela, porque supone un aliciente para vivir en el pueblo», afirma la alcaldesa.
Alfredo es interino y el año que viene se presentará a las oposiciones para sacar su plaza de maestro. Hace tres meses que llegó a Gotarrendura para cubrir una baja, y ahora él es el tutor responsable de la educación de ocho niños: uno de tres años, que estudia Educación Infantil; dos de Primero de Primaria; una niña de Tercero de Primaria; dos jóvenes de Quinto de Primaria y otros dos de Sexto de Primaria, que dejarán el año que viene la escuela.
Él es su tutor, pero además los alumnos cuentan con un profesor de educación física que acude dos horas a la semana, otro profesor de música que acude una hora, y otro de religión, que imparte clase a cuatro de los niños, mientras que los otros cuatro reciben Valores Sociales y Cívicos.
Además de esta variedad de asignaturas y profesores, como en cualquier otro colegio, la escuela también es bilingüe. «Yo tengo las llaves del colegio, lo abro y lo cierro. Impartir las clases es algo complicado; son muchas etapas y todos están en una sola clase. De tres a doce años hay una diferencia muy grande»z, cuenta Alfredo. «Tengo cinco cursos diferentes en una misma aula. Hay cosas que se pueden trabajar por proyectos, por ejemplo el tema del Medio Ambiente. Pero otros conceptos son propios de cada curso y hay que centrarse en lo individual, además de en las capacidades de cada niño», explica.
Para Alfredo lo más importante «es tener todo muy bien estructurado y organizado, pero aun así tienes que jugar mucho con la improvisación. Vas uno por uno, los mandas tarea y corriges a otro mientras los anteriores las hacen». Pero Alfredo asegura que, gustándole como le gusta su profesión, luego todo es cuestión de «coger el hábito».
La escuela de Gotarrendura forma parte de un Colegio Rural Agrupado (CRA), llamado CRA Las Cogotas, junto con Cardeñosa, Las Berlanas y Villanueva de Gómez. Hasta este curso también formaba parte de este grupo el colegio de Hernansancho, «pero ha cerrado por tener solo tres alumnos», explica Nieves Alonso, directora de esta agrupación de escuelas. Este año se cumplen veinticinco años de la creación de este CRA, por lo que todos los profesores, que los miércoles se reúnen en claustro en Cardeñosa, están preparando actividades para celebrar este aniversario.
«Un CRA es bonito por muchas cosas: porque estás en un pueblo, tienes ventajas que en la ciudad no tienes, somos una familia que se junta, los niños salen a jugar aquí mismo, existe una cercanía con los padres que es más difícil en la ciudad y hay un poco más de libertad educacional. Además, hacemos excursiones por la zona, por el pueblo, al Palomar de Santa Teresa, al museo de objetos antiguos...», algo que en otro ambiente requeriría de más desplazamientos, autobuses, más permisos. «La desventaja quizá es que son muchos cursos para un solo tutor. Echaría en falta un profesor más».
Gotarrendura es una localidad de ciento sesenta y una personas empadronadas, aunque realmente tan solo cerca de ochenta «duermen en el pueblo», explica su alcaldesa. No tiene tienda ni farmacia, pero tiene escuela, un bar, un médico y enfermero que pasa dos veces a la semana, y un pescadero que se acerca otros tres días. A pesar de ello, es uno de los pueblos de La Moraña por donde pasa el Camino de Santiago y el camino teresiano llamado De la Cuna al Sepulcro, que une Ávila con Alba de Tomes (Salamanca), lo que le proporciona un flujo importante de peregrinos, trescientos al año, que pernoctan en los albergues con los que cuenta el pueblo. En esta localidad los vecinos aseguran que nació Santa Teresa, patrona de Ávila, y además de estar presente en el pueblo en multitud de imágenes y estatuas, también lo está en el famoso Palomar, que heredó de su madre.
Igualmente, a pesar de su modesto tamaño, Gotarrendura cuenta con un museo de objetos antiguos y apuesta firmemente por las energías renovables, lo que le ha llevado a obtener el título de 'Ciudad de la Ciencia y la Innovación'; un reconocimiento que concede el Ministerio de Ciencia, que obtuvo por el proyecto de instalación de placas solares en el albergue del lugar.
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