He aquí el notario de la realidad cotidiana de la ciudad de Ávila. Jesús María Sanchidrián Gallego (Mingorría, Ávila, 1959), jurista en el Ayuntamiento de Ávila y autor de decenas de obras sobre aspectos de la capital abulense, que demuestran que es auténtica memoria viva ... de una ciudad cuya Corporación municipal ha decidido elevar su estatus de vecino al de cronista oficial. Aunque pudiera parecer que tiene buena parte del trabajo avanzado, dada su prolífica trayectoria y tarea investigadora local y provincial de varios lustros, es consciente de que se encuentra ante un reto de primera magnitud: trasladar a las generaciones venideras el presente de una ciudad a la que dan prestigio planetario siglos y siglos de acreditada y prestigiosa historia.
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–En pleno siglo XXI, con la tecnología desbocada, con Internet que parece que lo tuviera todo, ¿qué le da sentido a un cronista oficial de una ciudad?
–Esa misma pregunta me la hice el día que me propusieron...
–Anda, ¿y qué se respondió?
–Cada vecino en su ciudad es casi un cronista y, aparte de eso, con la labor que hacen los medios de comunicación diariamente contando todo lo que pasa en la ciudad pudiera parecer que la figura de cronista como que estuviera un poco desfasada.
–¿Y no?
–No. No se trata de que el cronista cuente las cosas que pasan a diario, que eso ya lo hace la prensa, sino de intentar convertirse no tanto en un historiador, no tanto en un periodista, sino en un punto intermedio en el sentido de saber comunicar cosas que queden en el acerbo cultural de las ciudades y cada uno de sus habitantes. Saber contagiar eso es difícil, sobre todo porque lo que uno escribe hoy mañana está ya desfasado.
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–A los periodistas les va a decir usted lo efímero de su tarea...
–Claro, y así sucesivamente. Ahora Internet la ventaja que tiene es que te permite multiplicar las audiencias. Si consigues que estas guarden lo que haces, estás logrando un poco permanecer en la historia de la propia ciudad. Es hallar y situarte en el punto intermedio de la efervescencia de los medios y los historiadores. Ahí siempre hay un hueco. En cualquier caso, descubrir cosas es lo más gratificante que hay.
–Usted es jurista de profesión. ¿Cuánto tiene de notario de la realidad un cronista oficial?
–¡Esa es la expresión, efectivamente! El cronista es notario de la realidad, notario de todo lo que sucede y, generalmente, no es protagonista de nada. Con lo cual, contar la realidad y seleccionar de todo lo que sucede en la ciudad y dar fe de ello es lo importante de su tarea. Conseguir fijar en la memoria colectiva las cosas más importantes que pasan es lo fundamental de un cronista.
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–¿Qué rasgos esenciales distinguen a un cronista de un historiador y de un periodista?
–El historiador debe ser profundamente investigador; el cronista, también, pero el lenguaje que se utiliza en uno y otro caso es distinto. Los destinatarios, probablemente también. Si el historiador es excesivamente académico puede no llegar a mucha gente precisamente por eso; ahí estaríamos los cronistas oficiales. En el punto intermedio está la tranquilidad, más sosegada, de un cronista, que no depende tanto de la temporalidad de una noticia y ha de intentar conseguir que permanezca en el tiempo lo que cuenta, que no sea tan efímero como una noticia de prensa. El cronista ha de contar lo suficiente para dar las pautas necesarias para un desarrollo por una investigación posterior, por un historiador o por alguien interesado en los temas.
–Casi mejor que ilustre esa teoría con un ejemplo.
–Estamos celebrando el V Centenario de los Comuneros. Ocurre que en la ciudad de Ávila, el famoso cuadro de Gisbert sobre los comuneros se utilizó como abanderado en la I República, en 1873, del movimiento de aquella época frente a la Monarquía. El Ayuntamiento de Ávila lo que hizo fue contratar una copia de ese cuadro, que se conserva aún. Yo saqué una reseña de ese hecho y me llamó alguien diciéndome que gracias a ese apunte podía ya comprobar efectivamente cómo sucedió aquel acontecimiento. Yo le he dado el punto de partida y las pistas suficientes para que él profundice más en esa investigación. Es una tarea gratificante saber que lo que has descubierto, escrito o publicado va a servirle a alguien para una investigación más profunda y amplia y, al mismo tiempo, vas a conectar con el gran público, que es de lo que se trata.
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JESÚS MARÍA SANCHIDRIÁN
–Caminamos al centenario de hechos que han marcado la historia reciente de España. ¡Un filón para un cronista oficial!
–Acabo de publicar ahora un reportaje de Azaña en Ávila. Nadie sabía que pasó por aquí.
–¿Y usted lo ha descubierto?
–Sí, a raíz de que quien tradujo la biblia en España, George Borrow, cuenta su estancia por estas tierras, cómo encarcelaron al que le acompañaba... Luego volvió a pasar por aquí cuando fue presidente y el mitin famoso en Valladolid en el Teatro Calderón, en el que citó a Santa Teresa de Jesús.
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–¡Manuel Azaña y Santa Teresa en la misma frase!
–Cuando uno descubre eso, que no he leído en ningún solo libro de los que he consultado sobre ese hecho, pues hombre, piensas 'mira, qué bien'. Lo publiqué en 'Diario de Ávila' que, por cierto, fue clausurado en su día por Azaña; sacó una ley de defensa de la República y entonces todos los medios de comunicación que cuestionaban o criticaban el sistema republicano los clausuró, entre ellos 'Diario de Ávila'.
–El de cronista oficial es en todo el mundo un título honorífico, gratuito y vitalicio. ¿Claramente 'don sin din'?
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–Me lo dejaron claro desde el primer día. Coincidimos con la concejala de Hacienda y bromeó el alcalde con que era una decisión municipal sin ningún coste adicional. ¡Encantados de la vida!
–Que el cargo de cronista lleve el apellido de oficial, ¿le confiere a sus crónicas un sello de autenticidad por encima del resto?
–No, no, no; lo de oficial es una denominación heredada de antiguo. Era el escribidor o el escritor que acompañaba a los reyes, a los mandatarios de la época o a los regidores y escribían lo que sucedía en torno al Ayuntamiento, la Corte o el Gobierno. No había otros medios de escribir o publicar. Isabel II, por ejemplo, llevaba su cronista, que escribía de sus viajes por toda España, en los que relataba el itinerario, las visitas... De ahí lo de oficial. Pero, hoy en día lo de oficial quiere decir que procede el nombramiento de un organismo, en este caso el Ayuntamiento, que te designa con esa denominación pero no que yo escriba para el Ayuntamiento ni escriba la crónica diaria de lo que hace el Ayuntamiento: eso ya queda reflejado en los medios de comunicación. Pero sí que ese apellido le da un carácter antiguo al nombre. Yo escribo lo que me da la gana: nadie me dice lo que tengo que hacer.
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–¿Un cargo oficial libre de cargas?
–En el Reglamento de Distinciones del Ayuntamiento donde figura esto simplemente se dice que el cronista oficial informará, por ejemplo, sobre los cambios de denominación de calles o sobre las publicaciones que edite el Ayuntamiento.
–¿Quién manda sobre un cronista oficial?
–Teóricamente mandaría el alcalde, si es que tiene que mandar alguien. Pero al cronista se le nombra porque considera el pleno municipal que ha tenido una trayectoria que merece la pena para ese reconocimiento. ¿Está supeditado a sus órdenes? No. Si le encarga un informe, lo podrá hacer, pero lo que haga habitualmente un cronista oficial no está supeditado a ese control.
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–Dada su más que abundante producción bibliográfica sobre temática abulense, ¿estaba usted abocado a ser cronista oficial de la ciudad amurallada?
–¡No! Cuando me lo dijeron, me sorprendió, me quedé planchado.
–Ande, ande, que en una ciudad pequeña como Ávila seguro que todo se sabe...
–No, no.
–Algo le habría llegado...
–No, no, no, no. A mí un día me llamó el alcalde y me dijo: vamos a tramitar esta distinción. El alcalde propuso, se analizó, se sometió a información pública, se debatió en pleno... Y hubo unanimidad de los grupos políticos. Evidentemente, si yo llevo escribiendo y pronunciando charlas y conferencias muchos años y si voy publicando periódicamente cosas sobre Ávila, si hago exposiciones con temática abulense, si soy el presidente de Amigos del Museo de Ávila, donde organizamos un montón de actividades relacionadas con la ciudad, pues sí, claramente, desde ese punto de vista uno está vinculado y atado a la ciudad de esa manera.
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JESÚS MARÍA SANCHIDRIÁN
–Hay expertos que definen la tarea de un cronista oficial como «narración de forma independiente y alejada de cualquier vínculo que pueda desvirtuar su crónica». Según usted, ¿independiente o imparcial?
–Está claro: lo de la imparcialidad es muy complicado en el sentido de que uno se contagia con lo que escribe a veces e, indirectamente, no es que se le vea la deriva de lo que más le parece, pero es inevitable. Independiente quiere decir que no estoy supeditado a nada de lo que me digan. He comentado lo de Azaña. Intenté ser lo más objetivo posible, pero uno me preguntó, porque ahora todo el mundo me pregunta por todo, que si este escudo, que si aquella placa...; bien, pues uno me preguntó con lo de Azaña que de dónde venían las esculturas de la fachada de la catedral. Y le dije que, como no lo sabía, lo consultaría. Y me volvió a contestar: «Vale, consúltaselo al demagogo de Azaña». Y otro, a la contra, me comentó: «Huy, Azaña en Ávila. Eso es imposible, increíble, tiene que haber un error». Pero, bien, yo ya he abierto el melón. Nosotros lo llamamos salir a pescar.
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–¡Salir a pescar! ¿En qué consiste?
–Tú lanzas las noticias, lanzas lo que acontece y, efectivamente, te vendrá otro diciendo esto o aquello. Con lo de Azaña, por ser lo más reciente, conté que vino a Navalperal de Pinares, que vino a ver la presa del Burguillo. Y me contestó uno: «Efectivamente, estuvo comiendo en casa de José Sicardo en Navalperal, que era su secretario particular. Era militar. Y mi abuelo, añadía este lector, me contó que efectivamente le fue a buscar a la estación...». De esa manera vamos reconstruyendo esa historia.
–Todavía no se ha celebrado su toma de posesión como cronista oficial, pero lo es de pleno derecho, ¿no?
–Esto va muy despacio. Lo que suele hacer el Ayuntamiento con este tipo de distinciones es un acto oficial lo más protocolario posible, pero con la pandemia se ha considerado que no es momento. Aunque ya he sido presentado en algunos foros como tal.
–¿Cuál será su ópera prima como cronista oficial de Ávila?
–He estado trabajando en una crónica sobre Ramón Gómez de la Serna, a partir del despacho que tuvo en el Museo de Arte Contemporáneo de Madrid. He rebuscado en sus memorias y he encontrado aspectos vinculados a la ciudad de Ávila, entre ellos su visita a la catedral, con la que quedó extasiado.
–Que entre la muerte de su antecesor, Juan Aurelio Sánchez Tadeo, y su nombramiento estuviera vacante el cargo de cronista oficial de Ávila once años, ¿de qué es síntoma?
–Yo creo que no hay ninguna razón específica. Quiero pensarlo...
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–¿Dejadez de anteriores regidores, que el actual ha solventado?
–Probablemente que no se considerase la figura del cronista. Sí es verdad que antes, cuando fallecían los cronistas, automáticamente se nombraba a otro. Es posible que alguien pensase que la figura de cronista oficial estaba desfasada. A mí me sorprendió también.
–Sánchez Tadeo fue secretario particular de Adolfo Suárez. ¿Cómo toleran que la lápida de Suárez, enterrado en la catedral, le dé tratamiento de 'ex'? Admitirá que suena feo...
–Pues sí. Lo es. De haber vivido Aurelio se lo habríamos preguntado; ¡Cómo dejarían que pusieran 'ex'! Habrá que decirlo.
–¿Qué hecho le gustará narrar en su mandato que resalte a Ávila en la primera mitad del siglo XXI en el contexto nacional?
–Ávila tiene el Palacio de los Águila, donde se va a instalar el Museo del Prado. Yo he escrito una crónica de la duquesa de Valencia, que cedió el palacio al Estado para la instalación de un museo. Va a hacer 30 años de eso. Me gustaría concluir la crónica de la inauguración de ese museo en ese palacio.
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–¿Usted es más vigilante de la memoria reciente de Ávila que transmisor del presente al futuro inmediato o viceversa?
–La transmisión del presente a los que vivan en el futuro probablemente sea muy limitada para la tarea de un cronista oficial, dada la inmediatez de las noticias. Y la inmediatez de lo que transmitimos día a día nos hace perder de vista lo que había antes de esa inmediatez. Si esto no permanece, es decir, si era pasajero, no interesará a nadie. Conseguir que eso sí interese es como se escribe la historia más inmediata.
–¿Se sigue estilando que a un cronista oficial le dejen utilizar el escudo de la ciudad en sus tarjetas de visita?
–Yo no tengo tarjetas de visita, pero he visto las del anterior cronista oficial y sí incluían el escudo oficial de la ciudad.
–Se lo digo porque Ávila lleva en su escudo la inscripción 'Ávila del Rey'. En estos tiempos en los que la Corona protagoniza tantas noticias de tribunales...
–Azaña cuenta, al día siguiente de venir a Ávila, que había recorrido media provincia y escribe: «En Ávila son todos republicanos». Yo anoté en mi crónica a renglón seguido: «Curiosa afirmación en 'Ávila del Rey', que tiene a gala su escudo desde el siglo XII». Además, en aquella época de la II República promovieron la retirada de esa leyenda y del propio escudo oficial. No prosperó la propuesta, pero ahí está.
–¿Ese escudo le da a Ávila una relación especial con la Corona?
–Sí que se la da. Ávila siempre ha sido monárquica. Tradicionalmente todas las proclamaciones reales que se producían, incluso los nacimientos de los infantes, tenían un acto festivo y de enaltecimiento en la ciudad, que se celebraban en la Plaza del Mercado Grande. Por tradición, Ávila siempre ha sido monárquica.
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–Jurista, funcionario municipal, escritor, investigador y ahora cronista oficial de Ávila. ¿Ha pensado ya qué quiere ser de mayor?
–Cronista. ¡Ya no puedo ser más!
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